El personaje

Carlos Lesmes: incapaz de poner orden

Todos los vocales opinan que ello habría dañado el prestigio y la dignidad del máximo órgano de los jueces

Ilustración Lesmes
Ilustración LesmesPlatónLa Razón

La última etapa de su mandato ha estado salpicada de polémica, obstrucción y rivalidades. El ya dimitido presidente del Consejo General del Poder Judicial y del Tribunal Supremo, Carlos Lesmes, no pudo, o no supo, controlar un organismo que hasta el final le dio la espalda. En contra de su deseo, que intentó defender con un informe técnico, el Pleno designó como suplente para asumir las funciones de forma interina al vocal de mayor edad, el progresista Rafael Mozo, frente al candidato de Lesmes, el magistrado de la Sala Civil del Supremo, Francisco Marín. Una desobediencia en toda regla hacia quien presidió el CGPJ durante nueve años, máxime cuando el acuerdo se produjo por una abrumadora mayoría de 16 vocales a favor de Mozo y solo uno en contra. La propuesta de Lesmes carecía de sentido, según los miembros del Consejo, que la rechazaban por entender que era impresentable elegir a un magistrado de fuera, de manera automática y sin la intervención del plenario. Todos los vocales opinan que ello habría dañado el prestigio y la dignidad del máximo órgano de los jueces, ya de por sí muy tocados en estos años de un bloqueo político sin precedentes para su renovación.

Carlos Lesmes ha vivido en una triste, inédita y confusa ceremonia del adiós, bajo continuas llamadas a un acuerdo entre el Gobierno y el PP, y anuncios de su dimisión en diferido, que finalmente se produjo. Un deterioro sobre la justicia española, que Lesmes intentó sofocar sin éxito alguno. Su discurso en la apertura del Año Judicial, ante el serio rostro del Rey Felipe VI y toda la cúpula jurídica, no logró doblegar a los vocales conservadores que no pasaban por el aro de la fecha impuesta por el Gobierno para renovar a los magistrados del Tribunal Constitucional. En medio de un cruce de acusaciones entre el PSOE y el PP, la renovación del órgano de gobierno de los jueces y la elección de los dos magistrados seguían estancados y el vacío de toda la Judicatura en la Fiesta Nacional del 12 de octubre no tiene precedentes. Una situación caótica que colocaba a Lesmes en una encrucijada difícil. La discrepancia sobre el método de elección,las declaraciones encontradas entre Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, y las negociaciones bajo cuerda entre Moncloa y el PP, arrojan un escenario nada bueno para el prestigio de nuestra Justicia.

Pese al gran malestar que reinaba en el CGPJ, el Pleno reconoció la labor de Lesmes, alabó su sentido institucional y vocación de servicio. Una especie de bálsamo final, que no consigue empañar el espectáculo. Los vocales y asociaciones conservadoras acusan al Gobierno de Pedro Sánchez de invadir sin ningún pudor las instituciones, mientras los progresistas denuncian «negacionismo y obstruccionismo» al servicio del PP. La dimisión del presidente, no por anunciada también sorpresiva, forzó la entrevista entre Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, junto a sus dos fieles escuderos, Félix Bolaños y Esteban González Pons. Ahora, pese al cruce de declaraciones y un soterrado pulso, parece que las negociaciones van por buen camino bajo vigilancia de la Unión Europea. Los vocales del Consejo han matizado que la designación de Rafael Mozo es una «mera suplencia», dado el impedimento de realizar nombramientos al estar en funciones, hasta que se elija un nuevo presidente. En todo caso, Carlos Lesmes ya es historia

Al frente desde diciembre de 2018

La situación es caótica, con una parálisis y desprestigio de la Magistratura sin precedentes. Carlos Lesmes Serrano seguía al frente del CGPJ y el TS desde el 4 de diciembre de 2018 en que debió cesar su mandato. La tensa situación política y el pulso entre el PSOE y el PP han bloqueado la renovación del Consejo más largo de la historia. «Un presidente longevo», ironizaban sectores judiciales sobre la posición de Lesmes, elegido por su amigo y compañero de la carrera fiscal, Alberto Ruiz Gallardón, en el año 2013. Miembro de la Asociación Profesional de la Magistratura (APM), vinculado a los gobiernos de Aznar y Rajoy, pero también con vaivenes hacia los socialistas, su figura ha sido controvertida en numerosas ocasiones. Unos le acusaban de pivotar el mando con soberbia y altivez, mientras otros le definen como un juez reflexivo y rocoso. Durante todo este tiempo ha ejercido un tira y afloja con los políticos de uno y otro signo, al frente de un Consejo profundamente dividido entre progresistas y conservadores.

Director General de Objeción de Conciencia y de Relaciones con la Justicia con los ministros Ángel Acebes y José María Michavila, cuando afloró el escándalo de la «trama Gürtel», muchos no le perdonaron que permitiera la comparecencia pública del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ante el tribunal. Entonces, todos en el PP le acusaron de deslealtad y propiciar un acercamiento al PSOE para mantener el poder. Aquella fecha fue considerada «una gran humillación» para Rajoy, su Gobierno y el partido, lo que provocó que Lesmes perdiera su confianza. Lo cierto es que siguió con los socialistas y, por avatares de la política, se convirtió en el presidente del CGPJ más largo de toda la historia judicial española.

Hombre conservador, de profundas convicciones religiosas, casado con María Altagracia Mansilla (Marieta), enfermera de profesión, y padre de cinco hijos, estudió en el colegio salesiano Maravillas, se licenció en Derecho por la Universidad Autónoma de Madrid y realizó las oposiciones de juez y fiscal. Reservado y muy desconfiado, en un gesto que le delata cuando manosea su encanecida barba ante el interlocutor, es hombre de lealtades y odios, con detractores y aduladores. Para unos es soberbio y ha gobernado el CGPJ con mano autoritaria, rodeado de un cerrado núcleo. Para otros es un jurista serio, con experiencia en Derecho Penal Administrativo, ética y objeción de conciencia. Sea como fuere, su larga etapa al frente del Consejo y el Supremo ha llegado a su fin.