Joe Biden

“Votad a Joe, votad a la decencia”: La larga lucha de los demócratas moderados para frenar a Sanders

El ex vicepresidente de EE UU y el senador de Vermont miden sus posibilidades de batir a Trump en el Supermartes

Un seguidor de Bernie Sanders en el Supermartes
Un seguidor de Bernie Sanders en el SupermartesStephanie ZollshanAP

Tendrían que haber reunido fuerzas mucho antes, en 2019, pero el miedo a enemistar a una parte del electorado provocó que el establishment demócrata fuera incapaz de consensuar un candidato. Cuando finalmente lo hizo, en vísperas del Supermartes, la candidatura de Bernie Sanders era ya formidable.

Entre otras cosas porque buena parte de su músculo, los jóvenes y los latinos, entreveran el cuerpo electoral con abrumadora fortaleza en Estados como Texas o California.

Joe Biden, el hombre deseado por el ala más convencional del partido, resucitó su campaña después de que este sábado lograse una victoria decisiva en Carolina del Sur, donde aventajó a Sanders por 30 puntos y trituró las expectativas de sus rivales por el podio moderado, el ex alcalde de South Bend, Pete Buttigieg, y la senadora por Minnesota, Amy Klobuchar.

Los dos abandonaron las primarias pocas horas más tarde. En un movimiento rara vez visto, acompañaron a Biden en un mitin y pidieron el voto para el ex vicepresidente con Barack Obama. Visiblemente emocionado, consciente de la importancia crucial del momento, del aliento dramático de una maniobra con pocos precedentes en la historia de las primarias, Biden se deshizo en elogios. Algunos tan emotivos como los que dedicó a Buttigieg, al quien comparó nada menos que con su hijo Beau Biden, fallecido en 2015 a consecuencia de un tumor cerebral. Auguró que los dos tendrán largas y exitosas carreras en la vida política.

Klobuchar, por su parte, repitió una de sus frases más celebradas durante los debates electorales: «Si dedicamos los próximos cuatro meses a dividir nuestro partido, pasaremos los próximos cuatro años viendo como Donald Trump destroza este país». «No puedo pensar en una mejor manera de terminar mi campaña que unirme a la suya», dijo Klobuchar. Con la audiencia en pie añadió, «Votad por Joe. Votad por la decencia, votad por la dignidad, votad por un corazón para nuestro país. Porque eso es lo que traerá a la Casa Blanca».

Para acabar de galvanizar al electorado Biden recibió el apoyo de otro ex candidato a las primarias, Beto O´Rourke. «Necesitamos a alguien que pueda vencer a Donald Trump», exclamó, «El hombre que está hoy en la Casa Blanca representa una amenaza existencial para este país, para nuestra democracia y para las elecciones libres y justas; y necesitamos a alguien que pueda vencerlo. Y en Joe Biden tenemos a ese hombre».

Trump, por su parte, respondió en un mitin en Carolina del Norte que «Sleepy Joe [algo así como Joe el Dormilón, o Joe el Durmiente], ni siquiera sabe dónde está o qué está haciendo o a qué oficina se postula. Honestamente, no creo que lo sepa». Hasta tal punto está desorientado, vino a decir, que si gana la presidencia «lo van a meter en un asilo y otras personas dirigirán el país. Locos radicales de extrema izquierda. Y Joe estará en un asilo viendo la televisión». Desde luego, si resulta poco habitual que dos de los principales contendientes en unas primarias bendigan a un rival en capilla del Supermartes tampoco hay muchos casos de un presidente de los EE.UU que haya dudado de la salud y estabilidad mental de un rival. Trump, por cierto, aprovechó estas últimas horas para hacer mofa de Michael Bloomberg, al que imitó físicamente como un enano.

Más allá de las invectivas del presidente, la gente de Michael Bloomberg maldecía un cúmulo de circunstancias en contra: a su desastrosa actuación en el primer debate hay que añadir que la victoria de Biden, aquel al que él mismo aspiraba a sustituir, llegó justo 72 horas antes de los primeros comicios en los que se presenta el ex alcalde de Nueva York. Los cerca de 500 millones de dólares gastados de su propio bolsillo en publicidad, una avalancha ante la que palidece incluso la maquinaria electoral de Sanders, podrían haber servido de muy poco.

Su gran esperanza, como la de Elizabeth Warren, pasa por lograr el 15% necesario de votos en varios Estados clave. Sólo así podrán mantener sus candidaturas, con la vista puesta en una convención demócrata fratricida, donde todo podría cambiar por un puñado de votos mientras la Casa Blanca aplaude entusiasmada.