
Entrevista
María José Cantudo: «No he estado con casados, pero ellos a mí no me han sido leales»
« A ninguna de mis parejas les gustaba que me dedicara a la interpretación», confiesa a LA RAZÓN.

Es una de nuestras actrices de culto de los años 70, pero desde 2010 no ha vuelto a hacer ni teatro ni cine. Cuando le pregunto a María José Cantudo (Jaén, 1957) qué tienen que ofrecerle para que regrese, destapa esa personalidad que le granjeó éxitos y también detractores: «Me han ofrecido cosas importantes, pero yo para atrás ni para coger impulso. Mis obras de teatro eran impresionantes, he ganado dinero porque mis teatros se abarrotaran y he contratado pagando mucho. Me han propuesto series con pocos medios y tengo un caché que no voy a bajar. Prefiero que se lo lleve una ONG porque a día de hoy no tengo necesidad».
Tras superar un bache de salud, del que le quedan dolores de espalda, la protagonista de «La Trastienda» se siente feliz y afortunada porque tiene «una familia maravillosa y un hijo que es un señor». Solo cambia el tono si le llaman «vedette», actriz del destape o especulan con su edad. Aunque siente que lo ha superado todo: «Me han hecho muchas zancadillas y he salido adelante, por eso creo en Dios».
¿Le diría que sí a un documental sobre su vida? ¿O ya le sobra?
Hay tantas cosas que no se saben mías que sería increíble. No de amantes, he trabajado en el mundo entero, con obras y películas fuera de España. Nunca me he metido en el mundo de la farándula, soy muy casera y me gustan mis antigüedades. Ahora estoy en el campo, restaurando una de mis casas. Muchas amigas tienen barco pero yo prefiero estar en casa con los albañiles.
Llegó con 15 años a Madrid y con 27 monta su espectáculo. ¿Cómo lo hizo?
He conseguido todo sola, sin amantes ni novios. Me casé con Manolo Otero, que no tenía casi trabajo, y siempre he ganado dinero, de fotonovelas, de publicidad, a pesar de no ser conocida y con un hijo, que tuve con 17 años. Mi suerte fue que hice varias series en Alemania y allí gané dinero. Aunque a ninguna de mis parejas les gustaba que me dedicara a la interpretación.
Al presentador Andoni Ferreño el productor Valerio Lazarov le pedía siempre que saliera bien peinado y sonriente. ¿Y a usted?
Trabajando con Valerio hubo un momento que me quejaba porque de mi camerino desaparecían cosas. Empezó a chillarme y le dije: «Estoy trabajando aquí porque tengo un niño de siete meses pero si ves que no sirvo, me voy». Me respondió: «De las que hay ahí la única que sirves eres tú, por eso te chillo». Fue un maestro y gracias a él conseguí disciplina.

«La Trastienda», el primer desnudo integral femenino del cine español, ¿le ha traído muchos quebraderos de cabeza?
El productor José Frade quería a Ana Belén para esa película pero tras trabajar en otra anterior con Jorge Grau solo quiso que la hiciera yo. No hice ningún destape, solo es una chica que se quita la ropa ante un espejo, que no se iba a ver ni en España pero se murió Franco y sale el destape. Perdí dinero porque no hice el destape. Quería buenos guiones. Igual que no he sido vedette ni he estado en salas de fiestas. La edad y esas dos cosas siempre me lo echan en cara.
¿Por qué tiene ese recelo con los retoques estéticos?
Como estoy, estoy bien. Solo tengo las manos destrozadas porque cicatrizo mal. Si ves a mi madre, con 87 años, está estupenda. El cirujano lo tengo en el alma, porque soy muy tacaña para mí, las limpiezas y todo me lo hago yo.
¿Cree que merece algún reconocimiento?
Si supieras la cantidad de premios que tengo… Fuera de España, un montón. No lo entiendo, porque nunca he dicho que soy de izquierdas ni de derechas, pero aquí no se me nombra. He conseguido que el público me quiera y en la televisión se pongan de pie. Ése es mi triunfo.
¿Se ha sentido comprendida por los hombres de su vida?
Yo he dejado a los tres. Es así. Mi primer marido Manolo Otero no era nadie cuando le conocí. Y no le dejé hasta que le vi bien colocado. Pedro Ruiz tampoco era nadie y empezó a ser famoso estando conmigo. Y Enrique Cornejo exactamente igual. No me he sentido cuidada por los hombres, porque para ellos tener una mujer que sea más les produce malestar. Siempre he estado por amor, porque las casas y el dinero los tenía yo. Jamás he estado con hombres casados, pero ellos a mi, en cambio, no me han sido leales.
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