Las “tragedias” de Thomas Demand en el Centro Botín
El Centro Botín de Santander acoge una retrospectiva dedicada al artista, célebre por destruir sus propios trabajos, en la que reconstruye varias desgracias en maquetas de papel y cartón
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Una copa manchada, una bandeja de servicio de habitaciones y una ensalada a medio comer se pelean por la atención visual contra una tarjeta de crédito, presumiblemente salpicada de cocaína. Si uno atiende todavía más al detalle, caerá en la cuenta de que la fotografía no encierra una estancia real, sino una reconstrucción hecha con papel y cartón. Y si uno tiene al lado al artista Thomas Demand (Alemania, 1964), que explica sus «momentos traumáticos de la Humanidad», entenderá que el contexto de la habitación de hotel es el de la muerte de Whitney Houston, por sobredosis, y que dejó tras de sí un icónico y macabro bodegón del exceso.
La intervención, suspendida en el aire por puro capricho del artista y rodeada por otras siete con temáticas igual de trágicas, es protagonista en «Mundo de papel», la retrospectiva que le dedica el Centro Botín de Santander a Demand. Inspirado «por la arquitectura y la capacidad de Renzo Piano para integrar el edificio en el mismo aire de la ciudad», el también escultor alemán ha colgado sus pabellones fotográficos –con algunas piezas inéditas–, y lo ha hecho siguiendo el modus operandi que le ha hecho exponer en el MoMA o en la Bienal de Venecia: partiendo de una «desgracia», aquí la elección de Trump como presidente de EE UU o el accidente nuclear de Fukushima, Demand construye maquetas hiperrealistas (escala 1:1) de papel y cartón, las imágenes con detalle y después las destruye, según él, «para complicar la relación entre obra y artista, y para atraer al espectador hacia la ilusión del arte».
Contra la provocación
La memoria colectiva, esa que ahora epata por acumulación de imágenes y sufre en las redes sociales, parece ser el «leitmotiv» de un trabajo alambicado y minimalista –casi pastel en su concepción más plástica– de un Demand al que le preocupa la representación más que la idea original. «Una de las formas más fáciles de explicar mi trabajo y mi concepción del arte está en la foto de los violines», explica sobre el biombo desplegado en el que reproduce el taller de un lutier. Y sigue: «En cierto modo, hablo de la artesanía y de la resistencia. De cómo los violines, después de medio siglo, siguen fabricándose a mano. Incluso los baratos o los que se hacen en masa, todos parten de un proceso todavía artesanal. Es la materialización de un sueño. Eso es mi obra y por eso me interesa que después de fotografiarla no se pueda reproducir».
Demand, exigente con las instalaciones y prudente en su reivindicación de la autoría en los tiempos del «deepfake» y los NFT –detrás de esa pulsión destructora con su propio trabajo–, también ha presentado un interesante apartado de «stop-motion» en el Centro Botín. Sirviéndose del naufragio del crucero «Diamond Princess», cuyas imágenes de desesperación entre los viajeros dieron la vuelta al mundo, el alemán recrea, fotograma a fotograma los vaivenes del navío. «Son unas 800 imágenes por minuto, poco a poco, para crear la ilusión de movimiento», explica el artista, para el que la controversia que pueda generar su obra, quizá una de las pocas sinceras en la escena contemporánea, es «parte de la intervención». La muestra, que se podrá visitar en Santander hasta el 6 de marzo, ha sido comisariada por Udo Kittelman, quien explicó en rueda de Prensa junto al artista que la muestra «nos exige observación, nos ofrece belleza y estimula nuestra imaginación, para terminar de transmitir una reflexión con la que marcharnos a casa». La «narración visual» sobre la que se extendió el comisario, esa que habla de no dejar más rastro que el fotográfico de la propia creación, también pasa por un texto de Mario Vargas Llosa, escrito ex profeso para el catálogo de la exposición: «Entre las imágenes de aquellos objetos realistas y las imágenes surrealistas de la naturaleza, hay una misma mano y una obsesión: la de que el arte no puede apartarse de las realidades humanas, a las que enriquece y justifica», escribe el Premio Nobel de Literatura.