
Entrevista
La receta secreta de Silvia Pindado, la farmacéutica de duques, millonarios y celebridades
Se niega a revelar a sus clientes vip, pero su barrio es el hábitat de la Infanta Margarita, Marichalar o Banderas. Y, claro, los paparazzis rondan su establecimiento

La escena podría pertenecer a una novela de la alta sociedad madrileña, pero ocurre a plena luz del día en esta esquina dorada. Un hombre entra con paso seguro, saluda a las dependientas por su nombre y, sin mediar demasiadas palabras, entrega una selección de cosméticos de precio estratosférico. «Cárgalo a la cuenta del duque», dice con naturalidad. La manceba, sin pestañear, lo anota en un cuaderno. «Aquí la gente de toda la vida paga a final de mes», explica Silvia Pindado, la dueña, con una sonrisa serena. «Y los productos no médicos se los enviamos directamente a casa». Bienvenidos al universo de una farmacia que parece una boutique, donde la tradición se mezcla con la dermocosmética más avanzada y el lujo se respira en cada estantería.
Clientes vips
Silvia Pindado dirige una de las farmacias que más factura en la Milla de Oro madrileña. En sus vitrinas conviven marcas tan codiciadas como Filorga o SkinCeuticals, nombres sagrados en los rituales de belleza de celebrities y socialités. Con más de 12.000 productos cuidadosamente seleccionados, su farmacia se ha convertido en un auténtico templo para quienes entienden que el cuidado de la piel es un gesto de estilo de vida. Cada día, entre 200 y 250 personas cruzan sus puertas; se venden unos 400 productos diarios y un equipo de ocho profesionales mantiene en movimiento esta maquinaria perfectamente engrasada. Estar en la calle Jorge Juan, en plena Milla de Oro de Madrid, suma y mucho. Frente a tiendas como Hackett, y rodeada de iconos gastronómicos como Quintín, Los Gallos y Lobito de Mar, la farmacia de Pindado ocupa un local privilegiado en el barrio más codiciado del distrito de Salamanca, donde el metro cuadrado es de los más caros de España. Su farmacia, en cambio, supera los 200 metros cuadrados y cuenta con un sótano diseñado para convertirse en un espacio de consultas de dermocosmética. Los paparazzis rondan su establecimiento. Algo habitual cuando Jaime de Marichalar o Agatha Ruiz de la Prada son vecinos. Aquí es habitual encontrarse por sus lindes a Antonio Banderas paseando con su teckel (ella por cierto también tiene uno), a la Infanta Margarita recogiendo sus productos, Cholo Simeone, María Dolores de Cospedal o al diseñador Lorenzo Caprile cruzando desde su taller. Cristina Marsillach es otra vecina de la zona y los millonarios mexicanos se dejan fácilmente entre 1.000 y 1.200 euros al mes en cosmética española de alta gama.

La historia de Silvia no comienza en el glamour. Su primera farmacia estaba en la Avenida de la Albufera, en el humilde barrio de Vallecas. Allí, el 95 % de las ventas eran recetas médicas. Poco a poco, y con una visión estratégica inusual, transformó aquel espacio: introdujo productos dermocosméticos, formó a su equipo y logró que un tercio de las ventas fueran de venta libre. Llegaban pacientes de toda España, incluso desde Suiza, atraídos por su master en dermocosmética y su aparatología de vanguardia. «Fuimos pioneros en incorporar el Observ 520, un analizador de piel que es como el Ferrari de los dermoanalizadores. Solo hay tres en toda España», recuerda con orgullo. El destino se alineó cuando la farmacia de Aurelio Montesinos, una institución con casi un siglo de historia familiar, se puso en venta. Silvia no dudó: en 24 horas la compró. «Me dieron la radiografía del barrio. Sabía que aquí debía tener marcas médicas como Cantabria Labs y Germinal, pero también sensoriales como Caudalie, Nuxe o Filorga, y por supuesto, las joyas de la dermocosmética como SkinCeuticals, Esthederm o marcas nicho como Medias Invisibles que son un ‘must’ para evento vip». El barrio es un crisol fascinante: vecinos de toda la vida, aristócratas discretos, comensales de alto standing y una comunidad internacional, sobre todo latinos.
Una larga trayectoria
Pindado no improvisa. Su background es singular: nacida en Ávila, su padre –cirujano– la obligó a estudiar arquitectura. Hizo su tesis en Dublín y trabajó durante años en arquitectura efímera para Microsoft o Las Edades del Hombre. A los 40, tras ser madre, cambió radicalmente de vida: compró su primera farmacia y descubrió su verdadera vocación. «Me divorcié y monté este proyecto. Yo misma vivo en este barrio hace años y estoy donde quiero estar». Su visión estética se nota en cada rincón: ella misma diseña los escaparates, la cartelería y los planos. Cada mes cambia la decoración y trabaja con la florista María Gomá. Las gafas de lectura, por ejemplo, son una de sus pasiones: trae monturas italianas, francesas y suizas. «Mis clientas latinoamericana están locas por mis monóculos joya». Pero el lujo aquí no es solo estético; es técnico y holístico. Sus consultas de dermoanálisis duran dos horas. «Si tu estilo de vida es malo, las cremas no sirven. Aquí hay mucho famoso con mal estilo de vida y gente que se cuida muchísimo», explica. Su formación es sólida: ha cursado un master en dermocosmética con referentes como Gemma Herrerías y Asun Arias.

También se ha especializado en nutricosmética y en el cuidado de la piel de pacientes oncológicos. Otros de los hits de Silvia son los test genéticos pioneros en España para detectar intolerancias a rellenos, «fillers» o prótesis. «La pasión por la estética en este barrio es fuerte y ahora más con el público latinoamericano». Su ritmo es infatigable: «Duermo poco», confiesa. De Lisboa y Londres ha importado ideas de decoración, de Suiza la aparatología, de París y Holanda la sofisticación. Y de su anterior farmacia en Vallecas, la calidez.
Barrio de Salamanca, el nuevo Miami
Alexandra Uzcátegui, Carminne Dodero, Johanna Von Müler-Klingspor, Eliza Arcaya y Liliana Briceño son algunas de las socialités latinoamericanas que pueblan el barrio de Salamanca. A ellas se suman familias poderosas como las de Axel y Miguel Ángel Caprile, María Asunción Aramburuzabala o Roberto Perri. Han cambiado no solo las restauración y la moda del barrio. Joyerías y farmacias han sido los grandes beneficiados de este éxodo masivo de fortunas transoceánicas que aman poder ir de tiendas sin guardaespaldas. Y, ojo, que aunque han mudado muchos a La Moraleja y La Finca siguen confiando en los comercios de barrio que les recibieron.
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