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Fernando Savater rodeados de los libros que copan las estanterías de su particular biblioteca

Fernando Savater: “Me cuesta aceptar a las personas pedantes”

En su libro «Solo integral» (Ariel) recoge buena parte de sus columnas en las que arremete contra los nacionalismos

En casa de Fernando Savater el Conde Drácula cruza sus pasos con Tintín y el guante de Eduardo Manostijeras saluda al gran tiburón blanco. En el revoltijo, miles de libros dialogan con los mitos del pop y los monstruos de la Universal. Inteligente y curioso, enemigo de la intransigencia y enfrentado a la cursilería, recibe estos días para presentar nuevo libro, «Solo integral» (Ariel).

Este es un libro de columnas, pero uno muy singular, pues amplía con otra que las acompaña, a modo de apostilla.

Es que la columna es un tipo de producto muy perecedero. Hablan sobre algo acontecido durante la semana y luego ya ni se acuerda nadie de lo que estamos hablando. Me parecía mejor, primero, seleccionar las que tenían cierta vigencia y que hubiesen salido un poco mejor que el resto. Y luego, ponerles ese colofón, para que de alguna forma se reactualizaran, y comprobar si había acertado en mi pronóstico o había errado.

Fernando Savater
Fernando SavaterGonzalo Pérez MataLa Razón

En el libro habla de un cierto estilo de columnismo, «estilo cowboy», que define como con «cierta agresividad bienhumorada, ironía; más que un estilo, un estilete» ¿Cuál es el columnismo que más te atrae, como lector?

Hay artículos que leo siempre: los de Arcadi Espada, Cayetana Álvarez de Toledo, Félix Ovejero, Félix de Azúa... Pero no son realmente columnas propiamente dicho, son artículos. Columnismo es lo que hace Rosa Belmonte, que me gusta mucho, una cosa breve. Aquello que decía Oscar Wilde, que «el placer perfecto es el cigarrillo porque es delicioso y deja insatisfecho», podría aplicarse al columnismo.

Define a VOX como «una reacción extremista a una indecencia generalizada con pretensiones revolucionarias».

Desde que vi empezar el asunto de Podemos ya imaginé que surgiría una reacción populista en contra. Lo que tiene el populismo de romper la armonía social es eso, que provoca una reacción de signo contrario. Todo matón acaba encontrando a otro en la barra de un bar. Lo curioso es que, a los mismos que les habían parecido tan bien los disparates de Podemos, la llegada de Vox les pareció la llegada de Atila, cuando es mucho más preocupante lo de Podemos porque estamos viendo ya lo que ocurre con los comunistas, lo que hacen con los países.

P. Sin embargo el populismo más letal que hemos vivido en España, el del nacionalismo vasco, no generó una ola populista en contra.

R. En cierta medida la hipertrofia del nacionalismo español es una reacción a todos los nacionalismos que hemos vivido en nuestro país. Tenemos 17 nacionalismos funcionando. Pero es cierto que no ha habido nada parecido a lo que fue ETA en el lado contrario, como pasó en Irlanda del Norte, donde sí hubo dos bandos dando leña.

P. Utilizamos mal ciertos conceptos y en algunas de estas columnas lo explica. ¿Designamos mal?

R. Manejar conceptos confusos hace interminable la discusión. La precisión de explicar ciertos conceptos, la definición, si lo que queremos es aclarar cosas, si buscamos una discusión positiva, es fundamental. No lo es si lo que queremos es generar más ruido. Por eso decía yo irónicamente en el prólogo del libro que todo el mundo es de izquierdas excepto los fascistas. El uso de «fascismo» para designar todo aquello con lo que no se coincide es paradigmático.

P. Asistimos ahora al debate sobre la desaparición de la asignatura de filosofía del currículo en la ESO.

R. Lo mejor que he leído al respecto estos días ha sido a David Mejía. He llegado a leer que es un arma crítica para combatir el capitalismo, que enseña a pensar… Ante algunas defensas casi dan ganas de prohibirla definitivamente [risas]. Que se extirpe la filosofía de las escuelas, no solo en España sino en toda Europa, es un mal síntoma. La enseñanza está cada vez más enfocada a un pragmatismo de corto alcance. Y lo característico de la filosofía es reflexionar sobre lo que somos, no sobre lo que vamos a hacer. La escuela no solo debe dar una formación laboral, que está bien y es importante, sino también una reflexión humana y sobre lo que importa de la humanidad.

P. Pasamos de aquella enseñanza casi cuartelaria a que el esfuerzo esté mal visto. ¿No penaliza eso a las clases más humildes?

R. Una educación cómoda, la escuela convertida en un entretenimiento y el profesor en un animador cultural que entretiene a los chicos, es algo muy grave. La escuela es lo que permite a los pobres avanzar socialmente. Al rico le da igual, pero el pobre necesita la escuela.

P. Muchas de sus aficiones tienen en común que ponen de los nervios al buenismo progresista y también a la pedantería que considera qué es frívolo en todo un filósofo

R. Sí, bueno, a mí una vez en uno de esos cuestionarios que te hacen, Proust o algo de eso, me preguntaban qué es lo que más detesto y dije que la pedantería y las cremalleras. Y sigo pensando igual. Las personas pedantes, hay incluso ilustres pedantes, en general me cuesta aceptarlos.