Entrevista

Geoff Dyer: "La decadencia es lo más interesante de los hombres"

El autor reflexiona sobre el ocaso de varias personalidades en "Los últimos días de Roger Federer y otros finales"

El ensayista Geoff Dyer
El ensayista Geoff DyerGeoff Dyer

Dyer ha logrado algo meritorio: que las derrotas que trae el calendario no dejen en el paladar un sabor agridulce. El escritor presenta la contradicción de los británicos que residen en la ciudad de Los Ángeles. Conserva en la piel esa bronceada salud que suele dejar bañarse en las aguas del Pacífico y al tiempo el sutil sentido del humor inglés que le hace sonreír con ironía cuando habla del dolor de rodillas que desde hace años siente cuando practica deporte. Quizá es la encrucijada vital más adecuada para analizar el horizonte de vencimientos, renuncias, últimas horas y abdicaciones que suelen acorralarnos en la vida.

«Creo que lo interesante son la decadencia, los cambios que van surgiendo de manera gradual en los superhéroes más que la manera en la que han adquirido sus poderes», comenta. El escritor alumbró un ensayo que cimenta sobre una estructura muy original, a base de fragmentos, techado con agudas reflexiones sobre las muescas del tiempo. Tomado a sus ídolos, de la música, la escritura y el deporte, y los examina, no bajo la luz del éxito, sino en su momento de declive: desde Kerouac hasta su admirado Roger Federer, que, aunque no es el nombre que ocupa más páginas en su libro, se trata del tótem, de la figura que encarna el retiro, el final. «Los tenistas, son felices cuando juegan, pero no pueden mantener esa felicidad cuando saben que no van a ganar. Federer se dice: no voy a volver a ganar un Grand Slam, aunque me gusta esta vida, jugar al tenis, viajar. Esto no es un tormento insoportable. Para otros jugadores, sí lo es. Como recompensa, ganó tres Slam más».

¿Es esa, entonces, la clave?

Tiene que ver con contemplar alternativas. No hacer nada después de una retirada resulta espantoso. Para escritores y atletas. Tienes que hacer algo con las horas del día. Aunque percibes que tus poderes están en declive, debes intentarlo. En el caso de los deportistas, el cuerpo dice: ya no más. Los escritores y artistas pueden ir tirando, aunque estén mermados.

¿Qué apreció del final de Roger Federer?

Cuando Nadal y Djokovic comenzaron a ganarle nos dimos cuenta de la belleza de su juego. Lo habíamos dado por hecho, pero no que podía ser tan frágil. Se apreció en la última fase de su carrera. Pero cuando ganó esos tres Grand Slam adicionales supuso la rara conjunción entre lo pragmático y lo artístico. Eso es menos habitual. Federer es un ejemplo de relación entre estética y eficiencia.

Hoy solo se persigue ganar.

Nuestra sociedad busca la eficiencia, y eso está en las antípodas de la estética. Por eso en el deporte es tan bonito cuando desaparece dicho conflicto.

Lo peor de los finales es abandonar la adrenalina. Lo ejemplifica con ese piloto de la RAF que tiene que dejar de combatir con los alemanes.

Echa de menos la intensidad del vuelo. Lo que hacía es peligroso. Andy Murray nunca parecía muy feliz en la pista, solamente cuando estaba exhausto. Esa adrenalina se ve sobre todo en el boxeo. Es el deporte más extremo y uno de los motivos por los que los púgiles se pierden al retirarse.

Federer es un ejemplo de relación entre estética y eficiencia

Geoff Dyer

¿Le preocupa ese momento?

Me preocupa que mis rodillas empeoren y tenga que dejar de jugar al tenis, y la demencia. Cualquier tipo de demencia me horroriza. Que el cerebro deje de funcionar... El cuerpo humano es el motor del tiempo.

¿Y qué le sorprende del paso del tiempo?

No que mis rodillas me duelan más. Sí la aceleración de este cuando te haces mayor. Es una experiencia antológica, increíble. Tengo la sensación de que el tiempo avanza tan rápido que me parece ir en un coche a toda pastilla. El tiempo se agota y si tengo que escribir un libro, soy consciente de que cuanto antes lo haga, mejor. Antes podía hacer más cosas en una tarde. Hoy una tarde son dos minutos, no da para nada. Es la dimensión metafísica del tiempo libre.

Roger Federer golpea una derecha en un entrenamiento para la Laver Cup
Roger Federer golpea una derecha en un entrenamiento para la Laver CupANDY RAINAgencia EFE

¿Sintió el declive al concebir este libro?

Escribir es interesante porque pone a prueba tus habilidades. Yo pensaba que estaba en plena forma, pero mientras redactaba el libro las dudas que tenía sobre mis facultades encontraron respuesta. Definir la estructura fue una señal de salud mental para mí, y eso resultó tranquilizador. Cuando Martin Amis perdió su pulso lingüístico resultaba incómodo. Era como una persona mayor que se viste como un joven. Berger pasó los últimos meses en las montañas, apartado de la lengua de la calle. Se dio cuenta de que lo importante era su proximidad con la muerte, la fe. De ahí la profundidad y la calidad de sus obras. Supe que estaba en el momento adecuado. Tenía la edad para el declive. No podía posponer el libro a que fuera real. Respecto a mi escritura, de joven tenía grandes influencias y necesité tiempo para escapar de ellas y adquirir confianza en mí mismo. El humor es propio de mi identidad, pero me llevó tiempo desarrollarlo en mi escritura, darme cuenta de que no había oposición entre ser divertido y ser serio. Le diría que cada vez hay más presencia de un humor adolescente en mi escritura. Se trata de una prueba de mi madurez.

Los intelectuales pueden retrasar su retirada.

Sí. El atleta, como dijimos, no. Es poco habitual que tu mejor obra llegue a los 70 años, pero puedes escribir. El problema es que los lectores perciban el declive y tú no. Durante la redacción de la obra observé la decadencia de otros artistas. Era consciente de que estaba mirando a través de una ventana, hacia fuera, pero a la vez también era consciente de que esa ventana podía convertirse en un espejo y acabar viendo mi propio retrato en la superficie.

[[H2:«Los últimos días de Roger Federer y otros finales»: El último partido]]

Por Diego GÁNDARA

Geoff Dyer ha concebido un libro en estado de gracia sobre el final, el paso del tiempo y el retiro a través de figuras como las de Roger Federer

La vida, ya se sabe, no es eterna. Todo, a la larga, termina. A veces, esto depende de los casos, para volver a comenzar, pero, en definitiva, nada vuelve a ser como ha sido porque, al final, tras la caída del telón, todo ha concluido. Así se trate de la vida de un enorme pintor como es Turner o de un deportista de élite como Roger Federer, siempre hay un partido, siempre existe un cuadro que se pinta por última vez.

«Los últimos días de Roger Federer» a los que alude el título de este nuevo libro del escritor inglés Geoff Dyer hace referencia, en todo caso, a las cosas últimas, a los finales que, inevitablemente, acaban por llegar. Y lo hace apoyándose no solo en el final del tenista suizo, sino también en el de otros deportistas, como Andy Murray, y en el de otros artistas además de Turner, como Georgio de Chirico, y de escritores como D.H. Lawrence o filósofos como Nietzsche. Dividido en tres partes, cada una con sesenta breves capítulos en consonancia con los años del autor en el momento de la escritura del libro, el volumen no únicamente se centran en la etapa final de la vida o de las carreras de los artistas, sino que, además, también se refiere a otras cosas últimas, como los libros que se abandonan, los trenes que se pierden, los deportes que se dejan, los amores que se despiden, los tiempos que ya no vuelven o los nuevos sonidos que Dylan encontró después de una larga crisis creativa. Pero no se trata, pese a todo, de un libro crepuscular, de unas memorias otoñales al final del camino, de unas enseñanzas morales sobre el paso del tiempo, sobre el sentido de la vida.

Contra la melancolía, humor

Geoff Dyer ofrece una mirada, por suerte, que recurre al humor, que está muy presente en el libro, y a la cultura en general como antídoto contra le melancolía previsible del tema, además de contar anécdotas curiosas sobre personajes tan emblemáticos –ya lo trató él mismo en un libro anterior– como son D. H. Lawrence, que siempre echó la culpa a Europa de su enfermedad, o el célebre Turner, cuyos últimos cuadros todavía no se sabe si están acabados o si fueron abandonados. O, en otro ámbito, sobre los últimos días que pasó Nietzsche en la ciudad Turín antes de caer en las aguas de la locura mientras escribía «Ecce Homo», el que sería, sin él saberlo quizá, su punto y final literario.

Geoff Dyer, autor de una vasta obra de ficción, ensayos y narrativa en general con títulos como «Pero hermoso: un libro de jazz» o «Yoga para los que pasan del yoga», en este nuevo libro continúa esa línea en la que el humor se combina con la erudición pero, sobre todo, con la reflexión, una reflexión leve y también ingeniosa, sin nostalgias ni ocasos, sobre un tema tan hondo como el paso del tiempo, la finitud de la vida y otros ocasos.

▲ Lo mejor

El tono ingenioso y sincero para acercarse a Nietzsche o escribir sobre su propio dolor de espalda

▼ Lo peor

Como le pasa a muchos fans de Dylan, el autor da por seguro que el lector sabe mucho de él