«El fin»: a diez horas y treinta y seis minutos del apocalipsis
El Teatro Español acoge el estreno absoluto de la esta comedia de Paco Gámez, dirigida por José Martret y con Toni Acosta como protagonista
Madrid Creada:
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El 30 de octubre de 1938, un joven Orson Welles ponía el mundo patas arriba al provocar el pánico entre miles de personas, convencidas de que EE UU estaba siendo invadido por un ejército de alienígenas. Esa tarde, Welles dejó los 59 minutos de radio más famosos de la historia al interpretar con su compañía la novela del escritor británico H.G. Wells, «La guerra de los mundos». La propuesta del dramaturgo Paco Gámez nos lleva a una situación límite en un futuro no muy lejano. La Presidenta del Gobierno aparece en la televisión para anunciar el fin del mundo. La protagonista, Lina Martínez se entera dando clase en un instituto público que el mundo se acabará en diez horas y treinta y seis minutos exactamente… O sea, tiene poco más de diez horas y media para hacer lo que no le ha dado tiempo a hacer en toda una vida. ¿Será el apocalipsis o un bulo mundial para desestabilizar aún más al ser humano? «El fin» es una comedia que se fraguó tras la pandemia a partir del certamen de comedia que convocó el Teatro Español y ahora acoge su estreno absoluto dirigida por José Martret y un elenco que encabeza Toni Acosta, junto a Marta Malone, Pepe Sevilla, Rubén de Eguía, Astrid Jones, Esperanza Elipe, Juan Carlos Sánchez y Álex Mola y la colaboración especial de Silvia Abril como «Presidenta». «Pasé el verano del 21 leyendo y viendo comedias, estudiando e intentado comprender el género, comedias clásicas, cine de comedia, tratados, quería ver cómo funcionaba y cómo era su estructura, pretendía que fuese contemporánea, pero que viviese mucho de los clásicos, como Aristófanes, Mihura o Jardiel Poncela –explica Gámez– y el resultado de todo ese proceso es “El fin”. A un año de la pandemia, tenía ganas de escribir algo vitalista y que mirase hacia el futuro y surgió esta historia del fin del mundo que nos coloca en un final posible y en las decisiones vitales de qué hacemos con nuestra vida».
En ese ultimátum, Lina (Toni Acosta), tiene que resolver su vida en muy poco tiempo, ver qué ha hecho, qué no y qué le gustaría cumplir antes de que todo termine. Es entonces cuando aparecen los deseos incumplidos, las necesidades, los sueños y el desconcierto. ¿Qué hacer? ¿Cuáles son las prioridades? Tiene claro que lo principal es reencontrase con su hijo y estar a su lado cuando el fin suceda, pero... ¿Dónde está su hijo? Lina decide buscarlo y encontrarlo porque desea estar con él hasta el final, comienza así un viaje de búsqueda también en lo personal. Al director, José Martret, lo que le fascinó «fue el personaje protagonista, esta heroína, que no es un superhéroe, sino una mujer “normal”, una profesora de instituto de 51 años que de repente se transforma al ver que tiene poco tiempo para hacer lo que no ha hecho nunca en la vida». Y prosigue. «La obra habla, por un lado, de las fantasías que todos tenemos y no hemos logrado realizar y, por otro, que cuando esas fantasías se realizan hay algo todavía más profundo que sigue latiendo, menos fantasioso y más terrenal e importante, tiene que llegar ahí para darse cuenta de qué es lo que realmente desea, que es lo que podríamos desear todos». Para Martret, la pieza reflexiona sobre «esos deseos que han vivido ocultos porque los tapamos, que parecen cada vez menos importantes porque lo más importante son otras muchas cosas, habla sobre a qué hemos renunciado en la vida y a qué la hemos dedicado, de cómo casi siempre anteponemos lo que consideremos más urgente a cumplir sueños o deseos».
Por otro lado, «vivimos una época de mensajes apocalípticos, crisis climáticas, sanitarias, sociales, crecimiento de los extremos políticos, de los fascismos…pone sobre la mesa todo eso, reflexiona sobre esas cuestiones y, aunque sea una comedia, da para pensar el público en profundidad», significa el director, que distingue la diferencia de respuestas según las distintitas generaciones que están representadas en la obra. «Hay protagonistas jóvenes, de mediana edad, en plena crisis de los 40, y alguien cerca de los 80 años, y cada generación vive diferente ese posible final». Como comedia, «es una obra para reírnos y divertirnos, pero también plantea momentos muy emocionantes, es una pieza con muchas capas que se van abriendo durante la función, que quedan reflejadas también en la escenografía diseñada por Alessio Meloni y la iluminación de David Picazo, en una puesta en escena complicada y no realista, porque era imposible recrear tantos espacios, pero el teatro nos da la posibilidad de ir a algo más conceptual y poético, espacios que intentamos crear en la imaginación del espectador», resalta Martret, que resume la propuesta de Paco Gámez, «el teatro como lugar donde cumplir en conjunto los últimos deseos de cada uno, un lugar de unión y reunión en una fiesta metateatral en la que quedan implicados actores y público. Y proponemos esta reflexión desde la comedia, para trascender la realidad, de reírnos de nosotros mismos y del mundo tan absurdo que hemos creado», concluye.