El crecimiento se estanca
Estanflación: ¿la nueva y más temible amenaza para la recuperación económica?
Algunos expertos temen que las subidas de precios se prolonguen y que el rebote siga perdiendo vigor, lo que conduciría a la economía a una situación muy complicada
La palabra es compleja y los problemas económicos que esconde detrás lo son todavía más: estanflación. Arrumbada en un rincón durante años, en los últimos meses algunos economistas han comenzado a acordarse de ella y a evocar lo sucedido en los años 70 del siglo pasado temerosos de que el mundo se encamine otra vez a unescenario de bajo o nulo crecimiento y de alta inflación permanente, que es lo que se esconde detrás del término. ¿Realmente es la estanflación una amenaza real y temible para la recuperación de la economía? Para los bancos centrales, no. Pero algunos economistas observan con recelo lo que está ocurriendo y consideran que el riesgo de caer en este abismo es alto.
Técnicamente, ni siquiera estamos en un periodo de inflación, asegura Gregorio Izquierdo, director general del Instituto de Estudios Económicos (IEE), porque «no se ha producido un incremento persistente y generalizado en el tiempo» de los precios. Más bien, asegura, lo que está ocurriendo es una corrección por lo ocurrido el año pasado. «Los precios bajaron mucho por la covid-19 y parte de la recuperación tiene que ver con esa caída, con esa evolución distorsionada», asegura. «La pandemia provocó un desplome del consumo, que es observable en la bajada de precios durante 2020. A partir de ahí, un aumento parece algo razonable más que algo preocupante», añade en la misma línea el Observatorio de la Realidad Financiera (Orfin) en un reciente informe titulado «¿Existe riesgo de estanflación en España?»
Materias primas
La otra parte que para Izquierdo justificaría el importante incremento del IPC, y en esto coincide con las tesis oficiales del Banco Central Europeo (BCE) y otros economistas, es el encarecimiento de las materias primas provocado por la súbita y vigorosa recuperación de la economía. «Pero es un fenómeno transitorio», asegura Izquierdo. Las expectativas de inflación también están, según dicen, del lado de los que aseguran que no hay que preocuparse por la estanflación. A medio plazo, como recuerda en un artículo titulado «¿Vientos de estanflación?» José Ramón Díez Guijarro, directos de Economías y Mercados Internacionales de CaixaBank Research; siguen contenidas en el 1,7% en el caso de la eurozona y del 2,4% en el de Estados Unidos, si bien la UE ha reconocido esta semana que está superando sus predicciones, Estados Unidos tocó su nivel más alto de precios en 30 años en octubre, algo similar a lo que ha ocurrido en España.
Por el lado de la actividad, Orfin asegura que las previsiones del Fondo Monetario Internacional (FMI) tampoco apuntan a un escenario de estanflación. «Todas las previsiones económicas apuntan a un significativo incremento. De hecho, el FMI ha revisado al alza las perspectivas de crecimiento para 2021-2022 por la mayor normalización prevista en el segundo semestre de 2021 a medida que avanza la distribución de vacunas y por el apoyo fiscal adicional».
Reservas y temores
Pero donde algunos ver certezas estadísticas, otros empiezan a ver indicios preocupantes. María Jesús Fernández Sánchez, economista senior especializada en macroeconomía y coyuntura de Funcas, «think tank» dedicado a la investigación económica y social, aseguraba en un reciente artículo titulado «Vuelve el miedo a la estanflación» que, para empezar, es posible que los problemas con las materias primas persistan más de lo esperado debido a que la demanda se va a mantener en niveles elevados por las inversiones que se prevén relacionadas con la transición energética y alimentadas con masivos paquetes fiscales y los altos precios de la energía. Y es muy posible, añade, que «la acumulación y persistencia en el tiempo de tantos y tan variados incrementos de costes, acabe trasladándose a los precios finales al consumo». En esa tesitura, añade, el siguiente paso sería que los trabajadores, para protegerse, reclamasen subidas salariales, lo que erosionaría más los márgenes de las empresas y podría desembocar en una espiral de subida de salarios-precios que perpetuaría la inflación.
En cuanto a la actividad, María Jesús Fernández advierte también de que la recuperación de la industria «ya se ha paralizado en la eurozona por la falta de componentes. Y por si todo ello fuera poco, se empieza a hablar de la posibilidad de una crisis el próximo invierno por la falta de gas natural».
«Shocks de oferta y una espiral salarios-precios en un entorno monetario de gran laxitud es exactamente lo que ocurrió durante la etapa estanflacionaria de los años 70 del siglo pasado, y no es descartable que se repita en la actualidad», advierte el artículo.
Bancos centrales
Los temores de la economista de Funcas son compartidos también por su colega Daniel Lacalle. «Primero sube el precio del gas o del petróleo, luego pasa a los productos y luego se piden incrementos salariales que generan una espiral de precios que no viene acompañado de un impulso económico», argumenta también Lacalle, que asegura que el riesgo de estanflación «es alto» y que en los 70 «también se dijo que estábamos muy lejos». Para este economista, no se está siendo lo suficientemente crítico con los bancos centrales y su mantra de que la subida de precios es coyuntural y se corregirá a mediados del año próximo. Entre otras cosas, dice, porque están siendo las políticas de estímulo lanzadas por estas instituciones a raíz de la crisis del coronavirus las que están alentando la carrera inflacionista. Estas políticas destinadas a incrementar de forma masiva el gasto público «están tensionando los precios de las materias primas creando una demanda artificial». En un momento, añade, en el que la economía no necesitaba esto. «La economía no necesitaba inyecciones de liquidez cuando se iba a recuperar con la reapertura», asegura Lacalle, que cree que los gobiernos deberían haber dejado que la economía se recuperase «de forma orgánica» y no «estimulando la demanda cuando no había un problema de demanda».
Dar marcha atrás en esas políticas monetarias laxas a las que Lacalle achaca buena parte de los problemas no es ahora tan sencillo. «Aunque las autoridades monetarias deseen adoptar una política monetaria más restrictiva, pueden encontrarse con las manos atadas, especialmente en la eurozona, ya que dejar de comprar deuda -no digamos ya venderla- podría poner en serios aprietos a determinados países fuertemente endeudados», dice Marí Jesús Fernández. La economista de Funcas asegura que, «con el fin de evitar una nueva crisis de deuda, el BCE podría verse obligado a perpetuar de forma indefinida una política excesivamente laxa que seguiría alimentando el proceso inflacionista».
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