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Unos restos únicos

Las Colecciones Reales abren la puerta fundacional de Madrid

A un mes de su inauguración, la nueva Galería de Patrimonio Nacional presenta el tramo más antiguo de la muralla árabe

«Fortíssima de cal y canto y argamasa, leuantada y gruessa, de doze pies [casi tres metros y medio] en ancho, con grandes cubos, torres, barbacanas y fosos». Así era la primera muralla de la que dispuso Madrid (Mayrit) en boca de Jerónimo Quintana, decano de los cronistas de la villa y quien en el siglo XVII recogía la grandeza de una construcción de la que hoy prácticamente no queda nada: apenas una pincelada en la Cuesta de la Vega (reparada en los siglos posteriores) y, ahora, no muy lejos de allí, otro fragmento en la Galería de las Colecciones Reales. «El tramo más antiguo de la muralla árabe, la fundacional», confesaba, ayer, Ana de la Cueva –presidenta de Patrimonio Nacional– frente a la gran vitrina que acoge la fortificación. En el terreno en el que se ha levantado el museo que se inaugurará el 28 de junio, aparecían ya en 1999 unos restos que se dejaron protegidos con una lona hasta que en 2018 se retomaron las labores. Miles de objetos (cerámicas, porcelana china del siglo XVII y otros utensilios del día a día de «una zona noble») que se han recogido en 200 cajas a la espera «de ser estudiados en profundidad para, más tarde, poder mostrarlos al público», apuntaba Álvaro Soler, responsable de la Real Armería del Palacio Real de Madrid.

Pero la joya de la presentación eran esos restos de los que al principio «no se conocía muy bien su importancia». «Sí sabíamos, cuando se proyectó el edificio, que habría restos arqueológicos», confesaba De la Cueva. Fueron los trabajos posteriores los que sacaron a la luz «la única puerta [de la época musulmana] de acceso a la ciudad de Madrid que se conserva». La relevancia del descubrimiento llevó a cambiar la estructura de la Galería e integrar la muralla a la visita. «El edificio más antiguo de la ciudad dentro del más moderno. En el ADN de Patrimonio Nacional está conservar este legado y ponerlo en valor para poder entender el contexto histórico», continuaba la presidenta sobre la que «podría ser», señalaban, la Puerta de la Sagra.

«Se trata de una puerta fundacional que miraba al río Manzanares y que aparece documentada en dibujos del siglo XVI», explicaba Soler. Con este hallazgo, Madrid (fundada por el quinto emir de Córdoba, Muhammad I) se convierte en «la única capital europea con vestigios de verdad fundacionales, la única capital de la Unión Europea con un pasado musulmán fundacional, eso es lo que nos diferencia», continuaba el experto.

La sala de la Galería de las Colecciones Reales en la que se podrán ver los restos de la fortificación tendrá un gran cristal que protege los restos arqueológicos (se verán los muros en alzado de los años 850-886) hechos con sillares de ladrillo y de sílex y con alguna inserción de piedra caliza de grandes proporciones; y por otro lado (y a la espera de sumar el resto de utensilios encontrados), en ella también se podrá ver un audiovisual que reconstruye, gracias a un modelo 3D, los sucesivos recintos amurallados de la ciudad de Madrid, desde la fundación del primer castillo hasta el momento actual: «Los visitantes tendrán la ocasión de contrastar esta reconstrucción con los restos localizados en la excavación realizada para poder construir la Galería de las Colecciones Reales».

Respecto al tipo de construcción, Soler quiso destacar que «recuerda mucho, en cierto sentido, a la arquitectura romana y está hecho a propósito porque los califas de Córdoba cuando hacen un edificio oficial y quieren señalar que es un edificio representativo o representante del poder central tienden, como en otras en otros momentos de la historia, a recuperar un poco ese ideal del vestigio romano», profundizaba. Así, la investigación realizada ha permitido reconstruir el aspecto original de la puerta: un arco de herradura con dovelas, probablemente pintadas en blanco y rojo, claves del poder de la dinastía Omeya.

La técnica empleada en su construcción, con un aparejo de grandes sillares, junto con la escasa distancia entre las torres, y la inclusión de una base o zarpa escalonada, han permitido datar el origen de la edificación en el siglo IX, cuando el emir de Córdoba construyó un conjunto de fortificaciones para proteger Toledo. «Uno de estos castillos defensivos se alza en Madrid, y los hallazgos que se exhiben en la sala arqueológica de la Galería son parte de la fortificación que daba apoyo a Toledo», puntualizaba Soler de un edificio defensivo que buscaba protegerse de los reinos cristianos del norte de la Sierra de Guadarrama.

Los restos de muralla se elevan hasta los 1,70 metros de altura y en ellos también se pueden observar las inserciones de dos edificios, que servía para defender la ciudad contra las revueltas de la época y que servía para conectar con la zona de las huertas de la época junto al río. El tiempo y los trabajos de recuperación han dejado a la vista lo que queda de este muro de tres metros de ancho –como apuntaba Quintana– que da idea de «la potencia de esta fortificación, algo realmente inusual que quiere decir que es una fortaleza muy potente. Para ver este tipo de puertas tendríamos que irnos a Toledo, y su Puerta de Alcántara, que sería muy parecido; y también incluso a la ciudad de Sepúlveda». A su vez, se ha «recrecido el suelo para dar una idea de que esto es una fortaleza que cae a los ríos, o sea, sería el borde de caída del barranco hacia el Manzanares».