
Sección patrocinada por 

Entrevista
Los nuevos apegos feroces de Arundhati Roy: "En Occidente se tiende a culpar a la madre de todo lo que te pasa en la vida adulta"
La célebre escritora india de "El dios de las pequeñas cosas" rinde homenaje ahora en "Mi refugio y mi tormenta" a la memoria de su madre, una figura contradictoria y compleja, generadora de intensos torbellinos afectivos

Situada detrás de esa membrana finísima y vibrante de confesionalidad que recubre la herida de los afectos complejos, Arundhati Roy recuerda en un pasaje de su última novela, "Mi refugio y mi tormenta", un pensamiento compartido en la primera que escribió: se marchó de casa alejándose con urgencia y radicalidad de su madre "no porque no la quisiera, sino para poder seguir queriéndola".
Como Tatiana Tibuleac en "El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes" o Vivian Gornick en "Apegos feroces" –salvando la disparidad temática de ambas pero coincidiendo en la revelación cruda de algunas alteraciones compartidas–, la destacada y reconocida escritora india, autora de uno de los grandes fenómenos literarios del último siglo como "El dios de las pequeñas cosas" y activista particularmente crítica con el nacionalismo hindú y el militarismo, cartografía sin rencor pero con distancia las aristas emocionales de un vínculo tan espinado y rugoso como el maternofilial utilizando las páginas como depositarios de memoria y homenaje a una figura que ya no está, que durante un tiempo prolongado concreto tampoco estuvo pero que cuando lo hizo, alfombró el camino vital de su vástaga con ternura y protección pero también con gestos y decisiones que generaban distancia y una sensación constante de amenaza.
Espinas como flotadores
Desterrando conscientemente las glorificaciones culturales a las que tantas veces esta figura familiar ha estado sometida, Roy reconoce ante el privilegiado encuentro mantenido con periodistas en Madrid con motivo de la presentación del libro: "Entiendo que las distintas culturas ven la figura de la madre de una forma totalmente distinta. En la India hay cierta tendencia a deificar a la madre que tiene hijos y por tanto deificar a esos hijos. Pero si las cosas no salen de la manera en la que se espera, se pasa de tener esa concepción de la madre diosa a una concepción de la madre demonio, porque no ha cumplido con los estándares que se esperaban de ella. En Occidente en general, especialmente en Estados Unidos y en Reino Unido creo que hay una cierta tendencia que se repite a la hora de culpar de todo lo que te sucede en la vida adulta a tu madre. Y eso es algo que nunca me ha gustado demasiado porque me da la sensación de que las personas adultas de cierta manera no crecen, porque siempre tienen a alguien a quien culpar. En el fondo es una forma de rebajar el movimiento feminista no a través del ataque a la mujer, sino a través del ataque a una madre. Me siento adulta, siento que he crecido y cuando pienso en mi madre ahora veo completo el abanico de todas las cosas que fue. Tenía su parte oscura, su parte brillante, su parte valiente. Todas esas cosas forman parte de mí y por tanto de mi escritura. La figura de mi madre pertenece a la literatura y por eso debía estar en estas hojas", señalaba en referencia a esa decantación tan manifiesta en su obra por la integración de la vida propia en la configuración del texto.
"Lo importante es cuestionarse siempre por qué hay cosas que la gente acepta que solamente benefician a muy pocos"
"Salvar el abismo que separa el legado de amor que dejó en aquellos cuyas vidas rozó de algún modo, y las espinas que clavó en mí, como pequeños flotadores en mi torrente sanguíneo –anzuelos enganchados todavía en el tejido blando, mientras la sangre hace su recorrido hacia y desde mi corazón–, es el motivo por el que escribo estas memorias. Escribirlas me resulta tan difícil como no escribirlas", describe Roy en un momento de la novela, admitiendo que ese dolor desequilibradamente infligido por la señora Mary Roy, la misma capaz de descoserle el corazón y después remendárselo, convive no precisamente con facilidad con la influencia poderosa y arrolladora de una educadora, feminista y figura de enorme autoridad moral, que llevó hasta el Tribunal Supremo de la India una batalla legal contra la Ley de Sucesión Cristiana de Travancore, que discriminaba a las mujeres en materia de herencia.
Preguntada por este periódico por el componente heredado de indignación y voluntad contestataria de la figura materna con el que su escritura se permea, la autora resalta en forma de despedida que "esta forma de mirar distinto es algo que no sólo viene de mi madre, sino de mi propio crecimiento y del hecho de haberme criado en un pueblo muy pequeño en el que la gente se acercaba y me decía ‘‘no perteneces a este lugar, no tienes dinero y no te vas a casar nunca”. Mi forma de responder a eso era: “es que ni quiero pertenecer a este lugar, ni quiero tener dinero aquí, ni me quiero casar con usted”. Los hombres de derechas son los que se enfadan especialmente con mi supuesta rabia, dicen que me enfado mucho y me denuncian por cuestiones absurdas. La última, que salga fumando en la portada de este libro. Lo importante es cuestionarse siempre por qué hay cosas que la gente acepta que solamente benefician a muy pocos".
✕
Accede a tu cuenta para comentar