Opinión
El diario de Amilibia: «Hijos míos, ¿en qué puedo ayudaros?»
Haga lo que haga, diga lo que diga, siempre encontrará pastorcitos a los que deslumbrar y alucinar
Leo que Él sorprende a los grandes empresarios en un cóctel a puerta cerrada con actitud muy dialogante y les dice: «Yo soy un convencido de la importancia de las empresas. ¿En qué puedo ayudaros?». Cuenta Carlos Segovia que un gran directivo del Instituto de la Empresa Familiar comentó: «Ha estado encantador; ni una palabra sobre el fango, solo empatía y voluntad de ayudar». Los hermeneutas del pedrismo ven aquí, en esta aparición del Apolo de la Moncloa, la clave de la dualidad que lo mantiene a la vez en el Poder y en el Contrapoder: haga lo que haga, diga lo que diga, siempre encontrará pastorcitos a los que deslumbrar y alucinar para que lo vean como si fuera la primera vez que habla, la primera vez que promete, la primera vez que afirma algo tras el Big Band: antes únicamente fue la nada.
En su mundo cuántico, cuando Él se aparece en carne mortal siempre se produce el mismo prodigio: se borra el pasado, su pasado. El placer de la contemplación gloriosa de su hermosura y su sonrisa obran el hechizo: nadie de los poderosos recuerda que ayer mandó a los infiernos y maldijo a los poderosos. Hoy, los poderosos ven tan solo, seducidos, al presi sencillo y radiante que se toma un vino con ellos y encima se ofrece, cordial, como el solucionador de sus problemas: «¿En qué puedo ayudaros?». Pudo decirles «hijos míos, ¿en qué puedo ayudaros?», pero un primer vino no da para tanto.
Ana Botín no cree que España vaya como una moto. Nos ve «como la rana que se lanza a la cazuela y no se da cuenta del riesgo de que el agua hervirá hasta que es demasiado tarde». Ahí, el mago monclovita ve y nos hace ver ancas de rana al modo Arguiñano. Chup chup.
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