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Cine

Ingrid García-Jonsson: “He llegado a estar muy quemada con la profesión”

La actriz protagoniza “Nosotros no nos mataremos con pistolas”, de María Ripoll, tras estrenar “Camera Café” y “Veneciafrenia”

La actriz Ingrid García-Jonsson en "Nosotros no nos mataremos con pistolas", de María Ripoll
La actriz Ingrid García-Jonsson en "Nosotros no nos mataremos con pistolas", de María RipollFILMAX

Cantan los Camellos, quizá en su canción más popular, que «arroz con cosas» y que «cosas con arroz». La misma falta de analogía, esa que también deja espacio en los divertidos versos de la chanza para recordarle a las generaciones futuras que «yo a tu edad, tenía tu edad», es irónicamente la del espíritu de una Generación Vacía, la golpeada por hasta dos crisis económicas y una pandemia, esa que ya no sueña con ser Napoleón y a la que ya solo le vale con cobrar una nómina. ¿Quién imaginaba que cabían tantas interpretaciones en una misma canción? El suspiro, abnegado y resignado, es el mismo que utiliza la realizadora María Ripoll en «Nosotros no nos mataremos con pistolas», película que se presentó en el pasado Festival de Málaga y que protagoniza la carismática Ingrid García-Jonsson.

El suicidio de una amiga de la pandilla, a medio camino entre una crisis personal y una estructural es la excusa argumental de un filme que nació como obra de teatro y que, en su coralidad, es reflejo exacto de un tipo de juventud desencantada consigo misma, perdida si quieren, víctima de un naufragio de promesas del Estado del Bienestar. Es ahí donde el personaje de García-Jonsson ejerce de polo de atracción para la antigua cuadrilla, con pocos intereses en común pero con el duelo como sentimiento coyuntural compartido. Así, “Nosotros no nos mataremos con pistolas”, tan valenciana como su guion, se vuelve relato amargo del fin de la juventud, pero también ejercicio ético sobre el fracaso. La actriz, que atendía a LA RAZÓN en el Festival de Málaga y viene de estrenar “Camera Café” y “Veneciafrenia”, a las órdenes de Álex de la Iglesia, habla de su relación con el personaje, de cómo de identificada se sintió con el papel y, por supuesto, de ese suspiro generacional que cruza la película.

García-Jonsson junto al reparto de "Nosotros no nos mataremos con pistolas", que se estrena el 17 de junio
García-Jonsson junto al reparto de "Nosotros no nos mataremos con pistolas", que se estrena el 17 de junioFILMAX

-¿Cómo está? ¿Es algo que se pregunte demasiado ahora?

-Bien, bien. Aunque no me parece que se pregunte demasiado, si acaso demasiado poco. No estoy trabajando todo lo que me gustaría, pero me han venido proyectos muy bonitos y súper diferentes. No puedo estar más que agradecida.

-”Camera Café”, “Veneciafrenia” y ahora “Nosotros no nos mataremos con pistolas”…

-Ha sido un proceso muy divertido. Porque tanto en “Camera Café” como en esta película he tenido libertad total para hacer lo que quisiera, para jugar. He podido desarrollar los personajes con todo el apoyo de los directores, tanto Ernesto Sevilla, que confió conmigo desde el minuto uno, como María Ripoll. Han sido dos películas muy terapéuticas porque venía de hacer “Veneciafrenia”, que fue una película muy dura y un proceso muy estresante. Y estaba un poco quemada con la profesión, me daba miedo volver a trabajar, porque sentía que ya no iba a tener energía para hacerlo bien. Poder hacer estas dos películas, desde la relajación y la diversión, me ha hecho sentirme mejor actriz.

-¿Parte del desasosiego viene de esperar tanto para que las películas lleguen a estrenarse?

-El truco para no morir es tomarse los días tal y como vienen. Por suerte, tengo una representante que me ayuda con ello, me dice cada día qué tengo que hacer y a dónde tengo que ir. Y entonces yo voy. Lo único que hago es dejar que me muevan de un sitio a otro. Mi mayor responsabilidad es pensar qué me voy a poner, pero para eso también tengo estilista. Y luego, los días que tengo libres, intento salir de esto del todo. Con la familia o con los amigos. A veces cansa esa vorágine de hablar con gente nueva todo el rato y no tener tiempo para una misma…

-Igual estamos interpretando demasiado, pero usted volvió hace poco a las redes y dijo que lo hacía solo para promocionar sus nuevos proyectos. ¿Cómo se maneja con las redes, con esa presencia constante a la que están casi obligados los actores hoy en día?

-Me las había quitado en principio para siempre, de hecho. Son lo que más me cuesta de todo esto, porque me enganchan mucho. Y de pronto empiezo a ver qué están haciendo otras personas y eso me genera muchas inseguridades. Aposté por quitarme las redes mientras no estuviera trabajando, y utilizarlas solo como herramienta de promoción. Pero intentándolo siempre a mi manera, intentando ser yo y no hacerlo como muy comercial, muy robot de márquetin. El resto del tiempo no las uso, porque me estaba dando mucha ansiedad y estaba perdiendo mucho tiempo. No me sentía bien, y estoy intentando aprender a hacerlo de una manera más sana.

-¿Cómo entró en el proyecto? ¿Había visto la obra?

-La obra no la conocía, pero la película sí porque el cásting nos salvó un poco durante el confinamiento a varios actores. Nos llegó mientras estábamos encerrados. Yo había hecho la prueba para el personaje de Elena, pero no me lo dieron. El mío iba para otra actriz, que al final no pudo participar. El proyecto se detuvo por eso mismo y como al año después me volvieron a llamar. Y dije: “Verás, me van a volver a rechazar”. Hice las pruebas con muy pocas expectativas, pero eso a María Ripoll incluso le gustó. Solo teníamos una escena, pero cuando leí el guion entero me gustó muchísimo. Todos los personajes tienen algo que contar y el mío es un personaje que se deja llevar. Interpretativamente no estaba acostumbrada a ver algo así.

-Hay varias etiquetas que se podrían cruzar en la película. La de la salud mental, la de la vergüenza cosmopolita de volver al pueblo, la de la precariedad juvenil… ¿Le gustan ese tipo de calificativos?

-Son importantes, más allá de que me gusten a mí o no. Sí me preocupaba que, como la película habla de tantos temas, el espectador pudiera perderse. María ha reducido mucho el guion y lo ha limpiado, lo ha hecho más nítido. Cuantas más etiquetas salgan, creo, es mejor para la película. Es importante, a la hora de venderla, que se pueda etiquetar también.

De izquierda a derecha: Joe Manjón, María Ripoll y Lorena López en el rodaje de "Nosotros no nos mataremos con pistolas"
De izquierda a derecha: Joe Manjón, María Ripoll y Lorena López en el rodaje de "Nosotros no nos mataremos con pistolas"FILMAX

-La película se inscribe en una tradición poco explotada en España, que es la de esa primera adultez y los naufragios por el camino…

-Sí, por eso mismo me interesaba mucho el papel. Ensayando me daba como muchísimo pudor poner según qué cosas sobre la mesa y reconocer que estoy o estaba en una situación muy parecida a la de mi personaje. Contarle eso a la gente es duro, porque no sabes cómo se lo van a tomar.

-¿Cuánto de usted hay en el personaje?

-Mogollón. Muchísimo. La entiendo perfectamente. La vida me ha dado muchos palos y muy seguidos, y me he dado cuenta de que lo que quería y hacia dónde iba no eran exactamente lo mejor para mí. He tenido que cambiar muchas cosas y aún me encuentro en esa indecisión, pensando qué será lo próximo. Te pone en una situación muy frágil, muy vulnerable, que al final es como está mi personaje siempre, intentando tapar realmente cómo se siente. Es una película sobre cómo contar algo sin contarlo, y eso interpretativamente lo he disfrutado mucho.

-Vuelvo a la palabra “naufragio” porque explica mucho del trauma generacional. Ese sentimiento, quizá, de “ya no quiero ser Napoleón, con la nómina me vale”.

-Es jodido. Pero creo que a nuestros padres también les pasó, y a nuestros abuelos. Cuando eres adolescente, tu mundo es muy pequeño y muy reducido, hay mucho más espacio para soñar. Tu punto de partida de permite imaginar casi cualquier cosa. Luego vas creciendo, que no madurando, porque creo que soy igual que cuando tenía veinte, pero la vida se hace más compleja. Tienes que trabajar, tener una vida social, una amorosa, ser mejor, cuidarte… Y todos traemos un bagaje emocional que se va complicando. ¡Con lo fácil que parecía todo cuando tenía 16 años! ¿Cómo soy capaz de levantarme ahora de la cama? No creo que sea exclusivo de nuestra generación, solo propio de la edad que tenemos ahora mismo. ¿Quizá ese momento se ha ido atrasando más en el tiempo? Puede ser. Puede que nuestras adolescencias ahora sean más largas. Probablemente. Si vives más tiempo con tus padres, por las circunstancias por supuesto, tardarás más en convertirte en una persona hecha, propia, independiente.

-¿Conserva amistades de más de diez o doce años de antigüedad?

-¡Sí!

-¿Y guarda demasiado bagaje emocional, esas heridas y esas cosas por el camino?

-A veces me paro a pensar y creo que, si les conociera ahora, no serían mis amigos. Y no hay nada malo en ello. Simplemente creo que, a veces, las cargas o lo que has vivido con esas personas une mucho. Ese pasado pesa mucho. Los recuerdos merecen la pena, a pesar de que sea gente con la que no me iría de fiesta. De hecho, muchas de mis amigas del instituto no van ya al cine casi, no ven películas.

-La película no termina en una nota inmediatamente dulce, es mucho menos cómoda de lo que podría aspirar a ser…

-Dentro de que es una película de ficción y que se intensifica todo, es una película muy cerca de lo que es realmente vivir. Las cosas te pasan y el mundo no se acaba. La vida sigue y sigue y sigue. No hay manera de pararla. Hay un tono agridulce que impregna toda la película que la hace mucho más real, mucho más interesante. Eso sin dejar de ser una película amable.

-La primera vez que hablamos fue por “Ana de día”, casi una película psicológica. Luego por “Explota, Explota”, un musical. Y ahora por un retrato generacional. ¿Qué viene ahora para Ingrid García-Jonsson?

-Primero tiene que estrenarse todo lo que he estado haciendo, que es menos de lo que me gustaría pero es mucho. He estado rodando una película en Budapest, por ejemplo, que jamás me imaginé que iba a hacer. Es una pelicula internacional, y no es una ventana que esperara abrir en serio y tan pronto. He conseguido agentes en Suecia y poder empezar a trabajar en otros idiomas ya en serio me parece un paso adelante. También estoy en una película francesa, que empezamos a rodar en junio. Y luego rodaré “Una ballena”, con Pablo Hernando. Ha conseguido que no sea un proyecto low-cost, y tiene un mérito enorme.

-Antes de que se vaya, me gustaría volver a lo de las etiquetas. ¿Cómo le gustaría que la etiquetaran?

-Me gustaría ser la etiqueta de una actriz con la que es fácil trabajar. Bien sea por maja o por buena, pero que mi nombre ponga contenta a la gente.