Juan José Flores: «La vida es como el boxeo, donde uno acaba boxeando con su sombra»
El escritor presenta «El combate interminable», una reflexión sobre la creación y las luchas que propone
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Juan José Flores es un autor al que le gusta hablar con ejemplos y cuando se expresa no puede evitar acudir a paralelismos, ejemplos, anécdotas, que ilustren su conversación. «En la vida nunca ganas nada en sentido estricto y personajes como el boxeador de Rocky se inspiran en, púgiles reales, como Chuck Wepner, que tuvo un golpe de suerte frente a Muhammad Ali gracias a su persistencia». Hace el comentario durante la presentación de su novela «El combate interminable» (Navona). Es una obra que nade de una leyenda urbana que asegura que el escritor Jorge Luis Borges, durante su breve estancia en Barcelona, compartió amistosas conversaciones con un chófer, Germán, un antiguo boxeador con tendencia a hablar que le refirió la historia de uno de sus púgiles favoritos, Josep Gironès, el llamado crack de Gracia, que se convirtió en ídolo indiscutible del boxeo europeo en los años 30 en la Barcelona de la Segunda República republicana. Esta historia que como todas las grandes historias, está llena de éxito y tragedia fascinó al escritor. «es solo una propuesta, la de un libro entre tantos posibles, en la que propongo algo, que es en realidad la mitad de un símbolo que el lector debe completar con la aportación de su combate interminable particular», comenta. Y es que para el novelista, «la lucha por la vida es como el boxeo, que existe un momento en que uno boxea termina peleando contra su propia sombra».
El escritor presentó su libro dentro de los encuentros de Cultura Commodore y contó con el apoyo de la escritora y crítica cultural Bárbara Mingo; la directora de cine documental Arantxa Aguirre, y el actor y ganador del Goya al Mejor actor de reparto Miguel Rellán. La tertulia entre todos ellos derivó en algunas reflexiones importantes sobre la existencia y los paralelismos que el deporte propone para comprenderla mejor. Uno de los temas que se debatieron lo propuso David Felipe Arranz, responsable de este programa de actividades, que introdujo un debate polémico, espinoso, al afirmar que la obra “perfecta” no existe y que el arte, en el fondo, es una pelea incesantes, un “work in progress”, como subrayó, que nunca se da por finalizado: «En ese sentido, la novela de Juan José Flores proporciona una ocasión excepcional al lector para pensar en su propia vida, el concepto de éxito y las metas que nos fijamos cada uno».
Estas palabras fueron respondidas enseguida por Miguel Rellán, quien seguro que en las obras de arte nunca existen certezas absolutas: «La mitad de la belleza depende del paisaje; la otra mitad, del hombre que lo mira», y citó al novelista Gabriel García Márquez, quien sostenía que «las novelas nunca se acaban, sino que se las arrebatan a los escritores». En este punto apareció en el coloquio la figura del perdedor, del que al final ha sucumbido a las fuerzas del destino, la mala suerte o la adversidad. Pero, para Rellán, esto no es un problema, porque para él, en el fondo, «las derrotas engrandecen a las personas y a los personajes. La melancolía, la grandeza que existe en la derrota, definen, al fina y al cabo, una ética, y a mí esto me interesa mucho. Un ejemplo lo tenemos en aquel boxeador infatigable que se retiró sin ganar ninguno de los 625 combates en los que participó».
Bárbara Mingo prefirió remitirse a otro aspecto del libro como es «la lucha de la creación y la de la propia vida, que no se puede resolver, porque nada puede resolverse del todo; un combate es una lucha entre dos iguales, pero las tribulaciones artísticas y las vitales son las de uno mismo con sus inhibiciones». Para la poeta, la clave es resistir porque, explica, «puedes trabajar, ser muy constante y no despuntar nunca, así que la clave está en aunar talento, constancia y suerte». Para ella, el perdedor «está muy reconocido, pero lo que no está tan subrayado es el placer, el gozo de la creación y de incluso el vivir mismo».
Arantxa Aguirre prefirió centrarse en el éxito y en cómo este «depende de la calidad humana del protagonista; el éxito verdadero está en cosas más finas que el reconocimiento mediático y económico», comentó. Para la directora, «existen registros de la vida maravillosos, como los que aparecen en esta novela, ya que uno de los fines de la ficción es contar los muchos registros de la vida y el lector o espectador precisamente ha de ir a buscar esos momentos a las obras de arte», y concluýo diciendo: «el verdadero éxito está en el combate, que depende de la índole de cada uno».