Adiós a Noah Gordon, el padre del “best-seller” moderno
El escritor, de orígenes judíos y humildes, fue bautizado con un nombre en honor a su abuelo, quien trabajó durante años como encuadernador de libros
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En el año 2015 se publicaba entre nosotros una edición especial de uno de los libros superventas más importantes de las últimas décadas, “El rabino” (1965). Con ello, se celebraban los cincuenta años desde que Noah Gordon publicara su primera obra; una novela épica sobre el judaísmo en América que contaba la historia de amor entre un joven rabino y la hija de un pastor protestante. En efecto, el protagonista, Michael Kind, descendiente de judíos criado en un barrio marginal de Nueva York, pretendía convertirse en un rabino tolerante y abierto, dispuesto a enfrentarse a todos aquellos obstáculos religiosos y sociales que se opusieran a su relación con una mujer que no pertenece a la comunidad judía. Un ambiente que le era familiar al autor, que había nacido en Worcester, localidad de Massachusetts, en 1926, y que era de origen judío por línea materna. No en vano, fue su propia madre quien le puso el nombre de Noah (Noé) en honor a su abuelo (Noah Melnikoff), que había muerto unos meses atrás y había trabajado como encuadernador de libros.
A su nieto le llegó su hora ayer, a los noventa y cinco años, en el mismo estado norteamericano, pero en realidad llegó muy lejos: visitó tiempos y lugares remotos mediante su literatura y millones de lectores lo convirtieron en un escritor acostumbrado a recalar con cada libro suyo entre los más vendidos del mundo. Sobre todo, mediante otra de sus obras cumbre, “El médico” (1986), que narraba la extraordinaria odisea de un joven en el siglo XI, Rob Cole, que tenía un don místico para curar. Este sueño de convertirse en doctor lo conducía desde la Inglaterra a Persia, y allí, en las universidades árabes, bajo la tutela del legendario maestro Avicena, viviría una transformación que iba a marcar su destino y el de su familia para siempre. La obra tendía una adaptación cinematográfica, por parte de una producción alemana, en el año 2013, es decir, ya en la última fase de su larga existencia.
Otros éxitos internacionales le contemplaron: las novelas “El comité de la muerte”, de 1969, “El diamante de Jerusalén” (1979), la historia de una piedra preciosa y las personas cuyas vidas afectó, “Chamán” (1992), “La doctora Cole” (1996) y “El último judío” (1999), para cuya redacción, por suerte, hizo varios viajes a España. Él mismo reconoció que, para obras como “El médico”, solamente usó la investigación en la biblioteca, pero para otros libros como el referido y “La bodega”, le fueron de mucha ayuda conocer las “calles empinadas y estrechas de la antigua Girona”, que han cambiado poco desde la Edad Media, además de Toledo.
Tanto se dio al género de la novela histórica y tanta admiración despertó incluso por parte de historiadores, que su obra fue laureada en Estados Unidos por la Society of American Historians con el premio James Fenimore Cooper; en Alemania, recibió el galardón del Club del Libro de Bertelsmann y, en Italia, fue finalista del certamen literario Bancarella. En nuestro país se le apreciaba también mucho, como lo demuestra el hecho de que sus libros recibieron en dos ocasiones el Euskadi de Plata, premio otorgado por los libreros del País Vasco..
Daltónico y gafotas
Pero Gordon no lo tuvo fácil. No consiguió un hueco dentro del mundo literario hasta que estuvo casado y con tres hijos, y estaba endeudado como cualquier familia corriente. En sus comienzos intentó trabajar como “freelance” en el periódico de su ciudad, “The Worcester Telegram”, y luego en el “Boston Herald”, en 1959, y fue en aquella época cuando empezó a idear historias que tenían que ver con los campos científicos. Según contó él mismo, el Dr. Richard Ford, jefe del departamento de Patología de la Escuela de Medicina de Harvard, le invitó a observar varias autopsias y hacer preguntas, y luego pudo observar a los cirujanos que trataban pacientes vivos. Todo ello dio como resultado que fuera nombrado editor de ciencia del “Herald”. De hecho, presionado por sus padres, de joven había comenzado a estudiar medicina, pero luego, después de un semestre, y sin avisarles de ello, cambió a la carrera de Periodismo, obteniendo su licenciatura en la Universidad de Boston en 1950, para un año más tarde diplomarse de magíster en Inglés y Escritura Creativa.
Su debut fue de cuento de hadas: “El rabino” obtuvo excelentes críticas y estuvo en la lista de libros más vendidos del “New York Times” durante 26 semanas, y entones encaró “El Comité de la Muerte”, sobre los años de formación de tres médicos jóvenes en un hospital de enseñanza de Boston, para lo cual asistió a conferencias sobre mortalidad en dos de los principales hospitales de Boston. Atrás quedaría su deseo de servir en la Marina, pero llevaba gafas y era daltónico, si bien pudo ser integrado en la Compañía A del 26º Batallón de Entrenamiento de Infantería en Camp Croft, Carolina del Sur. Los Estados Unidos se preparaban para invadir Japón. Pero, de repente, se lanzaron las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, y la guerra terminó. “Terminé mi servicio de forma no heroica como empleado del Ejército en un trabajo aburrido en San Francisco, agradecido por haber sobrevivido, agradecido por no haber tenido que matar a un ser humano”, dejó escrito.
Otro punto de inflexión clave en su andadura fue cuando conoció, a mitad de la carrera de Periodismo, conocí a una estudiante de pregrado en la Universidad de Clark llamada Lorraine Seay. “El mundo nunca sería el mismo”, dijo, pues ella fue su principal apoyo. Juntos se trasladarían a Nueva York, donde él trabajó como editor junior en el departamento de publicaciones periódicas de Avon Publishing Co., pero al final volvieron a su querido Massachusetts, instalándose en el campo, en pequeña ciudad de Ashfield, donde solía pasar los ratos pescando y plantando árboles. Una vida sencilla dedicada a la familia y a la escritura donde escribió una trilogía que seguiría a diferentes generaciones de la familia Cole. Sería en Alemania, curiosamente, done “El médico” se hizo famosísimo, superando los ocho millones de ejemplares vendidos. “Al mismo tiempo, un fenómeno similar estaba ocurriendo en España, y cuando las noticias de estos dos países llegaron a las editoriales de toda Europa, se reunieron para comprar el libro. El amor por “El médico” ha propiciado el éxito de ventas en muchos países de cada uno de los ocho libros que he escrito”, explicaba.
Un hombre sereno y agradecido, Noah Gordon. Se va uno de los últimos autores de best-sellers de la vieja guardia, el mismo que decía que cuando era joven soñaba con ser escritor y que, cuando superaba los noventa años, decía estar aún evolucionando como narrador de historias. “Ahora tengo el placer especial de ver mi trabajo adaptado en varios lugares del escenario y la pantalla”, aseguraba, al tiempo que decía: “Creo que la existencia de un escritor casi siempre garantiza al menos algunos momentos difíciles, y Lorraine y yo hemos tenido nuestra parte; pero tengo la fortuna de haber encontrado mi mayor aceptación como escritor al final de mi vida, cuando puedo apreciarlo plenamente. He sido singularmente bendecido con mi familia y amigos. Mi deseo juvenil era una vida de Periodismo y escritura de libros, y eso es exactamente lo que ha sido.”