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¿El control de las mujeres o el control de la Historia?

Analizar «los mecanismos de dominación» que han afectado a las mujeres no supone ninguna satisfacción
Leonor de Aquitania (1122-1204) ejerció el poder en un mundo denominado «de hombres»
larazon
La Razón

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Si preguntamos a nuestros hijos (e hijas, claro) qué les parece la asignatura de Historia tal como está concebida actualmente en sus currículos, en muchos casos, su boca se abrirá con un bostezo. Culpa de los programas, anticuados y definidos según lo que se enseñaba en las Universidades en los años 80, y también de una serie de reformas de la enseñanza que lo único que han hecho ha sido «descafeinar» y desproveer a la pobre Historia de sus hilos narrativos para dejarla en una serie de pensamientos e ideas inconexas.
Además, la mayoría de los chicos (y chicas, claro) opinará que estudiar Historia Contemporánea reiterativamente en nada menos que tres cursos de su currículo no hace más que aburrirles con todos los nombres de los militares que dieron golpes de Estado en el siglo XIX, de las miles de constituciones que no triunfaron, los avatares de un buen número de presidentes de las dos repúblicas cuyo estudio se parece más al de los próceres de las repúblicas sudamericanas que a una interpretación moderna de la Historia, y otra vez, el nombre de todos los presidentes de la democracia post-1975, como si se tratara de los antiguos listados de los reyes godos.
Las reformas de la enseñanza no han hecho más que “descafeinar” la Historia
Partimos de una descalificación bien afianzada, que consiguieron los grandes catedráticos de Historia Contemporánea de la recién estrenada Transición cuando decidieron que solo estudiando este periodo podrían nuestros jóvenes hacer frente a los desafíos que esperaban al país. El resto de las Historias, que abarcan siglos y siglos de avatares de la Humanidad, no servían para nada en las nuevas circunstancias, y eran tachadas de anticuadas y poco modernas para la nueva era que se auguraba en España. A tantos años vista, los currículos de Historia no han recuperado su aprecio por una Historia global, equilibrada, amplia y abierta, que no dedique toda su intensidad a dos siglos en vez de a todos los que han construido este espacio que no siempre estuvo limitado por la «piel de toro» de la Península.
Si uno (o una, claro) tiene hijas feministas (o hijos, claro), como es el caso, y ejerce todos sus derechos como mujer en este país, que afortunadamente son muchos hoy en día –más que en muchas democracias de diverso sesgo en todo el mundo–, analizar «los mecanismos de dominación, control, subordinación y sumisión» que han afectado a las mujeres a lo largo de la historia no supone la más mínima satisfacción. Más bien querríamos estudiar cómo ellas, en todas las épocas y lugares, han sabido sustraerse a dichos mecanismos para elevarse por encima de ellos y tener una vida plena y desbordante.
En un moderno webinar sobre el trabajo femenino de las minorías religiosas en la Edad Media se nos explicó hace unos días cómo esas mujeres de las ciudades ibéricas podían ser miembros de sociedades mercantiles, actuaban ante el notario sin tener procurador ni acudir a sus maridos, dejaban su herencia a sus hijos (e hijas, claro) conociendo y manipulando las limitaciones vigentes en determinados sistemas de derecho. ¡Vamos lo mismo que las mujeres de la 1ª República, o las que vivieron en la España franquista! Pero eran medievales…
***Ana Echevarría Arsuaga es catedrática de la facultad de Geografía e Historia de la UNED