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El efecto Tamara: el año en que la niña se comió a la madre

Su simpatía y espontaneidad, dotes culinarias, buen humor y exquisitas maneras han convertido a la hija de Isabel Preysler y Carlos Falcó en el descubrimiento rosa del año. El mérito es suyo

Tamara Falcó e Isabel Preysler, en octubre de 2019
Tamara Falcó e Isabel Preysler, en octubre de 2019Daniel GonzalezGTRES

Si hay un personaje que ha destacado este año en el mundo del corazón ha sido Tamara Falcó. Desde que nació, su vida ha formado parte de lo que el fundador de la revista «¡Hola!» llamó «la espuma de la vida», que no es otra cosa que presentar la cara amable de los personajes. Prácticamente se ha sabido todo de ella porque así lo quisieron sus padres y después ella misma. Su existencia era más bien plana en el sentido de que no ha formado parte de escándalos ni personales ni colaterales. Salvo su poca maestría aparente a la hora de conducir cuando era veinteañera y que la convirtió en protagonista de chascarrillos, carece de etapas oscuras. Según contaba, sus hermanos la llegaron a bautizar como «Tamara choquetin», en referencia a un juguete cuya distracción para los niños pequeños era precisamente chocar contra cualquier objeto que se pusiera delante. Ella se lo tomaba con humor. El problema era que sus percances con el volante se hicieron públicos. En una ocasión se llevó por delante unas jardineras, en otro se quedó sin gasolina y hubo un tercero cuando por un despiste casi entra con el vehículo en un Starbucks. La frase siempre era la misma: «Que no se entere mami». Y mami «superstar» se enteraba porque al día siguiente la imagen aparecía en los programas de entretenimiento y en las revistas.

Sentido del humor

Con el tiempo consiguió quitarse el sambenito cuando se convirtió en una de las participantes de la Challenge de Land Rover en varias ediciones. Los periodistas que también competían en la misma aventura fueron sus mejores avalistas a la hora de cambiar esa imagen. Tamara dejó de ser un peligro al volante para convertirse en embajadora de la marca con todos los puntos a su favor. Su buen trato con los colegas de competición, su manera de acomodarse a las situaciones menos favorables y su sentido del humor iban cambiando la apariencia pública de la hija mediana de Preysler y el marqués de Griñón. Ahora ha sido su papel de cocinera televisiva la que le ha dado el título de «personaje del año» por derecho propio. Como diseñadora, sus creaciones no han calado en el mundo de la moda, y en cambio su evolución en los fogones ha resultado muy llamativa. Según varias encuestas, era el personaje que más interesaba del concurso. Y así semana tras semana consiguió mostrar una imagen muy diferente a la de la niña ñoña y mimada que arrastraba. «Me dicen que hablo raro pero es que yo hablo así», le contaba a Bertín Osborne en un programa. Su sentido del humor explicando que sí que era pija y que no le importaba que la calificaran así, sus comentarios sobre mami, papi, tío Julio, tío Miguel, sus explicaciones de cómo se le pasó por la cabeza entrar en un convento para hacerse monja, del desconocido y fuerte carácter de Isabel Preysler, las anécdotas de lo que sucede en la intimidad de la mansión Miraflores o de cómo tuvo que convencer a su hermana Ana para que se diera cuenta de que entre «mami y Mario hay tomate» han servido para presentar a una nueva Tamara, que cumplió 38 años el pasado 20 de noviembre. Las explicaciones sobre su vida cotidiana eran muy gráficas y a la vez desconocidas hasta que las contaba con naturalidad entre escerificación y despiece de conejo. Descubría un mundo muy diferente al que se mostraba habitualmente en su revista de cabecera, que Tamara define como «nuestro álbum familiar». Por ejemplo, cuando explicaba la soledad que vivió de niña cuando su madre aún estaba casada con el marqués de Griñon. Recordaba cómo sus padres tenían una vida social bastante activa y ella se quedaba sola. «Estaba deseando que mis hermanos volvieran de Miami para que hubiera ruido en casa». Reconocía que estaba muy mimada y que cuando quería un juguete o cualquier cosa se lo daban. «Creo que era insufrible», contaba muerta de risa. Su relación con la cocinera también ha formado parte de esas revelaciones. «Ramona cocina muy bien, y como mami y Mario están viajando continuamente yo tengo que comer lo que hace, que siempre es riquísimo. ¿Qué voy hacer?, pues eso, decirle que está muy bueno y dejar el plato vacío», contaba con una lógica aplastante. Para Tamara su paso por televisión ha sido una fiesta. Tanto es así que su imagen se ha convertido en reclamo para las marcas, como lo demuestra que Porcelanosa la haya elegido como protagonista del anuncio más relevante del último día del año. Hasta ahora la reina de la empresa azulejera ha sido siempre Isabel Preysler, que aparecía siempre impecable mostrando los mejores sueños.

Carlos Falcó, El «padre de»

Hace unas semanas su padre, Carlos Falcó, contaba en un homenaje que le hacía como bodeguero la asociación AMAVI : «Me he convertido en el padre de Tamara». Y algo parecido le sucedía a Mario Vargas Llosa. El Nobel relataba que en algunas de las presentaciones de su nuevo libro al acabar «me sorprenden con preguntas sobre Tamara. Es una chica estupenda, les digo». Desde luego nadie imaginaba en el mundo literario e intelectual que el escritor apareciera en la grabación del último día del programa «Máster Chef» apoyando a la hija de su novia. El efecto Tamara no ha hecho más que empezar.