Exclusiva
Miguel Durán, expresidente de la ONCE: "Marta Chávarri fue víctima de una estrategia empresarial"
Reflexionamos con el abogado sobre la trama detrás de las fotos sin ropa interior de la aristócrata
Falcó, Cortina, Preysler, Chávarri o Berlusconi. Son apellidos que la actualidad coloca en nuestras crónicas en bodas, bautizos y defunciones. Pero a la memoria se distrae más ojear hacia atrás, a esa parte de la historia reciente que Francisco Umbral llamó «década roja». En ella asoma Miguel Durán, exdirector de la ONCE y expresidente de Telecinco. Digamos que fue el perejil de todas las salsas, más por obligación que por devoción, y se implicó de manera personal en el asunto de las famosas imágenes de Marta Chávarri. Dos semanas después del fallecimiento de la aristócrata, LA RAZÓN le pide una reflexión sobre el impacto de aquellas fotos sin ropa interior que, de nuevo citamos a Umbral, sirvieron para dibujar «la sonrisa de despedida de una mujer que se iba, porque la teníamos harta, o la sonrisa de llegada de un tiempo nuevo, cínico, gozador, rapaz, mentiroso y duro… Su coño al aire partió la Historia en dos». Ahí, aunque le pese, en esto Durán le da la razón.
Durán fue testigo colateral de aquella conversación que mantuvieron en el Hotel Palace, en febrero de 1989, Antonio Asensio, entonces presidente del Grupo Z, y Alberto Cortina, cuyo romance extraconyugal con Chávarri estaba a punto de hacer estallar el mundo de las altas finanzas. En ese hotel le habló de ese material que publicarían si no abandonaban la operación de asalto a la fusión del Banesto y del Banco Central pretendida por Cortina y su primo Alberto Alcocer, los dos en trámites de separación de las hermanas Koplowitz. Inmediatamente después de su desayuno con Asensio, Cortina se dirigió al despacho de Durán, a pocos metros, y le contó lo sucedido con tono de máximo nerviosismo. La revista Interviú publicó las imágenes el 14 de ese mismo mes. Durán, que estaba a punto de entrar en el accionariado del nuevo banco que saldría de la fusión, lo tenía claro: «¡Qué se queden el puto banco!».
A sus 68 años, sigue pensando igual: «Conocí, y mucho a Cortina. A Marta, personalmente no, pero me entristece su muerte prematura. Aquella publicación fue una felonía, un detalle de muy mal gusto. Se la utilizó como una estrategia de pelea empresarial. Yo insistí en que a ella debían mantenerla al margen, mucho más con una foto de esas características. Se lo manifesté incluso a quien estaba en el vértice de esa decisión, Asensio. Era mezclar churros con meninas. Es verdad que la revista se caracterizaba por mostrar señoras en ropa ligera, pero esto era simplemente un acto muy sucio, de profunda deslealtad y clarísima falta de humanidad».
En su opinión, aquella publicación tuvo que tener un impacto muy doloroso para su vida, aunque desconoce su alcance. «Lo qué si sé es que supuso un punto y aparte en materia ética. Desaparecieron los códigos de respetabilidad en la lucha empresarial, esas líneas que hasta entonces separaban claramente lo lícito de lo ilícito. A partir de ahí empezó a triunfar la máxima del todo vale que ha entronizado la sociedad y de la que se sirven programas de televisión y algunos medios de comunicación. Todavía permanece y todos somos culpables».
Hace un par de meses fallecía también Silvio Berlusconi, otro hombre que nos lleva de nuevo a esos agitados ochenta y principios de los noventa. «Más allá de lo profesional y de las diferencias ideológicas, me unía una gran simpatía. Era un hombre con un magnífico don de gentes y empatía. Un gran comunicador y siempre me trató con cordialidad y aprecio. Cuando derivó a la política, tuvo detractores, pero también mucha gente que le rechazó sin conocerle». Puntualiza que, aunque ambas muertes tengan en común la conexión con su vida en esa etapa, hay una gran diferencia: «A Marta Chávarri le quedaba un ciclo vital todavía muy largo».
El todo vale
En la actualidad, Durán dedica jornadas maratonianas a su oficio como abogado en el bufete que creó junto a su sobrino Miguel Ángel Durán. «Voy ya por mi sexagésimo novena vuelta al Sol y esto me hace estar en posición de reflexión y madurez, tomando las cosas con sentido del equilibrio. Profesionalmente, estoy en un punto de plenitud», explica. También físicamente se encuentra «razonablemente bien», aunque admite que podría cuidarse algo más porque el cuerpo empieza a dar alguna señal. «El tiempo que paso en el despacho y las comidas fuera de casa no me ponen nada fácil seguir una disciplina», se justifica.
Vive alejado del foco mediático y huye de cualquier bullicio que no sea el de sus dos nietas. «En vacaciones prefiero la tranquilidad de mi casa pirenaica o escapadas a Azuaga (Badajoz), mi pueblo natal. Allí tengo una finca con ovejas y cochinos ibéricos y de allí son también recuerdos muy vívidos de una infancia feliz en un pueblo atrasado. Me gusta volver para conectar con mis raíces». Realmente no deja de trabajar. «La jurisdicción penal -se excusa de nuevo- sigue funcionando en agosto y esto me obliga a estar pendiente de los procesos abiertos, pero disfruto de la familia».
Lo que sí rompe su calma veraniega es la situación política. «Si la hubiera creado Satanás -advierte- no habría sido más diabólica. Por mucho que digamos que es resultado de la voluntad de un pueblo, ¿quién gobierna esto? Pedro Sánchez nos tiene acostumbrados a juegos de prestidigitación, pero esta vez va a ser complicado gobernar con una nueva edición de gobierno que no es Frankenstein, sino «Sanchezstein». Solo hay que esperar a ver cuánto tardará en implosionar Sumar, que será tanto como lo que tarde Iglesias en hacer que implosione. Lo razonable, desde mi punto de vista, sería que Sánchez tuviese el talante democrático para asumir que ha perdido».
✕
Accede a tu cuenta para comentar