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DJ Nano: “Nunca me ha gustado la fiesta”

DJ por excelencia de todas las generaciones discotequeras desde los 90, da el salto a los escenarios inspirando una obra que retrata aquella España del “bakalao”, la suya, su vida: “El flechazo que tuve con una discoteca de música electrónica no lo he tenido con nada”
Jesús G. FeriaLa Razon

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DJ Nano es el DJ por antonomasia de este país. Un tipo inconfundible para los que empezaron en las discotecas en los 90, pero también para los que se acercan hoy hasta ellas. Han pasado generaciones y él sigue al frente del cotarro; y, ahora, entre unas y otras, inspira una pieza de teatro –«que no musical, aunque esté invadido por la música», puntualiza– que se asemeja mucho a lo que fue su vida con veintipico: «Temazos y botellones». Es The Rhythm of the Night (La Estación. Teatro CaixaBank Príncipe Pío), un viaje a la nostalgia de la Ruta del Bakalao y aledaños.
−¿Alguien le llama José Luis?
−Los de Telefónica. Ni mi madre, que siempre me llamó Nano. El nombre artístico venía de serie.
−Sus apellidos, Garaña de los Cobos, suenan a marqués.
−Algo parecido tenemos por la familia, pero no llega a tocarme (risas).
−No está en Wikipedia...
−El otro día me busqué y nada. Habrá que hacer algo.
−¿Qué tiene su historia para tener un libro y estar en las tablas?
−Que soy muy movido, como decía mi madre. Pero todo salió de la pandemia, que tuve mucho tiempo para pensar.
−¿Cómo pasó el confinamiento?
−Fue duro, pero, egoístamente, pude trabajar y se me activó la cabeza.
−¿Cambió el ocio para siempre?
−Yo ya siempre haré híbridos para llegar a los que no puedan ver el espectáculo en vivo, aunque siempre apostaré por el directo, claro.
−En su web se le describe como «héroe urbano musical».
−Ni idea. Supongo que se cogería de algún artículo... Está desfasada (risas).
−¿Usted cómo se define?
−Soy un tipo que trabaja mucho y con suerte de hacer lo que quiere.
−El término «disc-jockey» se le queda corto, ¿no?
−Para la marca me ha venido bien. Todos se quitaron el «DJ» del nombre y yo me lo dejé. Pero el término «pinchadiscos» se quedó muy antiguo porque el espectáculo que se genera es mucho mayor.
−Pero su imperio va mucho más allá de la música. ¿Cuál es el negocio más raro que tiene?
−Estoy metido en muchos berenjenales, pero helados y ropa.
−¿Cuál fue su primer proyecto?
Cogí una sala con trece años para hacer una fiesta. Aquello fue lo más ilegal del mundo. Era un local en mi barrio, cobrábamos entrada, sin aforos... Salimos en los periódicos por haber liado la de Dios. Me cayó una buena en casa.
−¿Las mejores fiestas son las clandestinas?
−Las inesperadas.
−¿Qué recuerda de 1993, cuando empieza el montaje?
−Ya pinchaba en alguna discoteca, pero, sobre todo, era relaciones públicas. La música electrónica no era lo que es hoy. Era un nicho cerrado.
−Y tenía mala fama...
−Sí, como el rock en su día. El cartel era complicado: música a todo volumen y drogas. Y todo eso existía, pero no era lo único, y ahora se ha visto: ha quedado la parte más cultural. Fuimos muy mal vistos.
−¿Cómo pasa la música electrónica del cliché de las drogas a codearse con la Casa Real?
−El tiempo siempre da la razón. Tenemos que estar muy orgullosos de los que significamos.
−De una forma u otra, se ha cruzado con los dos: ¿es más de Froilán o de Letizia?
−Froilán es amiguete.
−¿Y le quedan amigos de los 90?
−Sí, por supuesto.
−¿Cómo sobrevive a la noche?
−Soy muy DJ, pero poco nocturno. Nunca me ha gustado la fiesta porque no he tenido tiempo. He sido más de trabajar que de estar en la pista de baile. He sobrevivido a base de ser muy pesado en lo mío.
−La Ruta del Bakalao le arrastró a la música electrónica. De haber caído diez años antes en la Movida, ¿se hubiera dedicado al pop, al rock, sería cantautor...?
−No sé. Siempre he sido muy melómano, pero el flechazo que tuve con una discoteca de electrónica no lo he tenido nunca con nada. No sé si entonces algo me hubiera impactado igual.
−¿Escucha a Beethoven y a Taburete, por ejemplo?
−De todo. Mi lista de reproducción es un sinsentido absoluto. Es un problema, pero también una virtud porque tengo tantas inquietudes que en las sesiones pongo de todo. Soy muy ecléctico.
−La era digital le ha facilitado lo de no tener que cargar con maletas de vinilos...
−Lo agradece la espalda. Me tenía que llevar tres amigos para que me ayudaran. Ahora las posibilidades son infinitas.
−¿El algoritmo puede crear el subidón perfecto?
−No sé hasta dónde va a llegar, pero, a día de hoy, es imposible. La parte humana es irremplazable.
−¿Dónde tiene las buenas ideas?
−Viajando. Casi siempre, en el coche. Es un momento muy mío: mi música, mi rollo...
−¿Dónde ha sido más feliz?
−Siempre en casa.
−¿Ya se ha recuperado el ritmo de enero de 2020?
−Sí. Mucho viaje, trabajo, giras...
−¿Y en la pista de baile?
−Está a tope. Hay ganas de salir y bailar. No hay discoteca que no esté hasta arriba.
−¿Se le quedó grabada la primera fiesta postconfinamiento?
−Sí, en el WiZink. Metimos a 1.700 personas con unas medidas extremas y la gente sentada. Era una reunión necesaria, pero rara. Era un acto psicológico para reencontrarme con la gente.
−En pocos minutos, gana el salario mínimo de millones de trabajadores. ¿Es consciente?
−Por supuesto. La vida muchas veces es injusta para gente que debería estar más valorada. Pero no me paro a pensar en lo que gano ni me comparo con nadie.
−¿Fue una liberación publicar su biografía (Al otro lado de la cabina)?
−Sí. Me abrí más de lo que quería y me vino bien para contar momentos oscuros.
−¿Su gente sabía de aquellos maltratos?
−Fue «heavy». Tuve que reunirme con mi familia para contarles lo que iba a salir. Eran episodios de niño que nunca me había atrevido a sacar.
−¿Echa de menos sus tiempos de legionario?
−No. Ni muchos menos. Fue una ilusión que tenía, me alisté y no pude continuar por asma. Me enfadé mucho en ese momento, pero pasó.
−Hipótesis: III Guerra Mundial, ¿volvería a la Legión?
−No quiero ni pensarlo.
−A las malas, podría «cantarle» a las tropas como Marta Sánchez.
−Eso sí, aunque ya he pinchado para «paracas», La Legión, Guardia Civil... Hasta encima de un carro de combate.
−¿Cuándo se retira un DJ?
−Depende del físico. Carl Cox tiene muchos años (59) y ahí sigue. Por ganas, no me voy a retirar nunca.
  • Dónde: La Estación. Teatro Príncipe Pío, Madrid. Cuándo: hasta el 29 de abril. Cuánto: desde 18 euros.