Globalización

Un recorrido por la profunda simbiosis entre Mozambique y la India

Desde hace más de cinco siglos, pobladores indios se han introducido en la actual Mozambique, en una relación dominada por el comercio, la pesca, la religión y el colonialismo portugués

A lone man crosses the empty streets of Maputo, Mozambique, Monday, Oct. 21, 2024, during a nationwide shutdown protest following a disputed Oct. 9 election. (AP Photo/Carlos Uqueio)
Maputo, capital de Mozambique.ASSOCIATED PRESSAgencia AP

Existe un mundo más allá de Europa. Suena lógico, pero en ocasiones parece que hace falta recordarlo. Existen relaciones entre Estados y culturas, sueños conjuntos, simbiosis de sangre, tradiciones compartidas donde Occidente no alcanza la categoría de sombra, y una prueba reciente de esta clase de dinámicas pudo encontrarse en la última reunión sostenida entre los países BRICS en Rusia. Existen historias enrevesadas y apasionantes, muy alejadas del continente europeo; una de esta historias enrevesadas y apasionantes puede encontrarse en la relación entre la India y Mozambique. Dos naciones, dos culturas, dos continentes entrelazados en mayor o menor medida desde hace más de medio milenio, hasta el punto en que la India es hoy el mayor socio comercial de Mozambique… por delante de Portugal (antigua potencia colonial) o la propia China.

El comercio fue precisamente el primer punto de unión entre ambos territorios. De manera puntual pero constante, muchos comerciantes indios supieron integrarse durante el medievo en las rutas comerciales establecidas por las potencias musulmanas en dirección a la costa oriental africana. La isla de Zanzíbar (situada en Tanzania) y la isla de Mozambique (ubicada en el norte del país al que dio nombre), supusieron importantes enclaves comerciales en la rica compenetración África-Asia que llevaría lentamente a la instalación de ciudadanos indios en la costa del sureste africano. Eran pocos, no demasiados, aunque Vasco de Gama ya encontró a comerciantes hindúes en la actual Mozambique, allá por 1499, y el geógrafo árabe al-Idrisi también escribió en sus crónicas del siglo XII sobre comerciantes hindúes y somalíes que se habían trasladado a los territorios más australes del continente africano.

Porque existe un mundo inmenso más allá de Europa, es verdad, aunque antes o después aparecemos nosotros para acelerar cualquier proceso. Somos expertos en ir rápido. Si los árabes esclavizaron durante diez siglos a un total de doce millones de africanos, los europeos esclavizamos un número similar en dos siglos y medio. Expertos en acelerar. Por eso, cuando Portugal colonizó los territorios que hoy conocemos como Mozambique y resultó victorioso en sus combates contra el sultanato de Gujarat, en la India occidental, las relaciones ya existentes entre indios y mozambiqueños experimentaron un importante acelerón.

Los comerciantes del medievo fueron sustituidos por comunidades de pescadores procedentes de Goa que se instalaron en Katembe, al norte de Maputo, donde formaron un importante núcleo comunitario hace aproximadamente 300 años. Los vínculos entre los habitantes de Goa, pero también de las áreas de Damán y Diu, con la costa de Mozambique, eran múltiples: la tradición comercial del Índico, el catolicismo impuesto por Portugal a ambos lados del océano y que arraigó tanto en Mozambique como en Goa, la propia colonización portuguesa y sus métodos para incentivar los procesos migratorios, la creación de una clase alta de origen indio donde los colonos portugueses solían aterrizar en África como respuesta a los programas del Estado portugués dirigidos a las clases bajas de la metrópoli. Incluso puede encontrarse todavía un templo hindú en la famosa isla de Mozambique, pese a que su construcción data de hace tres siglos, como un recuerdo imperturbable de la historia que hoy conocemos.

Aunque Mozambique no obtuvo su independencia hasta 1974, los territorios portugueses en la India consiguieron liberarse del yugo colonial en la década de 1960. Esto supuso graves problemas para la comunidad india mozambiqueña, tal y como explicaba a LA RAZÓN el alto comisario de la India en Mozambique, Shri Robert Shetkintong: “después de la independencia de los territorios de Portugal en la India, los portugueses iniciaron una campaña de venganza contra los pobladores hindúes que se encontraban aquí. Muchos [indios en Mozambique] habían escogido la ciudadanía india o pakistaní después de la independencia, aunque no pocos decidieron optar por la ciudadanía portuguesa para evitar problemas”. La venganza a la que se refiere Shetkintong fue aquella donde centenares de familias de ascendencia india fueron recluidas por el gobierno portugués en campos de concentración, supuestamente con el fin de negociar un intercambio de prisioneros portugueses con las autoridades de Goa. Por otro lado, cabe a destacar que tanto la bibliografía como el alto comisario señalan que los indios mozambiqueños no participaron en la guerra de la independencia de Mozambique contra Portugal.

En definitiva, los indios que vivían en la colonia de Mozambique tras la independencia de Goa se vieron enfrentados a una difícil situación, al menos hasta que llegó por fin la independencia del país africano: nacionalizarse portugueses o ser fieles a sus orígenes y ser encerrados en un campo de concentración.

No fueron tiempos fáciles. El movimiento fue intenso durante la década de 1970. Unos fueron internados en los campos, otros regresaron a los territorios indios y pakistaníes para empezar de cero (otra vez); otros optaron por asentarse de forma definitiva en Portugal y crear una nueva diáspora que nacía de la diáspora india en Mozambique. Una diáspora de una diáspora. De Asia a África y de África a Europa. Como un éxodo que recorrió miles de kilómetros a lo largo de cientos de años.

Los que optaron por quedarse en Mozambique iniciaron, según confirma el alto comisario indio, una nueva etapa de comercio e intercambio con su tierra de origen. “El vínculo católico entre quienes procedían de Goa y los mozambiqueños impulsó los matrimonios interraciales, algo menos común entre los indios hindúes o musulmanes”. La integración alcanzó nuevos niveles. Asimismo, dos importantes productos comenzaron a comercializarse a gran escala desde Mozambique hacia la India: el carbón y el cacahuete.

El carbón, que supone un 30% de las exportaciones mozambiqueñas, es extraído por tres importantes empresas indias en la actualidad, entre las que destaca Coal India Africana Limitada (CIAL), una subsidiaria de Coal India Limited (CIL). En 2009 le fueron concedidos permisos de explotación para un área de 200 km2 en la provincia de Tete, y desde entonces se puso en marcha un importante proyecto ferroviario en conjunto con el gobierno mozambiqueño, muy productivo para el transporte de materias primas y de pasajeros. Dicho tren, al que el alto comisario indio se refiere con visible orgullo, recorre alrededor de 900 kilómetros entre Malawi y la provincia mozambiqueña de Tete.

Con el fin de conocer en profundidad la realidad actual de los descendientes de quienes viajaron de Goa a Mozambique para quedarse de manera indefinida en el país africano, LA RAZÓN contactó igualmente con Pedro Rodrigues, un contable de sesenta años cuyos padres migraron desde Goa a Mozambique durante la colonización portuguesa, en 1940. Pedro tiene nombre portugués, aspecto indio y nacionalidad mozambiqueña; es el ejemplo perfecto de esta apasionante simbiosis cultural, un milagro de una globalización muy anterior al concepto ideado por Naciones Unidas. Sus padres eran pescadores en Katembe, en un tiempo en que alrededor de 40 familias de Goa vivían allí, pero Pedro confirma que “la mayoría se fueron a Portugal tras la independencia”. Aunque se considera mozambiqueño, se siente igualmente identificado con Goa, y confirma que participa en “una asociación creada para mantener vivas las tradiciones de Goa”.

“Ahora vienen muy pocos [goenses] y la mayoría lo hacen para casarse con los descendientes de quienes emigraron durante la época de los portugueses”. Además, indica que unos pocos continúan aún con el oficio de la pesca, aunque la mayoría han conseguido escalar puestos en la pirámide social y ocupan ahora cargos cualificados gracias a haber estudiado en escuelas y universidades del ámbito internacional.

Pedro está contento con su vida en Mozambique. No vive ninguna clase de problema con la población local y su religión católica es libremente practicada en el país africano. Sus “compatriotas” hindúes también cuentan con un amplio número de templos dedicados a sus divinidades a lo largo de toda la geografía mozambiqueña, mientras que existe en Maputo un centro destinado a la comunidad hindú. Este periodista visitó dicho centro y pudo observar, como si hubiese cruzado un agujero de gusano en apenas dos zancadas, cómo la tierra mozambiqueña se transformaba en un rincón de Calcuta o Benarés. Allí se elevaban las cúpulas de los templos pintadas de blanco y pellizcos dorados. Aquí se encontraban, una por una, las partes que forman un templo hindú: la kalasa, la sikhara, la mandapa y la garbhagriya. Y la iconografía de los héroes asiáticos se entremezclaba con la escritura devanāgarī en las paredes de los edificios.

Es evidente que existe un mundo más allá de Europa. Rincones profusos en detalles y vueltos complejos por la tradición y los años que arrastran consigo. Uno de estos rincones puede encontrarse en Mozambique, ese país inmenso, o también en Pedro Rodrigues, el hijo de gaoenses que hoy es mozambiqueño en su corazón y en su pasaporte, pero que habla un inglés con ese acento nasal que tanto recuerda al barullo de Nueva Delhi. Y concluye este artículo una inscripción grabada en uno de los templos hindúes de Maputo, como un recordatorio de lo que nos une pese a la diversidad que nos domina: “La conciencia es la presencia de Dios en los hombres”. Y puede que sea sano que no lo olvidemos nunca.