Ana Torrent: "Ha cambiado el mundo, no el cine de Erice"
La actriz vuelve a colaborar con Víctor Erice en "Cerrar los ojos", cincuenta años después de debutar en el cine con "El espíritu de la colmena"
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Hace cincuenta años, los ojos de Ana Torrent (Madrid, 1966) iluminaron de tal forma el cine español que no solo le valieron a Víctor Erice una Concha de Oro o a Carlos Saura ("Cría cuervos") la que muchos consideran su mejor película, si no que también nos descubrieron a un proyecto de actriz para todos los tiempos. Si uno analiza la carrera de la intérprete, esa misma que confiesa a LA RAZÓN que varias veces se planteó abandonar para vivir otras vidas, uno encontrará casi todos los clásicos impepinables de nuestro séptimo arte. Ahí estaba, alumbrando la tensión de "Tesis" (1996) para encumbrar a Alejandro Amenábar, en "Operación Ogro" (1979) donde se inmortalizó el atentado a Carrero Blanco, o incluso en "Las hermanas Bolena" (2008) y más recientemente trabajando con Isabel Coixet en "Nieva en Benidorm" (2020).
Ahora, tras vivir varias de esas vidas con las que un día soñó su padre cuando inoculó en ella la pasión por la interpretación, Torrent vuelve. Y vuelve de la mano del director que por primera vez la filmó para el cine, Víctor Erice. En "Cerrar los ojos", la actriz da vida a una guía de museo cuyo padre (José Coronado), un actor de renombre en los noventa, desapareció sin dejar rastro. Hasta ella llega un director (Manolo Solo), amigo de su padre, en una búsqueda que no solo reabre heridas, si no que también las sana por los extraños mecanismos de la memoria. Sobre sus propias fantasías de desaparición, el trabajo con el genio esquivo de Erice y su fama, o ese "cine del que ya no se hace", Torrent responde pausada y crítica, siempre elocuente, y siempre con el mismo brillo en los ojos que descubrió, hace medio siglo, a un miliciano saltando de un tren en marcha.
-¿Cómo y cuándo se entera de que Víctor Erice quiere hacer un nuevo largometraje? ¿Es en el mismo momento en el que te ofrece el papel?
-Fueron dos noticias distintas. Víctor me había ido a ver a una obra de teatro que yo estaba haciendo hace ya casi dos años, y ahí me habló de la película, del proyecto y del guion. Me contó todo, además de que había escrito un personaje para mí. Pero eso fue mucho antes de poder concretar los medios para la película. De hecho, no volví a hablar con él hasta tres o cuatro meses después. No sabíamos realmente cómo iban a funcionar los tiempos del proyecto hasta que se encarriló.
-Conociéndole desde hace medio siglo, ¿crees que su ausencia se debe a una cuestión personal o a una cuestión industrial, de medios?
-Creo que habría que preguntárselo a él. Me es muy difícil responder por él, incluso conociéndole. Creo que es un conjunto de cosas, pero mucho de ello tiene que ver con poder trabajar de la forma en la que a él le gusta, pudiendo contar realmente la película que quería contar. Él nunca ha dejado de trabajar, pero para hacer un largometraje así tenía que estar muy contento con las condiciones porque iban a ser muchas semanas de trabajo.
-Le pregunto entonces a usted. ¿Se acuerda realmente de algo del rodaje de "El espíritu de la colmena"?
-Sí, sí, lo que pasa es que son los recuerdos de una niña. Me acuerdo de la relación de cariño con la otra niña, de los juegos, de lo que entendía o no de la película, que era poco... Mi relación con Víctor, en ese momento, no era la de un director y una actriz, porque yo no era consciente de que era eso, una actriz. Y él tampoco me estaba dirigiendo como a una actriz, si no que me estaba llevando de la mano como a una niña, capturando ese mundo. Sí recuerdo ese trato, con mucho cariño y mucho apoyo y respeto. Todo el mundo me hizo sentir bien.
-¿Se ha llevado siempre bien con ese debut? ¿Habría hecho las cosas de otra manera de tener poder de decisión?
-He tenido mucha suerte, no todo el mundo empieza con "El espíritu de la colmena". Y luego "Cría cuervos". No hay arrepentimiento posible. Al revés, estoy muy agradecida de haber comenzado con esas películas y estoy muy agradecida por la forma en la que mis padres, sobre todo mi padre, cuidaron de mí al principio. Él siempre se hizo cargo de levantar mi carrera, si es que la podemos llamar así cuando era niña, porque era más una relación especial que una carrera. Él me alejó de la carga de trabajo, para poder llevar una vida normal. Cuidó de mi infancia, por así decirlo, con trabajos muy selectos. No me puedo llevar mal con ese origen, pero es verdad que más adelante, de adolescente, tuve mis dudas sobre seguir siendo actriz. Pero no tanto por una cuestión traumática como por una profesional, ¿aquello era un juego o una carrera? No lo tenía del todo claro durante la adolescencia.
-Tanto Manolo Solo como José Coronado le contaban a este diario que la película es "cine del que ya no se hace". ¿Está usted de acuerdo? ¿Eso es bueno o es malo?
-Sí, es un cine que ya es muy difícil que se haga. Y cuando se ve, se ve mal, poco o en festivales. Si es que llega a las salas. Pero, a la vez, es curioso como tiene un poder de representación de los países. Quizá porque es más personal que otro, con el que no me voy a meter. Es un cine muy difícil de hacer. Personalmente, lo que creo que ha cambiado es el mundo, no el cine de Erice. Ha cambiado tanto. Cómo se magnifica, por ejemplo. Me da pena que vaya desapareciendo, incluso siendo yo misma partícipe de ese otro cine, de series, de "streaming"... Debería seguir existiendo espacio para ese cine. Esta es una película que conmueve, que es muy bella y que, aun así, ha costado muchísimo salir adelante. ¿Por qué? Debería ser más fácil. Y hay sitio para todos los cines, claro.
-Queda claro que a todo el elenco le ha merecido la pena el trabajo, pero, ¿es complicado trabajar con Erice?
-No diría que es complicado. No me extraña ni me descoloca su forma de trabajar. Hay días en los que tienes que adaptarte, tanto a sus instrucciones como a lo que le está pasando a tu personaje en ese momento, pero nada que no haya ocurrido antes en otras producciones. Y hay problemas, claro, pero nada del otro mundo. Una tormenta, incluso, te puede estropear los planes. Y él es una persona que se adapta fácilmente, no es problemático en ese sentido.
-¿Desterrada entonces la fama de director complicado, de genio esquivo?
-Sí, sí, mi experiencia con él está bastante lejos. También es verdad que yo conozco a Víctor (Erice) más tiempo que José (Coronado) o Manolo (Solo). Tengo una relación previa, de amistad, con él. Y, claro, este personaje fue escrito para mí. Quizá he jugado con ventaja, sí. No digo que eso no me haya ahorrado algún problema, pero nos hemos entendido bastante bien. También porque es un director muy preciso, que sabe exactamente qué quiere y cómo lo quiere. Pero nuestra comunicación ha sido extraordinaria.
-La película está recorrida por una melancolía, material en tu personaje, de alguien que quería dejar algo atrás pero regresa a su vida. ¿Dónde busca esa sensación?
-Hay cosas que es imposible buscar desde el método o desde lo que te ocurre en la vida. ¿A qué me agarro? Los mecanismos nos llevarían una entrevista entera, pero todo pasa por la curiosidad y el cariño. Por ahí entendí el personaje.
-Conectando eso con lo que me contaba antes sobre las dudas, ¿ha querido desaparecer alguna vez del mapa?
-Sí, sí he querido, más de una vez. No sé si es una fantasía compartida, pero sí la he tenido. Además, como no siempre tuve claro que quería actuar, me pensé lo de hacer otra cosa. Poco a poco, se fue esfumando lo del plan B, y ya no lo tengo (ríe). Cuando tenía la posibilidad de fugarme, me lo pensé. Pero luego entendí que esto era lo mío y que además me hacía feliz. Además, soy una persona no solitaria, pero sí poco amiga de esa socialización más abierta. A veces me he conformado con tener otra vida, una más secreta, más privada... Para eso me fui a Nueva York, ¿no? A desaparecer, casi, viviendo una vida paralela y muy feliz. ¡He vivido dos vidas!