División Azul: cuando la muerte no es el final
José Manuel Estévez Payeras publica «Solo muere el olvidado», sobre los soldados de ese cuerpo que resistieron el ataque soviético en la cruel batalla de Krasny Bor en el cerco de Leningrado
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«La muerte no es el final», así reza el himno castrense para honrar a los caídos de la Fuerzas Armadas españolas. Para un soldado, a veces lo peor no es perder la vida, sino que se pierda su recuerdo y su memoria. Ese ha sido el objeto del libro escrito por el coronel de Infantería de Marina José Manuel Estévez Payeras, «Solo muere el olvidado. El batallón II/262 en la campaña de Rusia 1942-1943», con el que ha querido recordar y rendir homenaje, no solo a su abuelo, el comandante José Payeras Alcina, jefe del II Batallón de infantería, sino a todos aquellos jóvenes soldados, alistados voluntariamente en la División Azul, que lucharon en Rusia bajo unas condiciones infernales y, particularmente, en la terrible batalla de Krasny Bor, donde los españoles resistieron aislados una ofensiva soviética que pretendía romper el cerco de Leningrado. «Prácticamente cito a todo el batallón, a muchísimas personas que han caído totalmente en el olvido. Quizá haya quedado sin mencionar un 5 o 10 por ciento, porque no encontré ninguna anécdota o hecho de armas, pero mi idea era ponerlos a todos», explica el autor. Para ello, la labor de documentación ha sido enorme, incluidas dos secciones de fotografías procedentes de archivos de los familiares y del Museo del Ejército.
Siete años de investigación
Escrito en forma de diario, ha conseguido un grado de detalles asombroso. Día por día y hora por hora, va entrelazando decenas de microhistorias de personajes anónimos para ofrecer un mosaico de la vida del batallón vertebradas por la correspondencia del comandante Payeras con su esposa en Mallorca. «Han sido siete años investigando en los archivos. El primer problema con la División Azul es hacer las listas de los que estuvieron en cada sitio, y no es fácil, casi un año intentando saber quiénes eran los protagonistas. Y, posteriormente, ver uno por uno los expedientes que se guardan en el archivo general militar de Ávila. Pretendía que no se olvidaran y para ello pensé poner todos los datos posibles, de dónde eran, qué oficios tenían, por qué se alistaron, si eran menores de edad…todo lo que iba encontrando. De algunos apenas fue una propuesta de condecoración donde decía el día que había realizado una acción de gran valor, y esto, que al principio me parecía un inconveniente, al final fue una ventaja porque esa variedad no hace aburrida la lectura», explica. Para el autor, una de las conclusiones más interesantes de su ensayo es que «el corpus humano del batallón era muy heterogéneo. En él combatieron hombres de cada región de España, de diferentes procedencias sociales, de diversas edades y niveles económicos, con convicciones políticas o sin ellas, con cargas familiares o no y con diferentes niveles de educación, cada uno con sus motivos para alistarse. Por eso aporto al libro unas páginas de imágenes tamaño carnet, para que no se vean estas diferencias». Para él, «el enfoque humano es esencial, lo importante de esta historia».
Krasny Bor fue la batalla más dura que libró la División Azul, muchos de los combatientes eran veteranos curtidos en la Guerra Civil en batallas tremendas como las del Ebro, Teruel o Brunete, pero lo vivido allí superaba en horror y dureza a cualquiera de sus experiencias anteriores. «Para los tres batallones que aguantaron el asalto ruso, el de mi abuelo, que es el que relato, el de reserva 250 y el I del 262, fue una auténtica avalancha de carros de combate y artillería, entraron tres divisiones y la diferencia en número de hombres era abismal. Algunos autores hablan de una superioridad de 13 a 1. Es decir, unos 4.500 españoles frente a 35.000 rusos y, a pesar de las condiciones de inferioridad tremendas, era una unidad dura y difícil de batir. Con su valentía evitaron la ruptura del cerco de Leningrado aunque pagando un precio altísimo por no dar un paso atrás, por cumplir la misión», señala el escritor. José Payeras Alcina fue alcanzado por un obús en su puesto de mando en las primeras horas de la ofensiva soviética, y debido a las graves heridas recibidas en la cabeza, fue llevado al hospital militar de Riga (Letonia); allí murió y sería enterrado. Al comandante le impusieron la Cruz de Hierro de Primera Clase, porque ya tenía la de Segunda de una acción anterior por el golpe de mano que hay el 29 de diciembre de 1942.
Para Estévez Payeras es importante resaltar que ha escrito este libro desde un punto de vista totalmente apolítico. «Está concebido como un relato histórico y humano, narrando los hechos desde las vivencias de los chicos que estuvieron en Rusia. En mi estudio no es tan importante por qué fueron, ni sus motivos ni sus ideales, lo que importa es el valor humano, su memoria y su recuerdo, que estaban en aquel lugar y se comportaron auténticamente como españoles de bien».