Opinión

Mal perder pero peor ganar

Esta moción ha servido para evidenciar la ínfima calidad de la política actual y para que reciba una lección de inteligencia

Segunda Jornada y Votaciones de la Moción de censura al Gobierno presidido por Pedro Sánchez Pérez Castejón que incluye como candidato a la Presidencia del Gobierno a Ramón Tamames Gómez presentado por VOX
Segunda Jornada y Votaciones de la Moción de censura al Gobierno presidido por Pedro Sánchez Pérez Castejón que incluye como candidato a la Presidencia del Gobierno a Ramón Tamames Gómez presentado por VOX Alberto R. Roldán La Razón

Sánchez tiene mal perder pero peor ganar.Lo ha demostrado hoy, disculpen que empiece por el final, cuando la moción de censura no prosperaba al no alcanzar la mayoría absoluta necesaria (53 votos a favor, 201 en contra, 91 abstenciones). Era previsible, ninguna sorpresa. Como tampoco lo ha sido la falta de decencia, elegancia y educación de un presidente legítimo pero que no nos merecemos.

Alguien con un mínimo de urbanidad se habría acercado ayer, como sí han hecho Cayetana Álvarez de Toledo e Irene Arrimadas, a saludar a Don Ramón Tamames, con quien uno puede disentir pero al que no se puede negar la altura democrática e intelectual. A quien, por un elemental sentido del decoro, no puede venir Yolanda Díaz a dar lecciones sobre constitucionalismo (a quien fue diputado constituyente), Íñigo Errejón sobre educación (a quien no ha levantado la voz en ningún momento ni ha denostado a nadie), Pedro Sánchez de economía (al autor de «Estructura económica de España») o Mertxe Aizpúrua de democracia (¡Aizpúrua! ¡A Tamames!)).

Alguien que a sus 90 años, por pura lógica matemática, se despedía hoy para siempre de un Congreso de los Diputados que, él mismo y activamente, ayudó a consolidar como institución democrática que representa a todos los españoles. Don Ramón, una de esas personas que actúan como argamasa en períodos y situaciones críticas por el bien de la colectividad merecía, independientemente de ideologías y discrepancias, no digo ya una despedida con honores, que también, pero sí un mínimo de respeto. Sánchez ha preferido irse jaleado por sus incondicionales, los de la risa y el aplauso de «talk show» con animador chispeante, los que confunden la propaganda con el debate, la contundencia de la razón con el grito arrabalero, la política con el activismo, el mar con el cielo, la noche con la mañana y tu falda con tu blusa.

Empezábamos la mañana de ayer con una Cuca Gamarra que aprovechaba la moción de censura para postularse como única alternativa al PSOE y daba la clave de su abstención casi sin darse cuenta: «Porque no es nuestro candidato», y un Patxi López totalmente fuera de sí, en un registro más próximo al de predicador frenético que al de portavoz del grupo socialista.

El resto de grupos iban desfilando mientras en el hemiciclo crecía el murmullo, el sopor y las ganas de irse. Pero es que veníamos de una sesión maratoniana el día anterior en la que Pedro Sánchez y Yolanda Díaz, con sus respectivas e indisimuladas campañas electorales, nos habían noqueado a todos como solo puede hacerlo una campana extractora: por puritito agotamiento. Por eso cuando el presidente volvía a subir a la tribuna el primer (y autorrefrenado) impulso de la parroquia, esperando lo peor, era el de pedir pizza y auxilio al exterior. Como si en lugar de una moción de censura fuese un secuestro. No es de extrañar que la réplica de Tamames empezase con un reproche: «Esto no es una sesión parlamentaria, es un mitin.

Lo que acabamos de ver es una exacerbación de las capacidades de poder criticar dirigiéndose a lo peor de cada cosa, atacando principios fundamentales de la convivencia y creando una situación de amigo/enemigo. Las dos Españas otra vez. Buscan ustedes la separación y eso no es correcto». Y, más tarde, una reprimenda, un «esta no es una casa de dar gritos» que habría avergonzado a un niño chico en un aula de parvulario pero que en el hemiciclo lo que despertaba, inexplicablemente, era el abucheo desconsiderado y maleducado de la bancada socialista.

Esta moción de censura, estéril en tanto en cuanto no ha llegado a buen puerto, no ha resultado sin embargo, infructuosa. Nos ha servido para evidenciar la ínfima calidad de la política actual, para recibir una lección de modales, saber estar, educación e inteligencia. Tamames nos ha regalado una última reivindicación brillante del espíritu de la transición, del consenso y la democracia, de la generosidad de los que supieron abrazarse para no hacerse daño con el pasado.

Y ha obligado a parlamentarios mediocres y vocingleros a, conscientes de esa mediocridad, poner a trabajar a sus gabinetes para poder citar, aunque solo sea hoy y porque se lo soplan, a Catón, Tácito o Demóstenes.