Opinión
La crónica de Amilibia: Sánchez ha puesto el champán a enfriar
Todavía el personal se hace cruces por lo que contempla en la pista central del circo y se pregunta si esta guerra intestina del PP durará más que la de Isabel Pantoja con su hijo Kiko Rivera o la de Rocío Carrasco con su ex Antonio David Flores. El gentío madrileño aplaude a Isabel Díaz Ayuso ante Génova y el presidente del Gobierno a Pablo Casado con palmas sordas, porque con esta bronca de hermanos Pimpinela le ha venido Dios a ver, aunque Él ya está acostumbrado a eso: todos los días se mira en el espejo. Dicen las lenguas viperinas que en la Moncloa han puesto el champán a enfriar y Santi Abascal está loco por ponerle un piso Isabel Ayuso en la calle Bambú.
Había señales premonitorias. Antes de que Ayuso se asomara a la tele para mostrarse como la Monja de las Llagas, Sara Carbonero celebraba en Instagram su cumpleaños mostrando la cicatriz que cruza su ombligo. Según «The Economist», España pasaba a ser «democracia defectuosa». Netflix estrenaba la serie «Alguien está mintiendo». Por la gripe aviar, en Valladolid eran sacrificadas 134.000 gallinas sin que nadie tuviera en consideración a los gallos viudos. Karlos Arguiñano, entre ramita y ramita de perejil, confesaba que él «cambiaría a todos los políticos, que vengan otros». Y a Madrid llegaba «El Hachodrómo», un local para desfogarse lanzando hachas contra dianas de gruesa madera, cuando aún nadie había pedido la decapitación de Teodoro García Egea. No se sabe si Casado lo convertirá en cefalóforo (mártir que camina con su cabeza en las manos) al estilo de san Lamberto de Zaragoza o si se inmolará el propio Egea. Pero ¿puede el PP prescindir del campeón del mundo de lanzamiento de huesos de aceituna?
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