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“Operación Fortune”: la inteligencia artificial de Guy Ritchie

El verborreico cineasta sigue fiel a las dosis ingentes de acción y entretenimiento canallesco en su última cinta, protagonizada, esta vez, por un multimillonario y ultra bronceado Hugh Grant y un Josh Hartnett resucitado
Photo Credit: Daniel SmithDaniel Smith
  • Periodista. Amante de muchas cosas. Experta oficial de ninguna. Admiradora tardía de Kiarostami y Rohmer. Hablo alto, llego tarde y escribo en La Razón

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Lejos quedó para algunos el sangriento gamberrismo tarantiniano de las primeras películas en donde primaba la narrativa callejera del trapicheo británico, inteligentes pátinas de humor negro regaban los diálogos sobre los que estaban edificadas tramas enrevesadas y el uso vertiginoso de la cámara perfilaba ya un discurso cinematográfico propio y distintivo. Con todo, el estilo empastado y verborreico de Guy Ritchie sigue suscitando sentimientos encontrados en un público que durante los últimos años viene apreciando una forma de hacer cine por parte del director de “Snatch: Cerdos y diamantes” mucho más comercial y efectista –que bebe del maximalismo explosivo de Michael Bay en lo que a detonaciones, persecuciones y violencia gratuita se refiere–, pero que sigue resultando igualmente disfrutable y entretenida.
En “Operación Fortune: El gran engaño”, la nueva propuesta audiovisual del eterno ex de Madonna, volvemos a toparnos, como ya ocurría en “The Man from U.N.C.L.E.” o “The Gentlemen: Los señores de la mafia”, con un plantel de tipos duros y bien trajeados, portadores todos ellos de una inteligencia privilegiada que les permite descifrar sistemas informáticos imposibles antes de lo que dura un pestañeo, pilotar helicópteros con destreza en situaciones extremas, alardear de una conducción deportiva por desfiladeros poderosos y sortear las balas con una flexibilidad inaudita segundos antes de cargarse a los malos.
Dispuestos a barrer el mundo de calaña y perfiles amorales promoviendo mensajes bienintencionados de preservación de la seguridad global y capitaneados de nuevo por un solvente Jason Statham, habitual colaborador con el que Ritchie comenzó su inquebrantable idilio en el 98 gracias al atraco perfecto de “Lock and Stock” y cuya rigidez anatómica parece estratégicamente diseñada para el reparto sistemático de golpes y la provocación involuntaria de suspiros, en esta ocasión el equipo gubernamental reclutado tiene como misión rastrear y detener la venta de nuevas tecnologías procesadas con inteligencia artificial que se encuentran en manos del multimillonario y escandalosamente barnizado Greg Simmonds (a quien da vida un eterno cautivador como Hugh Grant).
Entre la agilidad de unas conversaciones rápidas y directas, la sofisticación de unas localizaciones atrayentes y algún que otro sazonador de humor negro que retrotrae a los comienzos del cineasta, transita la acción de tres personajes; el agente del MI6 de apetencias sibaritas Orson Fortune (Statham), Sarah Fidel, contratista privada y cráneo privilegiado de todo lo cibernético y el implacable francotirador JJ, quienes comparten el objetivo de enganchar a una de las estrellas de cine más importantes de Hollywood, interpretado por un desaparecido Josh Harnett que reaparece con gracia, para que los ayude en la pertinente tarea de detener a Simmonds.

El dinero como motor

Reconoce el director acerca de la anticipación de la temática escogida para la trama que “tuvimos la idea de hacer una película de espionaje unos ocho meses antes del inicio de la producción. En preparación, vimos cada película de espionaje que pudimos conseguir. No me gustó nuestra premisa inicial, así que empecé de nuevo. Después de escribir una nueva escena, que es la que ahora abre nuestra historia, supe cuál sería el tono de la película, y me gustó”, señala en referencia al plano inicial de la cinta en donde la omisión consciente del sonido de la ráfaga de disparos que tienen lugar en los primeros segundos de metraje y su sustitución por la música que adorna de forma paralela otra escena secundaria de sosiego y burocracia, da buena cuenta del inicio del juego. Estamos, efectivamente, ante una película de Guy Ritchie y esta es solo la primera ficha del tablero escénico en moverse.
Por su parte, Hugh Grant, experto productor de encanto ilimitado cuyo personaje encuentra motivación exclusiva en el dinero, advierte de que Greg “es uno de esos multimillonarios que ha llegado a considerarse un buen hombre a pesar de que vende armas en todo el mundo. Cree que tiene valores, y ama la vida, la gente y su equipo. Creo que es importante disfrutar del personaje que interpretas, y yo disfruté mucho siendo Greg porque casi todos los actores prefieren ser el malo. Son más divertidos, más deliciosos”, reconoce. Casi tanto o más que el impredecible y sardónico estilo de Ritchie.