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La artística cruzada de Trump

Trump le declara la guerra al arte

Como gran exponente del autócrata contemporáneo, el mandatario se ha propuesto aherrojar la libertad artística por considerarla peligrosa para los intereses de los Estados Unidos

Una de las muestras explícitamente reivindicativas presentes en el interior de la sala de uno de los museos del Smithsonian que ha provocado la ira de Trump Ap

El arte parece inocuo y sin interés para la clase política hasta que el autoritarismo sube al poder. Entonces, todos los esfuerzos del gobernante en cuestión se centrarán en controlar las instituciones artísticas para plegarlas a su estrecha visión del mundo. Es el caso de Donald Trump, quien, como gran exponente del autócrata contemporáneo, se ha propuesto aherrojar la libertad artística por considerarla peligrosa para los intereses de los Estados Unidos. Su campaña de presión contra el John F. Kennedy Center for Performing Arts, o la dramática reducción de fondos aplicada contra el National Endowment for the Arts (NEA), el National Endowment for the Humanities (NEH), el Institute of Museum and Library Services (IMLS) o el Philadelphia Museum, son algunos ejemplos de una estrategia de sometimiento de la cultura y, específicamente, del arte, que ahora se muestra con toda su virulencia en el asedio a una institución tan mítica como el Smithsonian.

Poco después de que la Casa Blanca anunciara una revisión de la programación de esta importante red de museos, el presidente Trump utilizó su plataforma Truth Social para publicar uno de los mensajes más inquietantes contra la cultura y el arte de las últimas décadas: “El Smithsonian está fuera control, todo lo que se discute es lo horrible que es nuestro país, lo mala que fue la esclavitud y lo inactualizados que han sido los oprimidos -nada sobre el éxito, nada sobre la brillantez, nada sobre el futuro”. Este mensaje cristaliza meridianamente la campaña de la administración Trump contra el Smithsonian por promover una visión demasiado negativa y “woke” de la historia estadounidense.

En concreto, un documento del gobierno identifica exposiciones en siete museos del Smithsonian que enfatizan temas como la opresión y las injusticias históricas a expensas de los logros del país. Entre las exposiciones criticadas, se encuentran la que vincula a Benjamin Franklin con la esclavitud; un film sobre el asesinato de Goerge Floyd; o la interpretación de las historias latinoamericana, asiática y afroamericana.

El pasado marzo, la Casa Blanca publicó la orden titulada “Restaurar la verdad y la cordura en la historia estadounidense”, en la que se instaba al vicepresidente J. D. Vance a depurar al Smithsonian de la perniciosa “ideología de raza” que guía sus proyectos. Parece claro que, detrás de la campaña de presión contra esta institución, se encuentra la imperiosa necesidad de Trump de manipular la historia de los Estados Unidos, para reconducirla a través del exclusivismo étnico y cultural del “pensamiento WASP”. La acusación dirigida al Smithsonian de estar sesgado por una “ideología de raza” expresa precisamente un supremacismo y un tamiz racista que filtra la entera política de Trump.

La doctrina de la “América optimista” que Trump quiere imponer al Smithsonian se fundamenta en una “teleología de la blanquitud”, en virtud de la cual los éxitos de la mayoría justifican los crímenes contra las minorías. Estaba claro que la labor de Trump como inquilino de la Casa Blanca constaba de tres fases: 1) transformación inmediata del presente; 2) reprogramación del futuro; y 3) invención mítica del pasado. Preparémonos para un periodo de intervencionismo sin límite de las instituciones artísticas y culturales estadounidenses. Objetivo a corto plazo: borrar de la memoria colectiva la historia de la esclavitud.