Tomás Gómez

Las obsesiones de Sánchez

Fue elegido secretario general por los afiliados, por tanto intocable, y considera que el PSOE le debe obediencia plena

Pedro Sánchez fue presidente del Gobierno con 89 diputados pactando con los independentistas catalanes que estaban en la cárcel por haber violado el Código Penal.

A cambio los indultó y, después, cambió la Ley para que, cuando vuelvan a declarar la independencia de Cataluña o convoquen otro referéndum de autodeterminación, ya no sea un delito. Ahora, está pagando el segundo plazo con la modificación del delito de malversación, cosa que favorece judicialmente a gente como Puigdemont.

Otegui se ha ratificado hace unos días como anticonstitucionalista que tiene la intención de segregar Euskadi de España. Las heridas que ETA dejó en la sociedad española por sus cientos de crímenes en democracia, no han sido cerradas, pero Sánchez ha hecho de Bildu una pieza clave en la gobernabilidad del país.

Si estás en desacuerdo con estas u otras decisiones del líder, no eres socialista y mereces ser expulsado del PSOE. Pedro Sánchez se ha adueñado del Partido Socialista por el módico precio de unas elecciones primarias.

Ha formulado un silogismo que cumple a rajatabla: fue elegido secretario general por los afiliados, por tanto intocable, y considera que el PSOE le debe obediencia plena. A partir de ahí, el poder absoluto le corresponde y puede hacer y deshacer sin escrutinio interno que valga.

La verdad es que nunca ha sido muy receptivo a las críticas, las anotaba cuidadosamente esperando el momento en que pudiese cobrar la factura correspondiente. El último episodio ha sido el deJoaquín Leguina cuya expulsión no tiene ningún sentido.

Es un viejo militante socialista que inició su camino en política en los movimientos universitarios antifranquistas, y ha sido el único presidente del PSOE que ha tenido la Comunidad de Madrid.

Es evidente que Leguina no es un problema para Sánchez. A sus 81 años, se dedica a escribir libros, ganar premios literarios, como recientemente lo hizo con el premio de novela histórica y a opinar, desde su óptica socialdemócrata, sobre la actualidad política.

Pero si es un problema que algunos presidentes autonómicos u otros dirigentes históricos muestren públicamente su discrepancia con la deriva del Gobierno y de Sánchez.Alfonso Guerra fue purgado del aniversario de la victoria socialista de 1982 y Felipe González es el juguete que se usa solo cuando es útil.

La expulsión de Leguina no es más que un mensaje para recordar quien es el amo en el PSOE. De paso, satisface sus obsesiones, triste vida la de Sánchez.