Política exterior

Pablo Iglesias, un Vicepresidente nada diplomático

La agenda personal del vicepresidente para apuntalar su proyección internacional provoca inquietud en los referentes tradicionales de nuestra política exterior, precisamente cuando España más necesita la imagen de socio fiable para remontar la crisis Covid

Pablo Iglesias, vicepresidente segundo del Gobierno y la ministra de Asuntos Exteriores, Arancha González, acompañaron al rey Felipe VI en su viaje a Bolivia, para participar en la toma de posesión del nuevo presidente, Luis Arce
Pablo Iglesias, vicepresidente segundo del Gobierno y la ministra de Asuntos Exteriores, Arancha González, acompañaron al rey Felipe VI en su viaje a Bolivia, para participar en la toma de posesión del nuevo presidente, Luis ArceMartin AlipazEFE

En menos de diez días –el tiempo que va desde el viaje de S. M. el Rey a Bolivia para asistir a la toma del nuevo presidente Luis Arce y su llamamiento a un referéndum en el Sahara occidental el pasado martes– Pablo Iglesias ha utilizado su posición institucional como vicepresidente del Gobierno para apuntalar su proyección internacional en Latinoamérica e impulsar puntos de la agenda internacional de su partido saliéndose del guion pautado por el Gobierno en materia de política exterior. Además, en el caso de su imprudente pronunciamiento a favor del Frente Polisario en un momento crítico, la actitud del vicepresidente ha contribuido a agravar una crisis migratoria en Canarias cuyo recorrido es difícil de predecir, no solo a nivel humanitario, sino también en lo relacionado con la recuperación del sector turístico en esta comunidad autónoma. Y todo ello precisamente de cara a una decisiva temporada turística de Navidad que, gracias a la tímida mejora de situación epidemiológica, había llenado de esperanzas al sector.

Y no se trata de dos hechos aislados. Preocupante es también la presión ejercida dentro del Gobierno de coalición por Podemos para que Sánchez intentara ejercer un control indirecto sobre los medios de comunicación críticos a través de un denominado «ministerio de la Verdad» contra las «noticias falsas» y, además, la maniobra de alterar el procedimiento para nombrar vocales del Consejo General del Podemos Judicial, estrategia que se «aparcó». A pesar de que se tratan de dos temas de política interna española está justificado incluirlos en la lista de deméritos del Gobierno en política exterior ya que ambos fueron objeto de una reprimenda por parte de la autoridades europeas, que temían que España se uniera a Polonia y Hungría en lo que a la politización de la justicia se refiere. Una vez más este tipo de aventuras pueden llegar a tener una importante factura, en este caso obvia si se piensa en que es precisamente de Bruselas de donde vendrán los fondos y créditos para la recuperación de la crisis económica producida por la pandemia.

Sin embargo, las fuentes diplomáticas consultadas señalan la petición de referéndum en el Sahara como la imprudencia más grave del vicepresidente. Y es que difícilmente se puede exagerar la importancia estratégica de una buena relación con Marruecos –de una excelente relación con Marruecos, en realidad- para la buena marcha de importantes sectores de la economía española. Rabat es, de hecho, el único país de nuestro entorno que por su situación geográfica y por su relevancia económica, militar y, sobre todo, demográfica tiene «palanca» suficiente para provocar una crisis de consideración en nuestra política exterior. Además de la explotación de las pesquerías o los 711.000 inmigrantes marroquíes en nuestro país está, principalmente, el control que el régimen deRabat ejerce sobre los flujos migratorios, señaladamente en Ceuta y Melilla, pero también en Canarias, como la situación actual demuestra sobradamente. Esta es la lógica que explica por qué el primer destino internacional de los nuevos presidentes del Gobierno es precisamente Rabat, una costumbre no escrita que se saltó Pedro Sánchez al acceder a la Moncloa en 2018 y volar en primer lugar a París para estrechar la mano de Emmanuel Macron.

Diplomáticos avezados en el trato con nuestro «vecino del sur» aseguran a este diario que la diplomacia marroquí, con sus ideosincrasias particulares, es «seria y predecible» y que, salvo el arranque del reinado de Mohamed VI en 1999 se mantienen en unos cauces establecidos. Destacan el singular activo que supone en este punto la excelente relación que existió e su día entre Hassan II y Don Juan Carlos que se ha reeditado en sus sucesores, Mohamed VI y Felipe VI. Asimismo todos coinciden en señalar cual es el peor de los avisperos a agitar en la relación con Marruecos: la cuestión del Sahara: «reaccionan siempre con mucha contundencia y con mucha rapidez. Más incluso que cuando se toca el tema de las reformas democráticas. Si no están tranquilos no solo nos pueden apretar las tuercas en Ceuta y Melilla sino también presionando a los restos de cultura española que quedan en el norte del país», señalan.

En este sentido, cuando tropas marroquíes se desplegaron en el paso de Guerguerat, Exteriores emitió un comunicado cauto y muy medido –redactado experimentados diplomáticos– que, sin obviar la posición tradicional de España a favor de una solución duradera al conflicto según las líneas que marcan las resoluciones de Naciones Unidas, se mantenía dentro de los parámetros necesarios para no herir las suspicacias marroquíes. En claro contraste, Iglesias abría fuego pidiendo sin ambages un referéndum en el Sahara Occidental. La imprudencia era redondeada con un comunicado de Podemos un día después en el que se culpaba a Marruecos de provocar la ruptura del alto el fuego acordado con el Frente Polisario en 1991. Paradójicamente la actitud de Iglesias –que provocó duras críticas por parte de la ministra de Defensa, Margarita Robles– no libro a Iglesias de una avalancha de ataques por parte de la tupida red de asociaciones a favor del pueblo saharaui que existen en nuestro país, que acusaban el líder de Podemos de protestar mucho cuando estaba en la oposición y «no hacer nada» desde que llegó al Gobierno. Sea como fuere todos coinciden en remarcar que este es el momento menos propicio para las veleidades personales cuando España necesita todo su prestigio y fiabilidad para encarar en 2021 la crisis post Covid.