Superación
Rubén Rondón: el triunfo del modelo y campeón de muay thai al que su padre echó de casa
Campeón de España amateur de artes marciales, no ha tenido una vida fácil. Con una depresión y en la calle a los 17 años, espera su salto al ring profesional
La historia vital de Rubén Rondón está llena de altibajos. Una infancia y adolescencia marcadas por la separación de sus padres, la incomprensión, el desasosiego y la depresión, hasta que encuentra en las artes marciales el camino a una rehabilitación psicológica y moral, además de la ilusión por tener una vida más fructífera. Rubén tiene un currículum envidiable en el que aparecen siete campeonatos de España, uno del mundo y cuarenta y tres combates ganados de cuarenta y seis disputados. Todo un récord a sus 19 años.
Además, trabaja como modelo publicitario, lo que indica que sabe compaginar perfectamente las dos facetas. Golpes contundentes frente a sesiones de maquillaje. En el mundo amateur del kickboxing y el muay thai son escasos los que pueden presumir de haberle vencido. Pronto debutará en el campo profesional.
«Tuve una infancia bastante difícil, la separación de mis padres me sumió en una depresión, y más al ver el decaimiento psicológico de mi padre y la dura situación económica en la que se quedaba mi madre. La cuestión es que él no me atendía como debía y me crió prácticamente ella. Fueron tiempos de penurias y de escasez... Pasados los años, conseguí que dos amigos le presentaran mi padre a su madre, y empezaron una relación sentimental. Yo no supe calibrar lo que esto iba a perjudicarme en el futuro».
Al principio, Rubén Rondón se fue a vivir con ellos. Una convivencia que acabó siendo tóxica para el protagonista de esta historia. «Residíamos en Valladolid. Me tenían controlado, no me dejaban salir solo a la calle, hablaban mal de mi madre, la insultaban continuamente, y cuando empecé a competir en Madrid me obligaban a pagarles el viaje a ellos dos y a los tres hijos de esa mujer. El dinero salía de mis escasos ahorros. Y si no les llevaba conmigo, como era menor de edad, no me permitían desplazarme a las competiciones». La situación se convirtió en insostenible, y su padre le echó de casa con 17 años. «Me negué a pagarles más viajes y me pusieron las maletas en la calle. Ya no les interesaba… La tensión era tremenda, las discusiones continuas y la pareja de mi padre me humillaba».
La aparición de dos personas en su vida, el promotor Antonio Ricobaldi y el productor cinematográfico y ex karateca Ángel García, consiguieron el «milagro» al ofrecerle un futuro mejor. Hoy, Rubén vive en casa de Ángel, un segundo padre, y entrena a las órdenes de Antonio en su gimnasio. Además, es profesor de artes marciales y participa, como dijimos, en campañas publicitarias.
«El deporte me salvó la vida. Pude salir de un mal ambiente y buscar un futuro mejor. Ángel, valga la redundancia, es mi ángel de la guardia, y Antonio, un regalo caído del cielo. Con mis escasos ingresos, porque todavía combato como amateur, ayudo en lo que puedo a mi madre, que malvive en una pequeña habitación de una pensión vallisoletana. El día que empiece a ganar más dinero me ocuparé de ella todo lo bien que se merece», afirma.
Subirse a un cuadrilátero «me permite descargar adrenalina, sacar la furia que llevo dentro. Soy una persona tranquila y relajada en mi vida cotidiana, pero cuando combato me transformo. Recuerdo los sinsabores del pasado y me sale la rabia. Lo pasé mal, pero ahora estoy bien. Ya no mantengo relación alguna con mi padre, ni con su pareja y sus tres hijos. Él me llama a veces, pero no le contesto. Me ha ignorado, y ahora se acerca al ver mis éxitos en el ring por interés…».
La madrastra del campeón
Sobre si puede compaginar las artes marciales con la moda, Rondón asegura que, «de momento, sí. Y si tengo alguna marca en la cara se disimula con un maquillaje. Me cuido mucho… No estoy machacado como otros. Me echo mis cremas, soy coqueto…». No tiene novia, aunque sí «buenas amigas. Ligo mucho, porque a las chicas les atrae mi doble vertiente de modelo y campeón de artes marciales. Desde que la vida me da satisfacciones empiezo a ser feliz».
Rubén recuerda con pena de nuevo el trato recibido por parte de la pareja de su padre: «Es como si me tuviera envidia, porque estoy llegando más lejos en la vida que sus propios hijos. Me acuerdo de que me mandaron una dieta para bajar peso y ella solamente me hacía comer alimentos fritos. Nada más. Se justificaba con un ’'no hay dinero para otras cosas’'. Menuda tontería… Ganas de hacer daño y de no querer ayudarme».
También confiesa que «muric, menos mal que en momentos límite me funciona mejor el cerebro que el corazón. Mi madre me decía que me fuera a vivir con ella, pero en su habitación tenía una cama en la que no cabíamos los dos. El juez condenó a mi padre a que le pasara una pensión y no se la daba. La pobre le ha denunciado en muchas ocasiones…».
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