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cultura
Picasso en el caleidoscopio cultural de Asia
Una muestra en Hong Kong plantea su relación con artistas del continente y deja en el aire un subtexto político

Desde un caótico Guernica compuesto por granos de arena de vibrantes colores, hasta las dinámicas pinceladas de la obra maestra cubista Los Pájaros muertos (1912), las escenas de la mente creativa de Pablo Picasso (1881-1973) cobran vida estos días en las paredes del museo hongkonés M+, un auténtico faro de la cultura visual contemporánea en Asia. La exposición ‘Picasso para Asia – Una Conversación’ se presenta de una manera singular, diseñada para establecer un diálogo intercultural e intergeneracional que conecta la monumental obra del genio malagueño con un selecto grupo de artistas asiáticos.
Los colores vibrantes, los retratos cubistas que fragmentan la realidad y las composiciones pictóricas anárquicas, parecen alejarse drásticamente de las concepciones tradicionales de belleza en la cultura asiática. No obstante, la admiración que sienten por Picasso ha alcanzado niveles verdaderamente notables. El efecto de la figura de Picasso en territorio asiático podría compararse con el estatus casi mítico de los bolsos Birkin, una marca que representa lujo y deseo desmedido. Sus creaciones se han establecido como un símbolo de prestigio en el mercado del arte contemporáneo.
Hace unos tres años, el museo M+, en colaboración con French May, estableció contacto con el Musée National Picasso-Paris, hogar de más de 5.000 obras del maestro. Esta colaboración es especialmente notable porque incluye piezas nunca antes expuestas de los años 30, las cuales fueron cuidadosamente extraídas del estudio del artista tras su muerte.
Lo que singulariza esta muestra respecto a exposiciones anteriores de Picasso es su narrativa, que posiciona al célebre artista español en paralelo con 130 obras de 30 creadores asiáticos y de la diáspora activos desde principios del siglo XX hasta nuestros días, quienes carecen de una conexión natural evidente con el malagueño.
Este enfoque curatorial enriquece la comprensión del legado picassiano y permite una exploración de las intersecciones culturales y de las influencias recíprocas entre diversas tradiciones. Al establecer esta conversación, se evidencia la pertinencia atemporal de Picasso y su resonancia en el arte contemporáneo asiático, desafiando las nociones convencionales y propiciando una comprensión más profunda de su impacto. Su creatividad ha influido en contextos variados, configurando un espacio para la reflexión sobre la naturaleza global del arte y su capacidad intrínseca para aglutinar experiencias culturales disímiles.
Para subrayar la atemporalidad de su discurso artístico, la diversidad de Picasso se manifiesta en un intercambio enriquecedor con obras de destacados talentos de las Colecciones M+, incluyendo a figuras como el hongkonés Luis Chan (1905–1995), Isamu Noguchi (1904–1988), el chino Gu Dexin (1962), la india Nalini Malani (1946), el japonés Tanaami Keiichi (1936–2024) o la coreana Haegue Yang (1971).
La exposición va más allá de las piezas que revelan su característico estilo surrealista, como "El acróbata" (1930), "Figuras al borde del mar" (1931), Naturaleza muerta grande con mesa pedestal (1931) o "Retrato de Dora Maar" (1937). Los comisarios, conscientes de su importancia en el contexto de la región, se han propuesto destacar una faceta del genio que ha sido históricamente menos explorada.
Los visitantes de esta esperada cita en la ex colonia británica tendrán la oportunidad de apreciar una cuidada selección de obras que creó durante su breve estancia en Asia, así como piezas inéditas que reflejan eventos significativos del continente. Entre ellas, destaca "Massacre en Corée" (1951), considerada una clara manifestación de propaganda comunista en el marco de la Guerra Fría. Esta obra se erige como un potente manifiesto antibelicista que encarna la brutalidad del conflicto, similar a la función que "Guernica" desempeñó durante la Guerra Civil Española. Cabe resaltar que, a pesar de no haber visitado jamás el país asiático, su intervención pictórica se fundamentó en los ecos de la información que recibió sobre la realidad del conflicto. Así, su capacidad para plasmar la angustia humana subraya su compromiso con la denuncia social.
Además, los apasionados del arte podrán apreciar carteles y sellos que presentan la icónica imagen de la Paloma de la Paz, un símbolo que la República Popular China imprimió en agosto de 1950. En un momento en que Picasso se identificaba como comunista, su arte gozó del favor de los líderes de la RPC, destacando su capacidad de resonar en diferentes contextos políticos.
El ícono indiscutible de la modernidad artística, ha encontrado su lugar en el vasto panorama cultural chino, un desarrollo sorprendente que se ha gestado a lo largo de las décadas. Su afiliación al Partido Comunista jugó un papel decisivo en esta aceptación inicial; tras la victoria comunista en 1949, su emblemática paloma de la paz se alzó como un símbolo en una conferencia internacional en Pekín, acompañada por los retratos de figuras como Stalin y Mao, evidenciando su relevancia en un contexto sociopolítico en plena transformación.
Sin embargo, la Revolución Cultural trajo consigo un borrón en su historia, ya que fue relegado a la lista negra de artistas considerados como representantes de una influencia burguesa intolerable. A pesar de este paréntesis, el renacer de su obra se materializó a principios de la década de 1980 con una exposición que presentó 30 de sus obras, atrayendo a un público ansioso por redescubrir el arte europeo tras décadas de aislamiento cultural.
Su figura, cuya influencia ha sido crucial en la formación del gusto en Oriente y Occidente, mantiene un estatus de celebridad y se erige como un símbolo de la búsqueda de libertad artística. El impacto de su herencia se ve amplificado por el valor astronómico de sus trabajos, convirtiéndose en un referente que trasciende fronteras y épocas.
El desenfadado estilo de vida de Picasso evoca la figura de eruditos célebres de la antigua China, como Ming Tang Yin (1470-1524). Este polifacético virtuoso, reconocido no solo por su poesía sino también por sus delicadas pinturas en tinta, fue conocido por haber estado casado con tres mujeres. En esta misma línea, el artista moderno Zhang Daqian (1899-1983), que tuvo la singular oportunidad de cruzarse con él en Niza en 1956, también compartía un estilo de vida intrigante. Zhang, que se convirtió en un gigante del arte moderno, no sólo honró las tradiciones del paisajismo chino, sino que innovó con un lenguaje artístico audaz en sus vibrantes pinturas y retratos femeninos. Además de su destreza artística, era conocido por su vida amorosa activa, habiendo tenido cuatro esposas y numerosos romances
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