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pintura

El gran y paranoico teatro de Dalí

El Teatro Fernando de Rojas exhibe por primera vez en España los telones que el genio del surrealismo diseñó para «Bacchanale»

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Escribía el poeta André Bretón en el «Manifiesto del surrealismo», en 1924, que esta corriente artística trata de expresar el funcionamiento real del pensamiento. Sin atender a la razón, transmite sin adornos ni florituras el subconsciente en su más cruda y caótica versión. Esta obra se publicó cuando Salvador Dalí apenas tenía 20 años. Vivía en Madrid, y era cuestión de tiempo que se convirtiese en el principal pintor surrealista a nivel mundial. Hasta que pudo afirmar, y sin posibilidad de réplica, que «el surrealismo soy yo». Él, con sus figuras alargadas y fantasmagóricas, lejos de la estridencia gracias a la suavidad de su paleta, es el máximo representante de un surrealismo que no solo volcó en lienzos o cortometrajes, sino también en el teatro. Fue el 9 de 1939 cuando, en el Metropolitan Opera House de Nueva York, se estrenaba «Bacchanale», obra cuyo libreto fue escrito por Dalí. Una parte de este «ballet paranoico», como él mismo definió, ahora se exhibe en Madrid: del 22 de diciembre hasta el 6 de enero el Círculo de Bellas Artes ofrece, en su teatro Fernando de Rojas, «El Dalí más grande del mundo». Una exhibición que muestra de manera integral y por primera vez en España el telón original que el artista creó para el citado ballet.

Una caja de sorpresas

Para «Bacchanale», además del libreto y parte del vestuario, Dalí creó un impresionante decorado: un telón de fondo y cuatro conjuntos de lienzos, ideados para ser dispuestos a modo de marco. Explica Jorge Alcolea, galerista propietario de esta obra, que «en la época era habitual que grandes artistas crearan para el teatro». También lo hizo, por ejemplo, Picasso, quien se encargó del vestuario y telón del revolucionario ballet «Parade» que se presentó en París en 1917, así como Joan Miró o Giorgio de Chirico. En el telón de Dalí, se muestra el Monte de Venus como elemento central, vinculado al mito de Leda y el pecado femenino. También integra referencias renacentistas, recursos de la pintura flamenca del siglo XV y variados detalles inquietantes, característicos de su pincel.

Una gran obra que sorprende al espectador nada más cruzar la puerta del teatro, y que pese a sus grandes dimensiones «cabe en una caja», apunta Alcolea, «esta obra estuvo dos años en cartel, volvió en 1947 y posteriormente en 1967. Entonces, el telón se metió en una caja que heredó uno de los bailarines del ballet, quien lo donó al depósito de la Universidad Butler». En 2019, salió a subasta, y el coleccionista se hizo con él, mostrándose «sorprendido porque es la primera vez que veo los trece telones colgados. Los he visto por partes, pero nunca así».

El estreno de «Bacchanale» en 1939, con la compañía del Ballet Russe de Montecarlo, fue un éxito rotundo, a pesar de la ausencia del artista, quien no pudo asistir al estar en Francia con la Segunda Guerra Mundial recién desatada. Dalí pensó en un primer momento que el espectáculo debía ser una trilogía, que incluiría también los ballets «Laberinto» y «Sacrificio», y de los cuales solo el primero se llevó a cabo. La producción de «Bacchanale», además, contó con otras figuras de renombre, como Coco Chanel, que realizó parte del vestuario. El artista estaba, por tanto, volcado en este proyecto, e ideó los telones no como otro de sus cuadros, sino como el marco de una danza. Por ello, desde el Círculo de Bellas Artes ofrecen dos tipos de visita. Por un lado, se puede observar el telón con escenario vacío y a modo de museo, cada día entre las 11:00 y las 14:00 horas. Por las tardes, de 19:00 a 20:00 horas se ofrecen visitas treatralizadas gratuitas –con retirada de invitación previa–, en las que las tablas se ocupan por un ballet performativo que contextualiza esta invención daliniana, reinterpretando algunas de las partes más significativas de «Bacchanale». Está coreografiado por Tania Arias y dirigido por Jaime Vallaure. Explica éste último que «hay una dinámica en el surrealismo que tiene que ver con juntar dos palabras que no tienen nada que ver, pero que generan una situación excepcional». En este caso, Vallaure y su equipo juntaron «Dalí» y «Navidad», una «técnica que forma parte de nuestra práctica creativa diaria», asegura.

Se abre, por tanto, el telón de un Dalí que parece nunca dejar de sorprender, y con el que el propio artista buscaba, como en sus pinturas, explorar los límites de la visión. Inquietantes calaveras, cajones alusivos al inconsciente, uso magistral de la perspectiva y figuras espectrales y sensuales forman un decorado cargado de ambigüedades, ingenio y, por tanto, reflejo absoluto y real del pensamiento.