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Las confidencias de Sabino Fernández Campo

El exjefe de la Casa Real compartió algunos de los secretos mejor guardados
Sabino Fernández Campo.
Sabino Fernández Campo.Alberto AjaEFE

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«Valgo más por lo que callo que por lo que hablo...». Así de rotundo y enigmático se mostró Sabino Fernández Campo conmigo al preguntarle, a finales de 1999, si pensaba publicar algún día sus memorias. El conde de Latores, secretario general y jefe de la Casa del Rey entre 1977 y 1993, fue hasta el mismo instante de su muerte, el 26 de octubre de 2009, un ejemplo vivo de honradez y lealtad acrisoladas. Falleció, fiel a su palabra, sin propalar sus recuerdos más íntimos. Lo hizo en privado, eso sí, como la tarde en la que pude charlar con él de lo divino y de lo humano en un rincón del Club Financiero Génova, en la última planta del Centro Colón de Madrid. Salieron a relucir entonces, deshilvanadas, algunas de sus vivencias junto al rey.
Supe así que, en cierta ocasión, estando en La Zarzuela, su majestad le apuntó en broma con una pequeña pistola adquirida por catálogo fuera de España, creyendo que no estaba cargada. El destino quiso que aquella vez el monarca no llegara a apretar el gatillo más que contra una de las paredes, desconchada por el proyectil. Durante la animada conversación, Sabino me confirmó también el intento de secuestro de la infanta Cristina a manos de la banda terrorista ETA, en 1984. La hija del rey cursaba entonces primero de Ciencias Políticas en la Universidad Complutense, donde se licenciaría cinco años después. Cristina se convirtió así en la segunda infanta de su dinastía, junto con Isabel, «la Chata», que fue objetivo de una banda de asesinos.
La infanta ha demostrado ser una especialista del trapecio que, a veces sin saberlo, ha caminado peligrosamente por la cuerda floja de la vida. El ex jefe de la Casa del Rey me corroboró aquella tarde, en líneas generales, la versión que Carmen Iglesias, antigua preceptora del príncipe Felipe y tutora de la infanta Cristina, contó a la periodista Pilar Urbano y que ésta recogió en su primer libro de conversaciones con la reina Sofía. La «buena estrella» a la que alguna vez ha aludido don Juan Carlos y la eficaz actuación de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado han hecho posible que la Familia Real y los españoles no hayan tenido que lamentar hasta hoy ninguna desgracia en este sentido.
ETA, como decimos, pensó en secuestrar a la infanta Cristina en el primer trimestre del curso 1984-1985. Acababan de ser asesinados el médico y dirigente de la izquierda «abertzale» Santiago Brouard y el senador socialista Enrique Casas. La banda terrorista mantenía entonces un pulso a muerte con los GAL. El jefe de la Casa del Rey, Sabino Fernández Campo, telefoneó a Carmen Iglesias, encargada de los estudios de la infanta: «Carmen, ¿podrías venirte a Zarzuela, ahora mismo? La Reina quiere verte». «¿Ocurre algo?», contestó. «Bueno... Es que, al parecer –continuó la conversación–, los de Seguridad han tenido noticias de algo raro, y están asustados. Quieren retener a la infanta Cristina en palacio, para que no vaya a clase».
Iglesias acudió de inmediato a La Zarzuela, donde se reunió con el coronel Manuel Blanco Valencia, del arma de Caballería, responsable de los servicios de seguridad, integrados sobre todo por miembros de la Guardia Civil y del Cuerpo Superior de Policía. La Reina quiso estar presente. Era partidaria de que su hija siguiese las clases como si nada sucediera, y en un momento determinado intervino: «Pero vamos a ver, Blanco, ¿qué es lo que teméis?, ¿el tiro?, ¿una bomba?». Blanco contestó: «No, señora. Ni el tiro, ni la bomba, porque eso para ETA sería echarse impopularidad encima».
Entonces, ¿qué?
Pues, por la información que tenemos, podrían estar planeando un secuestro. El secuestro de una hija de los reyes sería para ETA el mayor impacto jamás logrado...
¿Cómo van a intentarlo, si la infanta va protegida por nuestra gente? (preguntó la reina).
Es que, Majestad, nuestra gente, los inspectores, se quedan fuera del aula. Dentro, en la clase, la infanta está sola. Y si ocurre algo ahí, nosotros no podemos hacer nada. Y la inspectora que va con ella es como si no existiera, porque una mujer sola, frente a un comando de ETA en acción, no puede actuar. La neutralizan en dos segundos. Eso es como nada.
Pero, en esa aula, la infanta no está sola: están todos sus compañeros, ¿no?
Sí...
¡Pues ellos la defenderán!
La infanta Cristina volvió a bordear peligrosamente el abismo, sin darse cuenta a veces, en otras ocasiones de su vida...
La fecha: 1999
«Valgo más por lo que callo que por lo que hablo...». Así de enigmático se mostró Fernández Campo conmigo al preguntarle si pensaba publicar sus memorias.
Lugar: Madrid
Sabino Fernández Campo me confirmó también el intento de secuestro de la infanta Cristina a manos de la banda terrorista ETA, en 1984.
La anécdota
Estando en el Palacio de la Zarzuela, el rey le apuntó en broma con una pistolita adquirida por catálogo fuera de España, creyendo que no estaba cargada.