Juan Mayorga pasa del silencio a las palabras
El dramaturgo y académico se alía con Alfredo Sanzol, director del Centro Dramático Nacional, para levantar «El Golem», un texto revisado durante el confinamiento más duro que rescata al mito en mitad de un sistema público de salud colapsado
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No todo son las redes sociales ni el ruido frenético de la actualidad. Hay vida más allá. Mucha vida. Lo saben bien Juan Mayorga y Alfredo Sanzol, que viven con la pausa del erudito. No son hombres de aspavientos públicos. Son más del recogimiento y de la comparación de pareceres en la sombra. Intercambian textos de uno a otro lado de sus bandejas de «email». Aunque «él me pasa más porque también escribe más», puntualiza el segundo.
Una de esas últimas piezas que saltó de un bando a otro fue El Golem. El 24 de agosto de 2020, el académico se decidía a enviar una obra revisada en el confinamiento más duro: «Querido Alfredo», comenzaba. «Dando por hecho que no vas a poder ni asomarte a ello, me permito enviarte El Golem. Lo escribí hace un par de años y lo he reescrito a partir de una intuición». Sanzol no tardó en abrir y leer aquello. «Me impactó», cuenta el director del Centro Dramático Nacional. Las palabras de Mayorga se le habían quedado bien dentro y nada en ese día sucedió como antes: «Cuando fui a buscar a mi hijo al autobús me vi preocupado por las palabras que utilizaría al verle. Pensé que dependiendo de cómo le hablase sería de una manera u otra. Me tocó y vi que debía levantar esta función porque algo se había revuelto en mi interior».
La opinión del jefe
Asegura el académico que su intención real era la de conseguir la «opinión crítica» de su compañero, «si la tenía», y que de refilón guardaba la esperanza de lograr «un sitio en el CDN». Y esa ilusión no tardó más que 24 horas en tornarse en una realidad que desde mañana ocupará la sala principal del Teatro María Guerrero (hasta el 17 de abril). Un montaje con el que Juan Mayorga continúa con su espídico inicio de 2022. Arrancó en el Español como autor y director, se puso al frente de La Abadía hace veinte días y ahora regresa a la sede del CDN.
El padre de este Golem pasa del Silencio de su entrada a la Academia (interpretado por Blanca Portillo) a las sonoras palabras de su último estreno. Porque El Golem es «un cuento sobre palabras», condensa el dramaturgo de un texto que habla de un sistema de sanidad público colapsado. ¿Les suena? «Algo ocurrió en el confinamiento que, en medio de la conmoción general, de la angustia de tantos, del temor de otros a que el orden en que habíamos vivido pudiese hundirse, me impulsó a reescribirla», defiende el autor.
Donde antes el texto decía «usted está buscando una alternativa desde que su seguro le advirtió que no continuaría cubriendo el tratamiento», ahora se ha cambiado por «usted está buscando una alternativa desde que el gobierno publicó la relación de tratamientos que el Estado dejará de cubrir a partir de mañana». Un ligero cambio que resultó «decisivo» para Mayorga: «El problema de una pareja pasa inmediatamente a ser el de toda una comunidad». Durante esos días de pandemia «hardcore» el autor comprobó la «angustia e ira», comenta, de la calle. «La gente se sentía abandonada o en serio peligro. Era un sálvese quien pueda. No atendieron a los ancianos, un escándalo... Las personas que fueran capaces de dar palabras a esa angustia tendrían un enorme poder. Porque las palabras pueden matar o salvar».
En El Golem, la acción se traslada a un hospital, donde, como muchos otros pacientes en todo el país, Ismael (Elías González), que sufre una rara enfermedad, está a punto de verse obligado a abandonar el centro en que lo han venido tratando. Sucede entonces que Felicia (Vicky Luengo), su esposa, recibe de Salinas (Elena González), empleada del hospital, una inesperada propuesta: Ismael conservará su cama y seguirá recibiendo tratamiento si ella memoriza un texto. Tarea aparentemente sencilla de cumplir, en principio: retener unas cuantas palabras. Sin embargo, día a día, Felicia percibirá que, conforme haga suyas las palabras de ese texto, que no sabe quién escribió, algo dentro de ella (en sus sueños, en su memoria, en su imaginación; también en su cuerpo y en su voluntad) se irá transformando.
Es la trama de ese texto que revolvió a Sanzol de inmediato y que rescata el mito medieval y judío de un ser fabricado a partir de arcilla. Mayorga confiesa no ser un especialista en la figura, pero sí conocer «la vieja película [de Paul Wegener y Henrik Galeen, en 1915], la novela de Meyrink [del mismo año] y el poema de Borges», donde el escritor cuenta cómo el rabino se da cuenta de que la criatura que ha creado es compleja y confusa –«El rabí lo miraba con ternura/ y con algún horror. ¿Cómo (se dijo)/ pude engendrar este penoso hijo/ y la inacción dejé, que es la cordura?»–.
Y es dentro de todo este remolino donde el académico de la RAE señala los dos aspectos fundamentales de la leyenda que le atraparon: «Primero –dice–, su carácter político. Es un ser fuerte que protege y salva a la comunidad en un momento difícil, aunque luego se convierta en peligroso. Y, después, que sea de barro y esté animado por palabras me hace pensar en cada uno de nosotros. Yo soy un cuerpo ocupado de palabras».
Qué decir al otro
Si a Frankenstein le movía la electricidad, al Golem lo que le da vida son los vocablos. Así que ¡mucho cuidado con ello!, pues, como recuerda Luengo, «nos hemos olvidado de la importancia de las palabras y debemos hacernos cargo de lo que decimos porque generan realidades». «Afectan a nuestras vidas y pueden hacer mucho daño. Debemos empezar por cuidar todo lo que le dices al otro», apoya Mayorga.
Esta historia habla del poder que tienen las palabras «para construir lo que somos –explica Sanzol–. En un momento de la historia en el que la capacidad de hacer circular las palabras se ha multiplicado de manera nunca antes conocida, también se ha multiplicado la capacidad de usar las palabras para mentir, destruir, deformar y manipular. Nunca como ahora habíamos sufrido el poder descontrolado de la palabra, y esta obra cuenta una historia que nos hace conscientes de algo que pasamos por alto: somos lo que decimos, somos lo que leemos, somos lo que aprendemos», argumenta el director de una pieza que, en su boca, se rodea de una atmósfera de misterio: «Y también resuenan los cuentos de Kafka, donde lo fantástico te transporta a la realidad».
- Dónde: Teatro María Guerrero, Madrid. Cuándo: hasta el 17 de abril. Cuánto: de 6 a 25 euros.