Opinión

El diario de Amilibia: ¡Que se besen, que se besen!

Él quiere estirar el número circense hasta el otoño, por lo menos, entre los tangos arrastrados de uno y el flamenco desgarrado del otro

Feijóo acusa a Sánchez de no aclarar las actividades profesionales de su esposa y anuncia que le llamará en el Senado
Feijóo acusa a Sánchez de no aclarar las actividades profesionales de su esposa y anuncia que le llamará en el SenadoEuropa Press

Leo: «Feijóo ve otra sobreactuación la retirada de la embajadora». Milei sobreactúa, Él sobreactúa y Feijóo, en el papel de hombre moderado y prudente, de gallego a mitad de la escalera, parece ofrecerse como pacificador en la pelea tabernaria. Leo también: «El PP acepta la “pinza” del PSOE y Vox: “Acapararemos más centro”». Feijóo aprovechará para situarse entre ambos y dice que Sánchez y Milei son lo mismo en términos de crispación. Y leo más: «Milei para relanzar al PSOE: el Gobierno y Ferraz ven el choque con el presidente argentino una palanca para reforzar su mensaje contra la ultraderecha». Está claro que todos sobreactúan para llevarse algo al propio huerto: todo es bueno para el convento, como dijo el monje aprovechategui.

Sobre todo para el convento monclovita. A Él no le basta con alertarnos un día sí y otro también del enorme peligro que representa el facherío nacional y las amenazas que suponen los caballos de Troya fachas que socavan nuestra democracia. Es un papel que se le ha quedado pequeño. Milei le ha dado la gran oportunidad estelar (nunca se lo agradecerá bastante) de convertirse en el paladín, cruzado o abanderado de la guerra contra el facherío internacional. Ya es el Centinela de Occidente, el Detente Bala ante la derechona, la ultraderechona y el contubernio judeomasónico. Y dicen las lenguas viperinas que espera la adhesión inquebrantable de todos los líderes democráticos en su camino hacia el premio Nobel de la Paz. Leo: «Moncloa valora impedir la visita de Milei en junio». Esto significa, le grito al televisor, que Él quiere estirar el número circense hasta el otoño, por lo menos, entre los tangos arrastrados de uno y el flamenco desgarrado del otro. El público gritará al final, cachondeándose: «¡Que se besen, que se besen!». Como en las bodas. Y la Bego, de madrina.