Buscar Iniciar sesión

Patricio: “Cuando me diagnosticaron Parkinson sentí que estaba en manos del destino”

El cantautor bilbaíno publica “Hollywood es solo una palabra”, un álbum purificador tras años de convivencia con la enfermedad que cuenta con la colaboración de artistas como Diana Navarro o Depedro
ArchivoArchivo
  • Periodista. Amante de muchas cosas. Experta oficial de ninguna. Admiradora tardía de Kiarostami y Rohmer. Hablo alto, llego tarde y escribo en La Razón

Creada:

Última actualización:

Pocas cosas peores existen en términos creativos para un músico que convertirse en esclavo de la autocompasión. Sabina por ejemplo decía que Krahe, ese feligrés sin crucifijo de La Mandrágora con aspecto de mago y mirada de crápula, no lo fue nunca. El cantautor bilbaíno Patricio, parece demostrar que tampoco. “Cuando me lo diagnosticaron sentí mucha frustración y al mismo tiempo, la sensación de estar en manos del destino. Creo que lo importante es no dramatizar en exceso la situación, no hacer un mundo, porque la cabeza te puede jugar malas pasadas a veces con ese tipo de cosas. Generalmente tendemos a magnificarlo todo, a sentirnos cómodos cuando las cosas nos duelen. No diría que mi actitud al recibir la noticia pueda servir de ejemplo porque inicialmente resultó muy impactante, me costó hacerme a la idea, no entendía por qué me pasaba esto a mí y me puse a buscar información de manera obsesiva sobre Michael J. Fox. Sé que algo así no es fácil de digerir, pero insisto en la idea de no dramatizar con el Parkinson”, relata con serenidad al otro lado del teléfono este compositor sobre la gestión emocional que llevó a cabo cuando se enteró con tan solo 32 años de que su sistema nervioso estaba empezando progresivamente a degenerarse.
Los pliegues de su memoria destinados al recuerdo de aquellos días de aceptación y amarga coexistencia en los que se evidenciaron tanto la falta de autonomía como de movilidad se han transformado ahora en las doce canciones que construyen las bases melódicas y narrativas de “Hollywood es solo una palabra”, su cuarto y último álbum en donde no habla de las cosas que hablan los cantantes, sino del dolor que trasudan las personas, al que define como “el disco emocionalmente más importante que he compuesto hasta ahora” y que puede leerse en clave de continuación de “Un rayo me atravesó” (elocuente respuesta melódica a la enfermedad que publicó en 2018). “Los artistas cuando sacan un disco siempre dicen que es el más especial, pero esta vez en mi caso creo que por razones de peso me lo he ganado el decirlo. Por todo lo que he atravesado y la forma de componerlo, todo el trabajo que ha supuesto la composición, la producción de Paco (Salazar), las colaboraciones, las cuerdas, los arreglos orquestales de Iñaqui… La historia que hay detrás de este trabajo creo que queda muy bien reflejada”, subraya.

Otros tiempos

Enmarcado musicalmente dentro de la línea estilística de una escena compuesta de forma mayoritaria por músicos con guitarras debajo de los brazos que a finales de los noventa veían en su traslado a Madrid y posterior incursión en garitos de la capital como Libertad 8, la panacea creativa de la realización de sus enlatados sueños como artistas –Ismael Serrano, Jorge Drexler, Zahara, Andrés Suárez, Conchita o Marwán entre otros–, Patricio Barandiaran reconoce que desde que dejó su Bilbao natal e inició su andadura profesional presentando sus canciones grabadas en casete en la sala del mencionado local madrileño con apenas veinte años, el mecanismo de la industria ha cambiado radicalmente. “Demasiado”, matiza.
“Desde la forma en la que está organizada la industria hasta cómo se comunica un artista con su público y las plataformas que puedes o debes utilizar para hacerlo de una forma que sea beneficiosa. Al artista hoy en día se le exige tener que hacer prácticamente de todo, responder a un perfil mucho más completo. No basta solo con tener talento”, indica antes de proseguir: “hay como una nueva corriente bestial de música urbana repleta de gente que, en su casa con un software y un ordenador, sin tocar necesariamente ningún instrumento, puede hacer música y la gente entre 17 y 35 años escucha mucho este tipo de propuestas, algo que desde mi punto de vista es más que respetable, porque las cosas cambian claro, pero desfavorece a la figura del cantautor o de aquellos que tenemos influencias más tradicionales en cuanto a la forma de componer o de concebir las letras o el vocabulario. Hay mucha variedad, muchas propuestas, muchas caras y a veces es difícil saber cuál se sostiene bien y cuál no. Al final la música es un elemento que tiene que estar vivo, ser orgánico y defenderse en directo”, defiende.
Barandiaran define el Parkinson como “un viaje con diferentes etapas”, un tránsito con episodios “de más frustración según el momento, otras de menos, y al final digamos que vas entendiendo la enfermedad, lo que puedes hacer y lo que no. En mi caso la música me ha ayudado muchísimo, la ilusión por componer, por crear el disco. Estar inmerso en proyectos para poder pensar en otra cosa y despejar tu mente ayuda mucho. Al final consigues encontrar tus propias herramientas para no caer en la desesperación. Al principio, cuando te diagnostican Parkinson, lógicamente lo recibes como un auténtica jarro de agua fría y más siendo joven como yo lo era en el momento en el que me comunican la noticia, pero por ejemplo en la creación del tercer disco de “Un rayo me atravesó”, descubrí que todo lo que era la composición de canción, la producción, el trabajo con Paco Salazar (productor de discos de artistas como Raphael, Dani Martín o Rayden) y con los demás compañeros en el estudio me ayudaba muchísimo a nivel de abstracción para poder olvidarme momentáneamente de la enfermedad. Es un proceso como te digo. Al principio te invade un bajón inmenso, un shock, pero poco a poco vas, no sé si superando es la palabra, pero sí aceptándolo”.
Cuando hablamos de la integración de esta enfermedad en el proceso compositivo del disco, Patricio no duda en referirse a ello como una muleta de apoyo inspiracional más que como una piedra que haya dificultado el camino de la creación: “Digamos que los autores basamos mucho nuestra obra en nuestra propia experiencia y un acontecimiento como este en mi caso no deja de ser una fuente de inspiración bestial y un empuje a la hora de ser más creativo, hablar sobre cosas que no habías hablado antes o incluso sentir cosas que nunca te imaginabas que llegarías a sentir. Es como si tuvieras unos ojos nuevos. Lo que sí es cierto es que en un caso como el mío, hay una limitación física que juega a la contra de esa inspiración, porque al final necesitas motricidad, sincronización... y todo esto son cosas que fui perdiendo. Tienes todas las ideas en tu cerebro, todas las canciones, toda la ilusión, pero cuando te pones a materializarlo se produce un choque entre lo que quieres y lo que puedes hacer”.
En “Camino al hospital”, la canción que interpreta junto a Diana Navarro, se puede escuchar “entre lo raro y lo común pasan las noches y los días. Hace un minuto el cielo era azul y la luna descendía. Sigo en el coche, sigo aún, no he llegado todavía. Camino al hospital, me invade la melancolía” sobre el trayecto continuado de idas y venidas al hospital durante su seguimiento sin incurrir en una victimización gratuita de su realidad. “Fue una canción que tardé mucho en componer y que he coescrito con Iñaqui García. Tardé tanto en escribir la letra porque quería hablar bien de los constantes traslados, viajes, idas y venidas que hacía y que hago al hospital sin caer en el victimismo. Quería, digamos, una fotografía nostálgica del momento y me costaba mucho encontrar el equilibrio y no involucrarme lo suficiente como para pecar de melodramático. Tiene mucha influencia cinematográfica, muchas imágenes, mucho arreglo de cuerdas y es muy romántica, muy intensa. Hay mucho metal, mucha cuerda, mucha madera y pensaba que hablar con Diana, que viene de un mundo musicalmente muy diferente al mío, podía enriquecer la canción y aportar un color distinto. La grabación fue genial y la verdad es que estoy contento con el resultado porque ha logrado coger un vuelo muy bonito”, reconoce.
En febrero de 2021 se sometió a la cirugía de Estimulación Cerebral Profunda (conocida con las siglas DBS) en el hospital de Cruces de Baracaldo. Tras más de ocho horas en las que “me abrieron el cráneo y entraron en lo más profundo de mi cerebro para cablearme hasta mi estomago donde llevo una batería que dispara electricidad dentro de un área específica de mi cerebro”, tal y como él mismo relata en el diario virtual de su página web, la convivencia con la enfermedad ha conseguido estabilizarse y transmutarse en una suerte de renacimiento. “No estoy cien por cien recuperado porque el Parkinson es algo que nunca se va de tu vida, pero digamos que estoy muy bien parcheado y a día de hoy tengo mucha autonomía. Cada mes voy al hospital a que me revisen y me controlen mi “pieza biónica”, pero lo cierto es que me encuentro muy bien”, se despide al preguntarle cómo se siente ahora. Aunque para esa luz, esa vida que estalla de nuevo y esa respiración abierta y salvaje que vuelve a empujar su voz, haya tenido que pasarlo tan injustificadamente mal.