Declive
Isabel Pantoja se reconvierte en la asistenta de Cantora
Ha prescindido del servicio doméstico, quizá por ahorrarse el dinero
El maullido de los gatos, los gorgoteos de los pájaros y las conversaciones “aciagas” con su hermano Agustín, el llamado Rasputín de la familia. Son los únicos compañeros de una Isabel Pantoja que, según dicen, por prescindir, ha prescindido hasta del servicio.
La finca ya no acepta visitas, es coto cerrado para la tonadillera y su asesor-manager-familiar intimísimo, un cortijo en el que todas las labores de la casa, limpieza, comidas, están en manos de dos únicas personas.
Isabel limpia y cocina como nadie, es mejor ama de casa de lo que se supone, y Agustín es el pinche y el ayudante barrendero del lugar.
La tonadillera no tiene ganas de visitantes, ni tiene ánimo para reuniones, su cabeza está obsesionada con sus problemas económicos y familiares.
Una de las pocas personas a las que coge el teléfono desvela en petit comité que “está hundida, desesperada, no quiere ver a nadie, utiliza al hermano como muro de contención, como intermediario cuando recibe llamadas. Nos tiene muy preocupados…”
Pantoja vive una de las etapas más duras de su vida, le sobran problemas y le faltan ilusiones. Antes, cuando la armonía reinaba con sus dos hijos, la artista encontraba su mayor alegría disfrutando de las visitas de sus nietos, esos que ahora preguntan por qué no van a ver a su mediática abuela. Sus padres no encuentran respuestas verdaderas, solo mentiras piadosas que esconden realidades.
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