Donald Trump

EE UU se prepara para la alteración del ciclo electoral por el coronavirus

Mítines sin público y debates a puerta cerrada. Los demócratas optan por cancelar los actos multidunarios en el ecuador de las primarias que deben elegir al rival de Trump en otoño

Joe Biden
El candidato a la presidencia de EE UU por el Partido Demócrata comparece ante un grupo de periodistas el pasado 10 de marzoMatt RourkeAgencia AP

Será una campaña bajo la sombra de la peste. El coronavirus manda y en EE UU han suspendido la NBA, las carreras de Nascar, que serán a puerta cerrada, los viajes de extranjeros desde y hacia 26 países europeos y los colegios del Estado de Washington. Broadway teme verse obligado a chapar y en Nueva York las grandes universidades y colleges han enviado a 700.000 alumnos a casa. También ha cancelado sus actividades la ópera Metropolitana de Nueva York, que incluye a la filarmónica, y el MET. Estados como Wisconsin y Nueva York han declarado el estado de Alerta y Delta Airlines ha suspendido vuelos con un varias de las principales ciudades de Europa. Donald Trump y Mike Pence, entre tanto, aseguran que apenas tuvieron trato con el miembro de la delegación brasileña que acompañó al presidente Jair Bolsonaro durante su visita del fin de semana a Palm Beach y que dio positivo.

Pero nada será más disruptivo y evidente en la arena política que afrontar la recta hasta las siguientes elecciones primarias, el próximo martes, sin mítines frente al público ni debates en platos abarrotados por la audiencia. El de de este domingo, entre un Joe Biden dispuesto a remachar su victoria y un Bernie Sanders tocado en hueso, está programado en Arizona, y no habrá un alma, más allá de los políticos y sus asesores y acompañantes, los presentadores de televisión y los técnicos. Sanders, que anunció su intención de dirigirse a la nación de desde Burlington, para comentar la «crisis de salud y económica que enfrenta el país», hacía de paso campaña y urgía a que EE UU acompañe «a todos los demás países importantes de la Tierra para garantizar bajas pagadas a todas las personas. Y deberíamos hacerlo ahora en caso de emergencia». Porque, sin duda, uno de los grandes problemas que afronta EE UU es la cuestión sanitaria, con decenas de millones de personas sin seguro, así como el hecho de que otros tantos millones de empleados carecen de baja por enfermedad y/o apenas disponen de un puñado de días. Razones más que suficientes para que muchos continúen acudiendo a sus puestos de trabajo, con la posibilidad en absoluto descabellada de ejercer como fuentes de contagio en el caso de padecer el virus.

Como si de un programa de televisión se tratara, su contrincante anunció su propia comparecencia televisada, pues «en este momento, cuando hay tanto miedo en el país y en todo el mundo, necesitamos el liderazgo estadounidense. Necesitamos liderazgo presidencial». Mientras tanto Biden anunció el nombramiento de una nueva mánager para su campaña, Jen O’Malley Dillon, veterana de las operaciones de Beto O´Rourke, con la idea de fortalecer el operativo «a medida que nos preparamos para pelear con Donald Trump este otoño». Biden opina que el Gobierno ha dado muestras de una colosal faltas de «liderazgo» y una abrumadora incapacidad para planificar y ejecutar. Desde luego que la economía, que marchaba boyante hasta la irrupción del virus, podría sacudir las próximas elecciones.

Un escenario que paradójicamente también puede favorecer a Sanders, al que por fin parecen adjudicar la victoria en California, si bien el número total de delegados que recibirá cada candidato sigue bailando. Las últimas proyecciones de CNN hablan de 184 para Sanders, 144 para Biden y otros 81 en el aire.

Un debate sin prisioneros, este domingo, es ya la penúltima carta de la baraja para Sanders, al tiempo que la Casa Blanca redobla su intención de adjudicar al establishment demócrata la hipotética derrota del candidato socialista.

El Senado, entre tanto, ha anuncido que mantendrá sus puertas abiertas la próxima semana. Los republicanos temen quedarse fuera de juego si el Cámara Baja, de mayoría demócrata, saca adelante un paquete de medidas de estímulo económico y apoyo a los estadounidenses más golpeados. Habrá negociaciones, por tanto, entre las dos parlamentos, lideradas por Nancy Pelosi, que considera que el Congreso no puede cerrar nunca, y menos en tiempos de guerra, y el senador republicano Mitch McConnell. Por si alguien tenía alguna duda McConnell, héroe en el salvamento de la Casa Blanca cuando el «impeachment», ha escrito en Twitter que «a pesar del período de trabajo estatal programado, el Senado mantendrá sesiones la próxima semana. (...) Espero que el Congreso pueda aprobar una legislación bipartidista para continuar combatiendo el coronavirus y mantener nuestra economía fuerte».

Mientras los políticos del legislativo tratan de entenderse la lucha por el Despacho Oval y el poder ejecutivo pisa moquetas venenosas, con la pandemia como plato fuerte y las acusaciones de inanición y sensacionalismo volando hacia los tendidos.