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Clan Pantoja

El destrozado clan Pantoja que deja Doña Ana

Entre todos la mataron y ella sola se murió. El daño familiar ya no se puede remediar. El clan Pantoja ha acabado de forma súbita sin conciliación ni reconciliación posible. Nadie puso de su parte

La cantante Isabel Pantoja, junto a su madre doña Ana, en una imagen de archivo
La cantante Isabel Pantoja, junto a su madre doña Ana, en una imagen de archivolarazon

Los abrazos tardíos, mediáticos, interesados, no sirven más que para curar las heridas propias, el supuesto amor propio, pero no las cicatrices ajenas. Ana Martín Villegas, doña Ana, fallecía en la madrugada del miércoles en la finca gaditana Cantora, símbolo de la desunión del clan Pantoja, tras luchar contra una enfermedad degenerativa. En ese último trance, tan solo estaba acompañada por Isabel y Agustín, mientras los hijos de la cantante acababan de llegar a la isla La Graciosa para celebrar la boda de Anabel. Un mundo entre Cantora y la pequeña isla a la que solo se puede acceder por barco y que, paradójicamente, hacía más difícil poder ir a velar a la matriarca de la familia. Isabel Pantoja tomaba la decisión de incinerar a su madre en el tanatorio de Jerez, sin permitir que sus díscolos hijos y su queridísima sobrina pudieran darle el último adiós.

En la media noche del miércoles, Kiko, Isa y Anabel llegaban a Cádiz tras un arduo viaje por tierra, mar y aire. Doña Ana era ya cenizas cuando arribaban. Los abrazos que buscaban no iban a solucionar el abismo que les separa desde hace tantos meses, aunque sí les iba a dar consuelo en un momento tan duro. Curiosamente el encuentro del clan se produce en Cantora, tierra envenenada, tierra de codicia y de amargo presente. Ahora empieza una nueva etapa. Los abrazos de compromiso y la boda de Anabel con Omar Sánchez son solo anécdotas, un respiro para un futuro que continuará cargado de odio, ánimo de venganza y despiadada batalla.

Kiko Rivera, en la carta de despedida que en Instagram dedicaba a su «yaya», se quejaba de que los hijos de su abuela no le permitían despedirse de ella y que tampoco le habían informado de cómo estaba. Evitó con tino nombrar a su propia madre, quizá por miedo, o por vergüenza, no por respeto. Pero no fue justo al no especificar que otro hijo estaba al lado de su madre.

Agustín Pantoja ha conseguido mantener aislada a madre e hija del resto de la familia. Juan y Bernardo, los otros hermanos de la tonadillera han sido también víctimas de esa dictadura pantojil. Juan, guitarrista mediocre que acompañaba a la cantante durante muchos años, discutió duramente con Agustín y fue expulsado de la finca. Solo entraba para visitar y cuidar a su madre cuando su hermano se ausentaba. Bernardo Pantoja ni siquiera pudo entrar a ver a su progenitora. Acudió hace dos meses, y fue recibido en la cancela de la finca por una persona del servicio. Esta le impidió la entrada bajo estrictas órdenes de su hermano aduciendo motivos relacionados con la epidemia de la Covid-19.

Ahora que doña Ana ha dejado de ser el vértice que mantenía esa frágil unión entre los hermanos, el futuro que espera es peor que incierto. Ella era la matriarca del clan, pero Isabel Pantoja, la que mantenía económicamente a todos. Ahora que no está, ese compromiso ha caducado.

Cuidar las amistades

Bernardo Pantoja vive en una casa propiedad de su hermana Isabel. Quizá le mantenga por el cariño que la cantante tiene a su hija Anabel, pero Bernardo deberá cuidar mucho más lo que hace y con quién lo hace para no perder el techo que ella le procura. Por ejemplo, su amistad con su prima Magdalena, furibunda enemiga de Isabel Pantoja y que le ha utilizado como una marioneta llevándole a una playa para dejar en evidencia a su propia hija. La imagen de Bernardo Pantoja en la arena de la playa dejaba claro que podría asistir a la boda de la colaboradora de televisión en La Graciosa. Una bofetada sin mano. Bernardo debe ser más cauto si no quiere finalmente verse viviendo en la calle. Por su parte, Juan dejó la finca Cantora pero ha seguido recibiendo la ayuda económica de su hermana. Se ganaba la ayuda asistiendo a su madre, una tregua, pero ahora que no está, Agustín hará lo posible por retomar su vendetta.

Bernardo Pantoja por las calles de Sevilla.
Bernardo Pantoja por las calles de Sevilla.KCSGTRES

Retomar su carrera musical

Por su parte, Isabel Pantoja ya no tiene nada que la ate a la finca familiar Cantora. Tenía el proyecto profesional de viajar a México, retomar su carrera artística y dejar atrás sufrimientos y lastres. Agustín la acompañaría. Ha sido su lugarteniente, su protector y su guardián toda la vida. Pero no puede estar tranquilo del todo. La tonadillera no siempre ha dependido de él, tampoco ha tenido a su lado a su queridísima madre. Ella siempre ha priorizado su propio interés. Si tenía que deshacerse de la compañía de alguno de los suyos, así lo hacía.

En la época en la que fue amiga entrañable de la periodista Encarna Sánchez, ni Agustín Pantoja ni su madre doña Ana frecuentaban su casa porque la locutora acaparaba a la cantante y no permitía intromisiones ni interferencias en su amistad. La etapa en la que la tonadillera y la cantante María del Monte fueron amigas inseparables, los contactos con la familia Pantoja eran puntuales.

También el exalcalde de Marbella Julián Muñoz encerró en una jaula de oro a Isabel, que aceptó la condición encantada, aparcando esa intermitente devoción por su familia. A buen seguro que sii otra entrañable amistad u otro amor llegase a la vida de la artista y fuese incompatible con la presencia de su hermano Agustín a su lado, dejaría de ser pusilánime y no le temblaría el pulso para mostrarle la puerta de salida de su vida. Y es que el clan Pantoja siempre suena al tono que marca la cantante hispalense. Y así seguirá siendo, un culebrón que acaba de estrenar nueva temporada