Moción de censura
La moción de censura
En vísperas de la preanunciada moción de censura de Vox, parece que las cartas ya estén echadas para no pocos, cuando todo está aún en el aire, salvo que no va a prosperar numéricamente. Esta afirmación parecería una contradicción pero, por la experiencia de las hasta ahora debatidas, ha habido de todo, como en botica. Solo una consiguió su objetivo último, pero las restantes se repartieron entre las que obtuvieron derrota numérica pero victoria política –González, 1980–, y las que consiguieron las dos derrotas, numérica y política –Hernández Mancha, en 1987, e Iglesias, en 2017–. Cuando se anunció para septiembre, sin duda se hizo en clave electoral catalana, pensando que la inhabilitación de Torra comportaría elecciones autonómicas inmediatas y, desde esa perspectiva, la operación política estaría bien planteada por Vox. Pero al atrasar las elecciones al 14 de febrero, la moción ha quedado descolocada en el tiempo. Por tanto, habrá que esperar y ver su desarrollo para juzgar si fue un acierto o un error el plantearla en los términos en que se hizo.
Del diputado catalán Garriga va a depender en gran medida el resultado político final. Mientras los del bloque de la triunfante moción sanchista cierran filas, la oposición aparece dividida. De Cs no sorprende nada, ya que fue cooperador de aquel éxito, al tiempo que en Cataluña dilapidaba la victoria constitucionalista. El PP está entre la espada de la abstención y la pared del no: aunque hay sobrados motivos para censurar a Sánchez a tiempo y a destiempo.
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