José Antonio Vera

Y le entraron las prisas

La realidad es que al jefe del Ejecutivo no le hacen falta muchos asesores para meterse en varios charcos a la vez

El presidente del Gobierno ha estado cuatro años rehuyendo el contacto con a la Prensa independiente y ahora le han entrado las prisas por conseguir que le entreviste cada día algún periodista independiente. Mejor siempre eso que tener que salir a la calle para soportar la conocida monserga del «que te vote Txapote», por lo que no es descartable que le ruegue alguna entrevista más a Carlos Alsina y otro Hormiguero a Pablo Motos. El martes le vieron 3 millones, pero por delante de él quedaron Iglesias, Almeida, Ayuso y hasta Abascal. Claro que el hombre va bien entrenado y sabe lo que tiene que decir: yo no miento, solo cambio de opinión. Y cambiar es de sabios. Ergo Sánchez es un sabio. Punto y aparte.

Dicen algunos que al presidente le ha entrado de golpe el síndrome del cagaprisas, suerte de padecimiento que le sube al personal cuando ve que no le llega la camisa al cuello. O sea, cuando se declara un incendio a tu alrededor y no sabes dónde andará el extintor. Ese síndrome bien conocido, también llamado del pensamiento acelerado o «repenterre», puede sobrevenir perfectamente después de padecer un grave batacazo electoral, porque Tezanos-me-dijo-que-ocurriría-lo-contrario. Maldito Tezanos, siempre diciendo «vamos a ganar», para perder de después en casi todas las alcaldías importantes y cuatro autonomías de primera. No hay derecho.

La realidad es que al jefe del Ejecutivo no le hacen falta muchos asesores para meterse en varios charcos a la vez. Por sí sólo es capaz de pactar con Otegi mientras le da el «sí-es-sí a Irene Montero, se hace íntimo de Mohamed VI y en los ratos libres practica la petanca con los jubilados del partido.

Esa hiperactividad semi-patológica llevó a nuestro timonel a convertir en plebiscito personal lo que el 28M eran unas simples elecciones territoriales. Con el resultado conocido. Pues bien, ese mismo apresurado patrón (polémicas sobre Doñana, vivienda, los bildutarras, etc) le está llevando ahora a este incesante trajín de ideas, que empezó con la apresurada convocatoria electoral, continuó con la ocurrencia del debate semanal con Feijóo, las entrevistas a sus ministros y el afán acelerado por salir cada día en una radio o televisión con las que antes no quería ni hablar. Para soltar casi siempre cosas parecidas, con la honrosa excepción de Alsina.

Declaró ayer Iceta que admira a su jefe porque es un luchador, pero que debería haber salido antes a explicar lo que está reiterando ahora en los medios. Es decir, contar a los españoles que no mintió sino que cambió de opinión y que tenemos la mejor economía de la eurozona, menos inflación que nadie, crecemos por encima de Alemania y derrotamos al virus y al volcán. En lo que no cae Iceta es en que de nada sirve salir mucho en televisión si la gente percibe que no dijo la verdad, y que en materia de economía, todo está más caro, no llegamos a final de mes, las hipotecas se disparan y los miles de millones de Europa no se ven.

Las prisas no han sido nunca buenas compañeras de viaje, y al presidente se le ve estos días con la ansiedad del patíbulo, de radio en radio explicando lo que no tiene explicación, improvisando ideas, repitiendo argumentario. Media España ya no le va a comprar el discurso de que vamos como una moto, por mucho que Nadia pinte de renovable lo que en verdad es carbón. Le queda el viejo recurso de apelar al voto útil, que igual le sale a costa de despeñar a Yolanda. Al fin y al cabo la vicepresidenta se ha convertido ahora en mero apéndice de Sánchez. Y entre el original y la copia, la gente casi siempre prefiere el original.

No están los tiempos para ir por ahí sumando bandazos. Más que el desorden, a la ciudadanía le suele gustar la seriedad.