Los secretos de una relación
Franco versus José Antonio: el encuentro que lo cambió todo
Mucho se ha especulado sobre la relación de dos figuras clave en la historia de España, que fueron diametralmente opuestas en su manera de entender el poder
Mucho se ha especulado sobre la relaciónentre Franco y José Antonio. Eran dos personas muy distintas, y hasta diametralmente opuestas en más de un sentido. Para empezar, Franco fue un líder militar, mientras que José Antonio lo era de la política. El primero era parco en palabras y reservado, como buen gallego; al contrario que el segundo, locuaz y persuasivo, dotado de un carisma avasallador que dominaba para colmo el inglés y francés en aquella época en la que quien sabía sumar con los dedos era casi licenciado. Franco, en cambio, se lamentó a lo largo de su vida por no saber inglés: «En ocasiones como ésta, siento de verdadero corazón no dominar el inglés», entonó su mea culpa el 7 de mayo de 1950 ante una audiencia de congresistas estadounidenses.
Al margen de sus apariencias físicas, tan distintas también, Franco y José Antonio comulgaban con la fe católica. Ambos fueron testigos, junto a Pedro Sainz Rodríguez, de la boda por la Iglesia de Ramón Serrano Súñer con Ramona Polo, celebrada en febrero de 1932. Desde entonces, poco trato hubo entre ellos. El primer reencuentro del que se tiene constancia es puramente epistolar: una extensa carta de José Antonio a Franco del 24 de septiembre de 1934. En ella, el líder falangista prevenía al general del peligro inminente de la revolución de Asturias tras su infructuosa entrevista con el ministro de la Gobernación: «Ya conoce usted –advertía José Antonio– lo que se prepara: no un alzamiento tumultuario, callejero, de esos que la Guardia Civil holgadamente reprimiría, sino un golpe de técnica perfecta, con arreglo a la escuela de Trotsky, y quién sabe si dirigido por Trotsky mismo (hay no pocos motivos para suponerle en España). Los alijos de armas han proporcionado dos cosas: de un lado, la evidencia de que existen verdaderos arsenales; de otro, la realidad de una cosecha de armas risible. Es decir, que los arsenales siguen existiendo».
José Antonio se despedía así de Franco: «Todas estas sombrías posibilidades, descarga normal de un momento caótico, deprimente, absurdo, en el que España ha perdido toda noción de destino histórico y toda ilusión por cumplirlo, me ha llevado a romper el silencio hacia usted con esta larga carta... Por si en esa meditación le fuesen útiles mis datos, se los proporciono». La carta no obtuvo respuesta. Dos años después, antes de las elecciones de febrero de 1936, José Antonio recurrió al cuñado de Franco para que le organizase una entrevista personal con éste. El general acudió con sus andares sedentarios, de soldadito de cuerda, a casa del padre de Serrano Súñer, en la calle Ayala de Madrid.
El contraste físico entre ambos interlocutores era palmario: uno, de 43 años, bajito y poco agraciado, con voz atiplada; el otro, de 32, alto, apuesto y con ademán juvenil. «José Antonio –recordaba Serrano Súñer– estaba obsesionado con la idea de la urgente intervención quirúrgica preventiva [un alzamiento en toda regla] y de la constitución de un gobierno nacional que, con ciertos poderes autoritarios, cortaran la marcha hacia la revolución y la guerra civil».
José Antonio quedó desengañado tras aquel encuentro, como advertía el propio Serrano Súñer, que lo presenció: «Fue una entrevista pesada y para mí incómoda. Franco estuvo evasivo, divagatorio y todavía cauteloso... José Antonio quedó muy decepcionado y apenas cerrada la puerta del piso tras la salida de Franco se deshizo en sarcasmos hasta el punto de dejarme a mí mismo molesto...». «Mi padre –comentó José Antonio–, con todos sus defectos, con su desorientación política, era otra cosa. Tenía humanidad, decisión y nobleza. Pero estas gentes...».
Encarcelado en la Modelo
La cosa no acabó ahí. Poco después, los estamentos mayores de la derecha acordaron proponer a José Antonio como candidato para la segunda vuelta electoral que debía celebrarse en la circunscripción de Cuenca. Deseosos de una mayor espectacularidad, decidieron unir en la misma candidatura el nombre de Franco y el de José Antonio.
Encarcelado entonces en la Modelo, el líder falangista se negó a concurrir a los comicios en la misma lista que Franco. Encomendó a Serrano Súñer que gestionase en el círculo próximo al general su propia exclusión de la candidatura alegando que no deseaba presentarse junto con el entonces comandante general de Canarias. A lo que su hermano Fernando Primo de Rivera, preso también en la Modelo, apostilló con ironía, según recordaba Serrano Súñer: «Sí, aquí y para asegurar el triunfo de José Antonio no faltaba más que incluir el nombre de Franco y además el del cardenal Segura».
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