Arte

De obra de “alcantarilla” a arte para el Reina Sofía

El centro madrileño dedica su nueva exposición a la evolución del arte gráfico y su papel como herramienta social durante la primera mitad del siglo XX

La historia del arte no siempre se mueve en el eje París-Nueva York. Hay mucho, y bueno, lejos de aquellos lares. Así lo quiere demostrar la nueva exposición del Reina Sofía, la primera de 2022, donde el foco se traslada a México y a Alemania, concretamente, a la evolución del arte gráfico y su papel como herramienta social en estos dos lugares durante la primera mitad del siglo XX. Países separados por miles de kilómetros de distancia y por culturas diferentes, pero que, sin embargo, supieron unir sus caminos en este ámbito. Para ello, existieron dos figuras que marcarían las pautas para las siguientes décadas: el mexicano José Guadalupe Posada y la alemana Käthe Kollwitz.

Ella, refinada e inspirada por los grandes, se empeñó en denunciar los problemas de su tiempo, aunque eso no gustase ni al emperador (Guillermo II), que calificó su estilo como «arte de alcantarilla», ni a los nazis, que prohibieron su obra en las colecciones de los museos; él, un hombre que se movió entre Warhol, con esa personalidad arrolladora, y Walt Disney, por su polivalencia: «Fue considerado un héroe y un precursor para otros artistas por su crítica al Estado y a la burguesía. Planteó la representación y comunicación con el pueblo», explicaba, ayer, Benjamin H. D. Buchloh, comisario de la exposición junto a Michelle Harewood.

Son ellos los responsables de una muestra que ahora ocupa nueve salas del Reina con xilografías, litografías y otras técnicas, y que ellos mismos califican como«un proyecto difícil de entender», pues presentaron la investigación a varios museos alemanes (con un «no» por respuesta) antes de que Manuel Borja-Villel, director del centro madrileño, se la comprara: «Es única. Refleja un episodio olvidado de la historia del arte que no ha sido suficientemente estudiado y que es muy importante para este museo», justifica de De Posada a Isotype, de Kollwtz a Catlett, la primera parte de un díptico sobre el arte gráfico que se completará a lo largo del año.

Se presentaba así una retrospectiva de más de 450 piezas que comienza enfrentando a Posada y a Kollwitz. Mordaces caricaturas políticas, anuncios y viñetas en el contexto de la Revolución mexicana (donde ya se pueden ver los icónicos esqueletos y calaveras de su país) contra el socialismo y feminismo de la alemana. Pilares ambos de las generaciones posteriores de artistas gráficos políticos en sus respectivos lugares de procedencia, pero también en Estados Unidos, URSS y China.

Así, la segunda parte del recorrido se detiene en el expresionismo alemán a través de Max Beckmann, Otto Dix y George Grosz. Tres nombres que encabezaron la era posterior a la Primera Guerra Mundial, cuando el grabado se convirtió en un lenguaje propio del país y cuando se empezaron a mostrar los traumas bélicos del momento, así como la oposición al resurgimiento militarista entre 1919 y 1924. Hasta entonces, ni México ni Alemania se habían planteado la caricatura como medio de expresión ante cuestiones políticas y/o de Estado, como sí sucedía en España, Francia e Inglaterra.

La tercera y más extensa sección es la dedicada al Taller de Gráfica Popular (TGP), «uno de los gremios artísticos más representativos y exitosos de la historia universal del arte gráfico», presentan. Su constitución en 1937 se llevó a cabo en el seno de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios (LEAR), en la que se acordó que su objetivo fuera fomentar la producción gráfica «en beneficio de los intereses del pueblo de México» a través de un sistema de trabajo colectivo.

La LEAR se descomponía, pero el TGP ya era independiente poco tiempo después, sus integrantes se reunían semanalmente para abordar de forma democrática los temas de interés, definir qué organizaciones del movimiento obrero necesitaban apoyo y si el grupo estaba dispuesto a colaborar con ellas y de qué forma. Uno de sus principios era no aceptar apoyo económico del Estado y al frente se sentó a un Leopoldo Méndez con la firme intención de que el grabado sirviera de instrumento popular de las amplias reformas del gobierno posrevolucionario. Su estilo de rasgo vigoroso, inspirado en el legado de José Guadalupe Posada, y su fuerte dominio de la composición marcaron la línea artística del TGP durante mucho tiempo. Hasta ellos llegó, a mediados de los años 40 y a través de los vínculos con el movimiento sindicalista de EE UU, Elizabeth Catlett, quien, con Kollwitz como referencia, vio cómo el TGP le hizo replantearse sus concepciones iniciales y terminó fusionando la mexicanidad con las versiones europea y estadounidense del realismo social.

Y el último punto de la investigación es el del proyecto Isotype, que tras Kollwitz y la caricatura política, se ganó su lugar gracias a las figuraciones de los alemanes Franz Wilhelm Seiwert (1894- 1933) y Gerd Arntz (1900-1988), identificadas al principio como «constructivismo figurativo». Se desarrolló en diversas fases y sedes (Düsseldorf, Viena, Moscú, La Haya y Londres), y adquirió reconocimiento internacional rápidamente «como medio ideal para formular un lenguaje de signos verdaderamente internacional, funcional y universalmente legible». Los principios de Isotype consistían en transmitir información sociológica, económica y política crucial para las clases trabajadoras de los Estados nacionales tradicionales, así como para los Estados poscoloniales emergentes del periodo de entreguerras y de la IIGM con formas de comunicación internacional y principios de diseño gráfico «para lograr una legibilidad y funcionalidad verdaderamente global».

  • Dónde: Museo Reina Sofía, Madrid. Cuándo: hasta el 29 de agosto. Cuánto: 12 euros (entrada general).