Los momentos que marcaron la carrera de Jaime Ostos
Coincidió con varias de las figuras más importantes de la historia del toreo
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Era una de los últimos testigos de una época dorada de la tauromaquia, el sucesor de las figuras más recordadas de mediados del siglo XX. Desde sus comienzos estaba llamado a hacer historia. Mismamente, en su alternativa contó con nada menos que con El Litri y Antonio Ordóñez, de padrino y testigo respectivamente, el 13 de octubre de 1956 en Zaragoza. Al igual que Antonio Bienvenida le apadrinó en su confirmación en Las Ventas, el 17 de mayo de dos años después. Solo cinco temporadas harían falta para que se consolidara en lo más alto del escalafón, cuando Diego Puerta era su mayor competidor, alcanzando ambos los 79 festejos.
Aunque siempre será recordado como una figura del toreo con sello propio, en la historia del toreo también funciona como pieza bisagra entre dos generaciones legendarias. La de los Ordoñez, Dominguín o Bienvenida y los fenómenos de masas como El Cordobés o Palomo Linares. Ostos también será recordado por ser uno de los primeros toreros en convertirse en un auténtico personaje mediático más allá de los ruedos, invadiendo el ámbito social y público.
Entre sus mayores éxitos en la plaza, destacan una salida a hombros en Las Ventas y la tarde histórica en la Real Maestranza de Sevilla en la que fue condecorado con la Cruz del Orden Civil de la Beneficencia.
Pero en su trayectoria no solo hubo gloria. Las cornadas también jugaron un papel fundamental en su carrera y su progresión. Más de 25 llegó a acumular. La mayoría de ellas antes de 1975, cuando decidió parar. Después viviría varios regresos puntuales que dilatarían aún más su trayectoria, hasta una discreta aparición en 2003. El más grave de sus percances tuvo lugar el 17 de julio de 1963 en la Plaza de Toros de Tarazona, precisamente un municipio de la misma provincia en la que tomó la alternativa. Incluso llegó a ser dado por muerto, recibiendo la extremaunción.
El suceso que marcó su juventud
En declaraciones a Aplausos, hace unos años el diestro ecijano reconocía haber vivido unos inicios muy duros. Su familia no le apoyaba en su decisión de dedicarse a la tauromaquia y le intentaba convencer de que se formase en la agricultura para seguir con el negocio familiar. Tal fue así, que tuvo que abandonar muy joven su círculo familiar para poder cumplir su sueño. Se fue con la promesa de no volver hasta convertirse en figura del toreo y comprarse el mejor coche del mercado. Dicho y hecho. Sin embargo, aunque su padre quedara impresionado su padre le replicó: «Magnífico coche, pero enséñame otro de la misma categoría dentro de 20 años».
Su padre ya le estaba enseñando lo fugaz que es el éxito y la difícil gestión de los triunfos. El salir de casa tan pronto le impidió mantener los pies en el suelo en sus primeros años, cegado por la ambición y las ganas de impresionar a los demás.