Tensión

Las encuestas obligan a Sánchez a bajar al barro contra Feijóo

Asume en primera persona el «cuerpo a cuerpo» para movilizar a su electorado, una estrategia reservada hasta ahora para ministros y portavoces

Pedro Sánchez, interviene en la presentación del libro del exministro de Sanidad, Salvador Illa
Pedro Sánchez, interviene en la presentación del libro del exministro de Sanidad, Salvador IllaRicardo RubioEuropa Press

El pretendido viraje a la izquierda que Pedro Sánchez emprendió tras la debacle de las elecciones andaluzas y que tuvo su primer hito en el debate sobre el estado de la nación –con el anuncio de nuevos gravámenes a la banca y las energéticas– no acaba de dar sus frutos. El presidente del Gobierno hizo una enmienda a la estrategia que él mismo había inaugurado el pasado mes de octubre, en el 40º Congreso del PSOE, con un horizonte socialdemócrata para ensanchar desde la centralidad las expectativas electorales de su partido. Sin embargo, esta hoja de ruta, diseñada para desplegarse en un contexto expansivo de desarrollo de los fondos europeos postpandemia se dio de bruces con la invasión de Ucrania. La inflación y la expectativa de un empeoramiento en las condiciones de vida de los españoles ha obligado al Gobierno a recalcular el rumbo, reorientar su estrategia de comunicación –cambio de portavoces mediante– y a visualizar un acercamiento a la calle físico –del propio Sánchez– y legislativo, con medidas de ambicioso corte social.

Sin embargo, en Moncloa preocupa el escaso impacto que está teniendo su catarsis. Las encuestas que manejan son demoledoras y no reflejan el «feedback» positivo que se presumiría, tras poner en marcha una agenda reformista focalizada en «las clases medias y trabajadoras», con bajadas del IVA de la luz y el gas, ayudas directas a vulnerables y bonificaciones en los carburantes, ampliación del bono social o los descuentos en los abonos de transporte, entre otras. «Hay desmovilización», exponen en el cuartel general de los socialistas, donde ya nada parece dar resultado, mientras reniegan de que exista un transvase de votos del PSOE al PP, como apuntan algunas encuestas, que justifiquen unas expectativas electorales que parecen no tocar techo. Ante esta eventualidad, la estrategia pasa por espolear a los suyos y enfocarse en diluir un «efecto Feijóo» que está durando ya demasiado tiempo y que no esperaban que llegase –desde abril que fue elegido– hasta septiembre. En Ferraz critican el inmovilismo del líder de la oposición, «que sigue instalado en el negacionismo», mientras observan como amplía «sin hacer nada» su ventaja sobre los socialistas.

«Había que hacerlo»

Hasta ahora, la estrategia de entrar al «cuerpo a cuerpo» con el PP se había encomendado a ministros y portavoces, que, desde la renovación de julio, exhiben sin complejos un tono más agresivo contra el líder popular, preservando la figura de Sánchez en un perfil más presidencial. Sin embargo, lo inocuo de sus ataques, a juzgar por la demoscopia que obra en poder del Gobierno, ha obligado al presidente a asumir la tarea en primera persona, salir de la institucionalidad y «bajar al barro». «Había que hacerlo», sostienen fuentes consultadas por este diario, sobre el tono exhibido por el jefe del Ejecutivo en el Senado. En Moncloa asumen que esto ha permitido a Feijóo hilvanar un discurso victimista y acaparar un protagonismo que no hubiera tenido de mantenerse el tono de la primera intervención de Sánchez en la Cámara alta, cuando se limitó a desplegar gestión y propuestas. Es el precio a pagar y en la parte gubernamental no ocultaban ayer su satisfacción por el resultado de un cara a cara en el que creen que consiguieron «desmontar a Feijóo». Hay que movilizar a los suyos. «No podemos estar siempre recibiendo golpes, tenemos que atacar», aseguran, apuntando que hasta ahora el líder de la oposición es «más de lo mismo» –con respecto a Pablo Casado–.

Desde que el dirigente gallego llegara a Génova, Moncloa ha cuestionado sistemáticamente su moderación y su perfil de «hombre de Estado» sin que esto haya hecho mella en la valoración ciudadana del presidente del PP. «Casado era líder de la oposición, pero no se le percibía como alternativa; a Feijóo, sí», se lamentan quienes no niegan que pueda existir un trasvase de voto al PP. En este sector socialista se advierte del riesgo de centrar el tiro excesivamente en el líder de la oposición. «No nos puede marcar la agenda ni ser objeto de toda nuestra atención, nosotros a gobernar», apuntan, quienes siguen confiando en que, cuando lleguen las urnas, los españoles valorarán los esfuerzos que el Ejecutivo ha hecho para responder a las crisis derivadas de la guerra y la pandemia.