Juan Muñoz: postales del espacio negativo
El Centro Botín de Santander presenta la primera retrospectiva dedicada a los dibujos del artista madrileño, célebre por sus esculturas
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La nueva exposición del Centro Botín de Santander bien podría relacionarse con tres casualidades relacionadas con el tiempo. O, quizá, con el paso del mismo. La primera es la más obvia, puesto que “Juan Muñoz: Dibujos 1982-2000″ reúne la producción de un artista que nos fue arrebatado antes de lo debido, con apenas 48 años. La segunda, menos triste, tiene que ver con la coyuntura, en plenas celebraciones por el quinto aniversario del gigante de la Bahía. SS.MM. los Reyes, de hecho, visitaron Santander esta misma semana en el marco de los festejos. Y la tercera, quizá más anecdótica, nos habla de un idilio de genios: casi al final del recorrido, para cuando el visitante ya navega en aguas profundas de la psique de Muñoz, una cartela nos avisa que existe una sala dedicada a los trabajos que el polímata imaginó para Joseph Conrad. “Outpost of Progress - Una avanzada en el progreso”, colección de unos veinte bosquejos de Muñoz, es en realidad el proyecto de ilustración para parte de los “Tales of Unrest” que el autor de “Nostromo” publicó originalmente en 1989.
Estragos del reloj y anécdotas aparte, lo cierto es que la nueva muestra comisariada por Dieter Schwarz se sabe musculosa y así lo exhibe en su recorrido, reuniendo más de doscientos trabajos de Muñoz y asombrando en doce salas temáticas, que van desde lo temático o lo material (con atención a sus balcones o a la técnica de la cera sobre negro) hasta lo estrictamente cronológico, centrándose en el artista que primero quiso ser costumbrista, figurativo, y que imaginó cómo sería su propia despedida póstuma, en grabados que ya mezclan el collage con su propio trabajo plástico.
El enigma de un polímata
“La pregunta más obvia, a la hora de editorializar la exposición, era la del espacio. ¿Qué significa realmente el espacio en su obra? La carga metafórica de lo vacío es clave, y hace de sus dibujos una parte tan importante de su producción artística como sus esculturas”, explica el comisario. Y sigue, sobre la artesanía misma de Muñoz: “Siempre entendió sus manos como el instrumento definitivo. Por eso quería adaptarlas al propósito de lo que estaba contando en sus obras, con esa ambivalencia que le caracterizaba. Así lo hemos querido dejar claro también en la exposición, estructurándola en salas, en habitaciones casi, capaces de cambiar por completo el ambiente en grupo, no solamente de obra en obra individual”, completa convencido.
La exposición, presentada en rueda de prensa y que se podrá visitar hasta el próximo 16 de octubre, cuenta con el apoyo del Juan Muñoz Estate, que ayer se vio representado en el Centro Botín a través de Cristina Iglesias, quien fuera pareja del artista, y su hija Lucía: “Nos enorgullece la colaboración, porque desde el Estate siempre hemos entendido a Juan Muñoz como un artista multidisciplinar que tuvo la valentía de trenzar la condición humana sobre varios medios”, declaró esta última. Fátima Sánchez, Directora Ejecutiva del Centro Botín, añadió: “Es complicado contar con un proyecto mejor para celebrar nuestro quinto cumpleaños, sobre todo tratándose de un artista tan enigmático, tan inspirador, personal y autónomo”.
Así, gracias a la editorialización casi por compartimentos de la exposición, el recorrido se demuestra didáctico desde su primera toma de contacto con el visitante, enfrentándole a dos obras que invitan al diálogo: un cuadro, sin título, de un niño al que le falta un rostro y una especie de tocador o espejo, “Late Portrait I”, en el que solo se alcanza a adivinar un ojo, inauguran la idea de dualidad explícita, como dando pistas sobre lo que está por venir. A partir de ahí, la solución de continuidad nos habla de un paseo por las mismas dudas del artista, quien se sirve de elementos arquitectónicos (balcones, pasillos, escaleras, rellanos) para intentar epatar en el desasosiego. Para cuando llegamos a la parte de la muestra que se centra en los “Retratos de espaldas”, casi todos ellos de finales de la década de los ochenta, la ansiedad es la sensación dominante. Un hombre espera, tenso y cigarro en mano; un cuerpo anciano se gira sobre sí mismo, sin rostro, anónimo de más, casi despegado del plano físico.
Las postales del espacio negativo de Muñoz, a veces violentas, casi siempre amargas y nunca unívocas, hablan de un artista que fue encontrando la paz en sus dibujos, no tanto complementarios como paralelos al resto de su producción artística. Lo tribulado de sus trabajos se va apagando con los años, como si la prematura senectud fuera el advenimiento de su madurez como polímata. “Siempre me ha interesado la figura de Muñoz por su rebeldía en lo figurativo”, remató Schwarz, poniendo en valor la resistencia del artista a rendirse a lo abstracto, dominante en el arte contemporáneo durante casi el medio siglo que vivió el artista.