Antonio Martín Beaumont

La vuelta: «Déjà vu en septiembre»

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el Palacio de la Moncloa
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el Palacio de la MoncloaJuan Carlos HidalgoEFE

Si la reunión de la Diputación Permanente del Congreso de los Diputados de este miércoles ha servido como ensayo general de lo que nos espera en el nuevo curso político, el panorama no puede ser más desalentador.

El Gobierno, claramente reprobado por las encuestas en el examen de julio, se presenta en septiembre con los mismos defectos y carencias que le han retratado a lo largo del año: suspenso en gestión, muy deficiente en cohesión interna y en transparencia, y sobresaliente en propaganda y sectarismo.

La demagogia y el bloqueo volverán a ser las asignaturas troncales cuando sus señorías tengan a bien volver al trabajo. Como prueba, la agenda de este 25 de agosto en la Carrera de San Jerónimo: la petición de comparecencia de Pedro Sánchez –vetada por el rodillo Frankenstein–, de dos vicepresidentas y de ocho ministros. Todo un récord.

Sobre la mesa, un agosto de terror, con el precio de la luz acorralando a los hogares españoles, una devolución de menores inmigrantes en Ceuta paralizada por la Justicia, el caótico repliegue en Afganistán –donde la ministra de Defensa, Margarita Robles, intenta sacarle las castañas del fuego a La Moncloa–, los etarras humillando un día sí y otro también a las víctimas con sus homenajes impunes en las calles vascas y la «inmunidad de rebaño» aún lejana pese a las promesas de Sánchez.

Con los éxitos de los demás -de la profesionalidad de nuestro Ejército, en el caso afgano, Pedro Sánchez ha rebañado otra fotografía. Propaganda de «okupa», junto a los máximos dirigentes de la UE, para mandar el mensaje de que han sido ellos los que han estado al frente del drama desde el primer minuto.

Sobre los fracasos propios, como el tarifazo eléctrico, Partido Socialista y Unidas Podemos están de acuerdo en esconder la cabeza debajo del ala: «La culpa es de Rajoy». La demagogia, que tan bien practica la izquierda, es el denominador común. En esas estamos, creando una comisión de investigación para tapar las vergüenzas de quienes gobiernan.

Los dos sectores del Consejo de Ministros, se niegan a dar la cara en lo que afecta a sus competencias. Y aunque en bronca permanente, no tienen remilgos en vetar las explicaciones de Pedro Sánchez sobre la catástrofe en Afganistán o las del ministro de Consumo Alberto Garzón sobre su absoluta inoperancia con la factura de la luz.

Mientras, sobre este ensayo general en el Congreso han planeado los enredos habituales de los morados contra la Corona, con el PSOE salvando los muebles gracias al Partido Popular y Vox para impedir que la izquierda radical y el independentismo linchen al Rey Felipe VI. Todo vale contra la estabilidad del marco constitucional.

Y, por si fuera poco, Podemos y Vox se lanzan a la cabeza un patrimonio cultural de todos como es el poeta Federico García Lorca. Los de Santiago Abascal dicen que Lorca les hubiera votado a ellos y los de Ione Belarra que son cómplices de su fusilamiento. En fin, el despropósito histórico.

Mientras, comerciantes desesperados, autónomos en bancarrota, trabajadores amenazados con el ultimátum de los ERTE, parados desesperanzados, pensionistas con sus ingresos mermados y hosteleros literalmente hartos miran el final de agosto con la irritación de quien no encuentra amparo alguno. Como si no hubiese suficiente con comprar los libros de texto de los hijos, las liquidaciones del IVA, las facturas de las tarjetas o el imposible recibo de la luz…

Pero, de todo esto, por desgracia, como tantas veces, no se ha escuchado ni una palabra del Gobierno en el Congreso de los Diputados tras unas largas vacaciones. Habrá que esperar a que se inaugure el curso político en septiembre para ver si, de una vez por todas, el gobierno «progresista» entona el «mea culpa» y da explicaciones en las sesiones de control.