La crónica

Andalucía entrona al PP de Feijóo

Juan Manuel Moreno supera la mayoría absoluta. La izquierda se hunde y Ciudadanos desaparece. Vox se estanca y no alcanza sus expectativas.

Elecciones en Andalucía
Elecciones en AndalucíaTeresa Gallardo

Triunfo histórico del PP en Andalucía. Tan histórico como la derrota del PSOE en uno de sus dos principales bastiones de voto. Juan Manuel Moreno, el presidente en funciones de la Junta y candidato popular, consiguió superar la mayoría absoluta, rompiendo todos los pronósticos. La victoria más que holgada confirma que el PP ha hecho suyos a antiguos votantes socialistas, de Vox y de Ciudadanos. Las urnas también confirmaron la buena valoración que apuntaban las encuestas tanto del candidato del PP, como de su Gobierno y de su partido. El PP alcanzó los 58 escaños (tres más de la mayoría absoluta), Vox se quedó en 14 (sólo sube dos); y el PSOE-A no pasó de los 30 diputados, tres menos que en su peor resultado en las anteriores elecciones. El PP superó en 19 puntos al PSOE.

Como ya ocurrió en las últimas elecciones en la Comunidad de Madrid, el PP rompe la inercia que le venía lastrando por el crecimiento imparable de Vox. Absorbe a Ciudadanos y, al mismo tiempo, golpea en el feudo andaluz con una mayoría absoluta que ya sólo conseguía mantener en Andalucía.

El PP gana en todas las provincias, incluso en Sevilla, terreno hasta ahora virgen para la izquierda. En las anteriores autonómicas, en 2018, el PP fue el segundo partido de la Cámara andaluza, aunque consiguió llegar a la Junta gracias a su pacto con Ciudadanos.

Vox pasa a convertirse en la tercera fuerza del Parlamento andaluz, pero muy por debajo de sus expectativas incluso en sus horquillas más bajas. Y Ciudadanos desaparece. Es el gran perdedor del Gobierno de coalición, viniendo de una representación de 21 parlamentarios.

El 19-J da un vuelco a las tendencias dentro de la derecha. Por un lado, confirma la defunción de Ciudadanos, partido que ha ido diluyéndose territorialmente en cuanto a estructuras orgánicas y también en lo que afecta a sus resultados. El PP ya no necesita impulsar operaciones de absorción de siglas ni de fichaje de dirigentes naranjas, porque su voto se está yendo de manera masiva hacia las siglas populares en busca de una alternativa útil que dé salida a Pedro Sánchez del Gobierno. La fortaleza de Cs fue su discurso de regeneración, pero esta bala ya no le funciona contra una dirección popular que no carga con el peso de los escándalos que asfixiaron al partido en el pasado y que le costaron graves derrotas electorales.

Pero dentro de este reequilibrio en la derecha lo más importante es el frenazo que experimenta Vox. Estos resultados obligarán a que el partido revalúe su apuesta por condicionarlo todo a la entrada en los gobiernos del PP. En campaña llegaron a sostener que si el PP necesitaba un sólo diputado, tendría que meterles en el gobierno. Hasta ahora Vox ha ido siempre al alza, favorecido por el contexto político y económico.

Sin embargo, el nuevo PP que preside Alberto Núñez Feijóo parece haber dado con la clave para pisar el freno al empuje de los verdes. Todas las elecciones tienen sus particularidades, pero Andalucía era una apuesta fuerte de Abascal, hasta el punto de que echó mano de una de sus figuras más relevantes en Madrid, la diputada Macarena Olona. El PP ha sabido jugar bien sus cartas para movilizar al electorado de la derecha con la demanda de voto útil, y al de izquierdas, más moderado, con el compromiso de gobernar en solitario.

El PSOE ve el abismo ante sus pies al quedarse por debajo de su peor resultado, los 33 escaños que obtuvo en 2018 Susana Díaz. Tras casi cuatro décadas al frente del Gobierno autonómico, los socialistas tienen por delante una larga travesía en el desierto. Las elecciones confirman su debilidad como alternativa y las deficiencias de un candidato, cuota «sanchista», que ha resultado muy poco movilizador del voto indeciso.

Desde hace semanas se viene hablando de la posibilidad de que Sánchez responda a esta nueva crisis con una nueva remodelación ministerial. En su entorno más cercano no dan pábulo a esta hipótesis, aunque son movimientos que, de hacerse, siempre tienen que jugar con el efecto sorpresa. El problema es que Sánchez ya ha comprobado que cambiar ministros no es una solución para sus problemas; lo hizo después de las elecciones autonómicas en Madrid y el PSOE no ha mejorado posiciones desde entonces.

Además de que en el partido genera malestar la sensación de que el presidente del Gobierno siempre busque a su alrededor a quién echar la culpa de «sus propias deficiencias».

La división en la izquierda

Ahora el PSOE necesita un golpe de efecto. Intentará aferrarse a la cumbre de la OTAN, pero ese perfil de estadista internacional no tiene fuerza suficiente como para apagar los fuegos internos que rodean a Sánchez. La inflación y la crisis con Podemos aprietan hasta la asfixia. En las filas socialistas dan cada vez más por descontada la ruptura de la coalición, con la salida de Podemos del Gobierno. La negociación de los nuevos Presupuestos se antoja imposible por las diferencias con Podemos en temas tan básicos como el fiscal o el gasto en Defensa. Y, asimismo, el PSOE tampoco tiene ya margen de recomponer las relaciones con ERC, que se ha puesto en modo municipales y está más pendiente de la batalla por Barcelona que de posibles convocatorias de la «mesa de diálogo». Este mantra lo da ya por agotado. En Andalucía la izquierda también paga la factura de la división entre Por Andalucía y Adelante Andalucía, que les lleva a perder escaños. Además, han sido las primeras elecciones en las que se ha empezado a ensayar el proyecto de la vicepresidenta primera y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, y los resultados no han sido nada positivos aunque ella se haya implicado en la campaña.

Sánchez necesita que Díaz funcione electoralmente para aspirar a poder tener una nueva mayoría de investidura que sea consecuencia de la suma de las izquierdas, de nacionalistas e independentistas. Pero no tiene garantías ni de que el proyecto de Díaz funcione ni tampoco de que lo que la vicepresidenta gane no sea a costa de restarle voto al PSOE.

Tras esta noche electoral, el PP reafirmará su estrategia. El PSOE está obligado a revisarla, tanto en Andalucía como a nivel nacional. Vox también tiene que tomar nota de lo sucedido con una campaña en la que las estridencias y la radicalización del mensaje no le ha servido para engordar sus nichos electorales. Y la crisis en la izquierda afecta al proyecto de Yolanda Díaz y también a lo que queda del de Pablo Iglesias. Valencia se sitúa ahora en el foco: es el siguiente objetivo de reconquista para los populares.