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Ángel de la Calle: "Tina Modotti fue la primera que se puso blue jeans en Ciudad de México»

Después de cuatro años agotada, vuelve a las librerías la novela gráfica sobre la extraordinaria vida de esta combativa fotógrafa italiana.

Foto: Mikel González/Shooting
Foto: Mikel González/Shootinglarazon

Después de cuatro años agotada, vuelve a las librerías la novela gráfica sobre la extraordinaria vida de esta combativa fotógrafa italiana.

Pocas reediciones hay tan esperadas como la de Modotti, una mujer del siglo XX, de Ángel de la Calle (Reino de Cordelia). Esta novela gráfica recoge de una manera particularísima la extraordinaria vida de la feminista italiana, que pasó de estrella de Hollywood a fotógrafa y activista comunista. Primero en México y luego en varios países de Europa, incluido España, llevaba cuatro años agotada. Por suerte, vuelve a estar en librerías y llega con el regalo de nuevas páginas en las que se ofrece un final alternativo de uno de los episodios más oscuros de su historia: el asesinato del amante de la protagonista.

–¿Era una necesidad para usted investigar más sobre ese crimen?

En parte sí, porque si Modotti hubiera tenido algo que ver en el asesinato de su amante, éticamente el personaje cambia y la admiración hacia ella también, no como artista, pero sí como persona. Cuando hace un año y medio me contaron que a unas investigadoras de la Unam les habían dejado entrar en la secretaría de Gobernación de México para preparar un libro y habían encontrado los papeles no desclasificados de la policía secreta mexicana sobre el asunto, decidí entrevistarlas.

–Y esa entrevista forma parte del relato porque su Modotti no es solo una biografía atípica, sino también una autobiografía.

Por eso, cuando hay datos oscuros sobre lo que cuento, lo que hago es dar mi versión. Julio Mella, el amante de Tina, no solo fue el fundador del Partido Comunista cubano, sino que era muy guapo. Antes del Che, la foto de la revolución latinoamericana era Mella. Entonces, como que podía haber sido el culpable el dictador cubano Gerardo Machado, o sus propios compañeros del partido comunista, o podía haber sido un crimen pasional, que era la primera línea de investigación de la policía mexicana. Yo exponía mi propia teoría en el libro. Y no era la buena, pero sí mucho más bonita.

–Tanto en su anterior libro, «Pinturas de guerra», como en este hay una concordancia en la manera de contar, mezclando la historia real con su propia vida. ¿No es una forma muy arriesgada?

La novela actual se juega en la estructura del relato. Al final las historias son pocas y están todas contadas. Siempre funcionará la idea de principio, nudo y desenlace; pero creo que el momento narrativo está en el cómo y en qué estructuras narrativas utilizas. Por otro lado, como hemos vivido un descrédito de la ficción tan grande y el respeto al narrador está muy puesto en cuestión, creo que es interesante ponerte tú en la narración. La mezcla es una buena manera de implicar al lector en varios grados. Además aprecio que se cuente de otra manera, que los tiempos estén cambiados, que el pasado y el presente se mezclen porque, de alguna manera, la historia sirve para crear identidades, en este caso de dos mujeres clave como Tina Modotti en «Modotti» y Jean Seberg en «Pinturas de guerra».

–Dos estrellas de Hollywood de distinta categoría, ¿no?

Por supuesto, pero ambas pasaron por la máquina de los sueños, ambas se sienten atraídas por políticos e intelectuales, ambas ponen en cuestión la actitud moral de su época sobre la mujer y van a tener multitud de amantes y van a morir en un coche en extrañas circunstancias. Es decir, ambas van a pagar caro hacer todo lo que hicieron en un momento en el que eso no les estaba permitido.

–¿Eran feministas aunque no tuvieran etiqueta?

Modotti habla con compañeras de cómo siendo ellas mucho más importantes dentro de la organización del partido ninguna está entre los dirigentes, pero piensan que eso lo arreglará el partido, cosa que evidentemente no hace. No tenían conciencia de ser feministas sino de ser comunistas, que en la época era lo más. Sobre todo en un partido básicamente elitista como el PC Mexicano que entonces tendría 200 militantes de los cuales 80 eran pintores muralistas. Diego Rivera era el más conocido, luego Frida Kahlo... Tina fue la primera que se puso blue jeans en Ciudad de México y la crujió la sociedad bienpensante mexicana. Cosas que ahora nos parecen infantiles como ponerte un pantalón de trabajo norteamericano no las podía hacer una mujer. Tampoco, claro, tener muchos amantes. Y Tina contaba con una cosa triste a su favor: no podía tener hijos. Y aunque le doliera, porque le gustaban mucho los niños, le dio más libertad sexual. También fueron muy libres Concha Michel, su compañera de partido –que luego lo abandonó para cantar corridos y ser madre soltera– o la pintora y poetisa Carmen Mondragón, conocida como Nahui Olli. Pero todas ellas pagaron con su salud mental lo que hacían, porque la sociedad las consideraba putas y locas. No eran feministas, pero su punto de vista lo era: trataban de tener los mismos derechos que los hombres.

–¿Cómo descubre Ángel de la Calle a Tina Modotti?

A los 15 años leí su nombre por primera vez en «Confieso que he vivido» de Neruda, aunque lo pasé por alto. Ahí habla de ella en ficción porque narra una de las historias que también cuento yo como es el abandono de su cámara de fotos en Moscú, que no es verdad, pero sí muy bonito. Luego vi en la tele una fotografía de Tina Modotti hecha por Edward Weston por la que Madonna había pagado un pastizal. Y después, leyendo un libro en casa de Paco Taibo II en México que no tenía nada que ver, encontré una frase en un libro que me sé de memoria: «¿Y qué tuvo que ver en la muerte de León Trotsky la extraña pareja formada por el agente de la Kommintern, Vittorio Vidali, y la exótica aventurera Tina Modotti?» Con «exótica aventurera» ya me ganó. Taibo, que es un acumulador de libros impresionante, tenía la primera biografía de Modotti, escrita por la directora de fotografía del MOMA. El libro estaba lleno de errores, pero también de fotografías maravillosas. Cuando vi la de Edward Weston de Tina desnuda me dije: «Esta es mi chica para siempre».

–Tanto que ayudó a que Modotti tuviera su propia calle en Gijón, ¿no?

Unas feministas me pidieron diseñar un folleto para explicar que solo cambiando el nombre de 27 calles el 3 por ciento de mujeres pasaría al no sé cuántos por cien. Y yo les dije: «¿Y si en lugar de 27 son 28?» Y la 28 fue Tina Modotti.