Crítica de "Teresa": fantasías de una Santa ★★ 1/2

Santa Teresa de Jesús veía en la clausura una sublimación de la libertad. En estos tiempos de sobreexposición del yo, su postura vital aparece como revolucionaria. Entender el repliegue interior e íntimo como acto político fue su pecado mortal, al menos ante el brazo armado de la Contrarreforma, tan proclive a condenar lo que escapaba de su control, o lo que es lo mismo, del reino de lo visible.

Por eso, en este toma y daca entre fuerzas opuestas -la del espíritu y la de la materia-, que Juan Mayorga dialogó en la obra “La lengua en pedazos”, la auténtica batalla se libra entre la imagen y la palabra, entre la representación y el signo que la evoca. Esa evocación genera un mundo paralelo de recuerdos, apariciones, milagros y mundos fantásticos, que ponen en tela de juicio la compleja subjetividad de Santa Teresa, y que la puesta en escena de Paula Ortiz, en ocasiones poco proclive a la sutileza, satura de excesos visibles.

El que esto suscribe habría preferido que las mesuradas interpretaciones de Portillo y Etxeandía se quedaran encerradas en un duelo dialéctico cuyas ambigüedades surgieran de un fuera de campo, que hiciera posible que todos, en el ejercicio salvaje de la imaginación, nos convirtiéramos en Santa Teresa.

Lo mejor:

Portillo y Etxeandía defienden el bello texto de Mayorga con la fe y la duda en las venas.

Lo peor:

Las fugas visuales que provoca la fe de Teresa, en exceso barrocas.