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Historia

Don Juan, el hombre que volvió a nacer gracias a Franco

Pidió enrolarse en el crucero «Baleares», hundido por los republicanos

Don Juan de Borbón, en su casa de Estoril, a principios de la década de los años sesenta
Don Juan de Borbón, en su casa de Estoril, a principios de la década de los años sesentalarazon

Tras el estallido de la Guerra Civil española, don Juan de Borbón frecuentaba el hotel romano Eden, en la Via Ludovici, en uno de cuyos salones permanecía tiempo concentrado en las noticias que fluían de su radio-maleta, colocada sobre una mesita baja. El tema de conversación con su esposa doña María y las personas que le visitaban era incansablemente el mismo: la guerra de España. Su biógrafo, Bonmatí de Codecido, militante de Renovación Española y sobrino político del líder monárquico José Calvo Sotelo, contaba que en una de esas ocasiones don Juan le asió del brazo para conducirle hasta su dormitorio, donde desahogó con él su tremenda impotencia al no poder combatir junto a los sublevados.

«Mira, Paco, yo no puedo seguir ni un minuto más como estoy. Sufro horrores, como sabes, con esta imposibilidad forzosa de luchar por mi patria. Esto es algo superior a mis fuerzas», le confesó, desesperado, el conde de Barcelona. Y a continuación le tendió el documento en el que reclamaba a Franco un puesto a bordo del crucero «Baleares».

El histórico documento llevaba fecha de 7 de diciembre de 1936, cuando España llevaba ya cinco meses enzarzada en la guerra fratricida. El texto estaba escrito por don Juan en papel con membrete del hotel Eden, y decía, entre otras cosas: «Según noticias de prensa, se hallará pronto listo para hacerse a la mar el crucero “Baleares”, en el que podría prestar algún servicio útil, ya que he realizado mis estudios en la Escuela Naval Británica, he navegado dos años y medio en el crucero “Enterprise” de la cuarta Escuadra, he seguido luego un curso especial de artillería en el acorazado “Iron Duke”, y por último, antes de abandonar la Marina inglesa con la graduación de teniente de navío estuve tres meses en el destructor “Winchester”. Yo me incorporaría directamente al buque, me abstendría en absoluto de desembarcar en puerto alguno español, y desde luego le empeño mi palabra de que no recibiría ni aun a mis amigos personales».

Franco se hizo un poco el remolón y tardó más de un mes en responder a don Juan desde su cuartel general de Salamanca, donde residía con su Estado Mayor. La misiva era algo más breve que la de don Juan, y en ella Franco no se andaba por las ramas, oponiéndose tajantemente a que el conde de Barcelona tomase parte en la contienda. Su decisión providencial y muy diplomática, por cierto, dado que Franco argumentaba su negativa en «el lugar que ocupáis en el orden dinástico», aludiendo a don Juan como si pensara en él como posible sucesor, tendría consecuencias históricas de primer orden.

Combatir por la causa

A mitad más o menos del documento, se decía: «Hubiera sido para mí muy grato el haber podido acceder a vuestro deseo, tan español como legítimo, de combatir en nuestra marina por la causa de España; pero la seguridad de vuestra persona no permitiría que pudierais vivir bajo el sencillo título de oficial, pues el entusiasmo de unos y las oficiosidades de otros habrían de dificultar tan nobles propósitos; sin contar con que el lugar que ocupáis en el orden dinástico y las obligaciones que de él se derivan imponen a todos, y exigen de vuestra parte, sacrificar anhelos tan patrióticos como nobles y sentidos, al propio interés de la Patria. Por todo ello, no obstante ser tan halagador vuestro deseo y tan valioso para la marina española el aprovechamiento de vuestra pericia de oficial y vuestros sentimientos, en momentos que tantos compañeros han sido sacrificados por la barbarie roja, no me es posible seguir los dictados de mi corazón de soldado aceptando vuestros ofrecimientos. Muy agradecido en nombre de España y de todos los compañeros de este Ejército y Marina por vuestros fervientes votos y entusiasmo, sabéis contáis con toda la simpatía y respetuoso afecto de este leal soldado que afectuosamente os saluda, Francisco Franco».

Esta vez, el destino salvó a un Borbón de morir en la Guerra Civil española. Y no a un Borbón cualquiera: nada menos que al heredero de la Corona en el exilio. La noche del 5 al 6 de marzo de 1938, muy cerca de la isla de Formentera, fue hundido el «Baleares», el crucero más moderno de la escuadra nacional. A bordo del buque perdieron la vida algunos compañeros de promoción de don Juan en la Escuela Naval de San Fernando. Pero don Juan, milagrosamente, se salvó... gracias a la tozudez de Franco.